"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

julio 23, 2004

La preeminencia del amor

Llegó el día, finalmente. Primera epístola a los Corintios, capítulo 13.

Vamos por partes, como decía un tal Jack (¡qué triste!).

1º Corintios 13, versículos 1 y 2, dicen:
"Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena, o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada".

Primero que nada, "Dios es amor" (1º Juan 4:8b). Por ende, si no tengo a Dios, entonces no tengo amor; como consecuencia, "no soy nada". Para amar verdaderamente debemos estar llenos de Dios. "Vestíos de amor, que es el vínculo perfecto", dice Colosenses 3:14.

Lo más importante que podemos tener es amor (Dios). No importa el éxito, ni el dinero, ni la fama. Ni siquiera la sabiduría ("el conocimiento envanece, pero el amor edifica", dice 1º Corintios 8:1). Porque, "el que no ama, no conoce a Dios" (1º Juan 4:8a).

"Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso". (versículo 3)

Si bien el amor es dar, no por dar mucho se ama aunque sea un poco. Cantares 8:7 dice: "si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor, sólo conseguiría el desprecio". El acto de dar es consecuencia del de amar, y no al revés: "porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Primero amó, luego dio.

"El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". (versículos 4 al 7)

Parece inalcanzable este sentimiento, y es porque es la esencia misma de Dios. "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13), como Cristo lo hizo por nosotros. ¿Cuál es el espíritu de todos esos versículos? El acto de amar pone el énfasis en otra persona, y luego en quien ama. Esto es porque el amor no es sólo un sentimiento, sino también una decisión racional, casi una actitud. Es dejar de lado la propia necesidad y poner el propio ser en servicio de otro, sin importar lo que se obtenga con ello.

Dios nos manda que amemos. Sus dos mandamientos más importantes son: "ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo 22:37) y "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39) -al que puede añadírsele: "ama a tus enemigos" (Lucas 6:27)-. Es imprescindible que tengamos amor, y que sea un "amor sin fingimiento", como dice Romanos 12:9, uno verdadero. Porque "todas nuestras cosas deben ser hechas con amor" (1 Corintios 16:14).

"El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el don de lenguas será silenciado y el conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido". (versículos 8 al 12)

Estos versículos afirman que el amor es eterno e inalterable. Cuando Cristo vuelva ("cuando llegue lo perfecto"), no habrá necesidad de profecía porque Él mismo dirá lo que quiera, sin necesidad de intermediarios. Tampoco se precisará el don de lenguas, porque podremos hablar directamente con Él. De la misma manera, todas las verdades que no comprendemos de su Palabra o de la creación quedarán expuestas. Sin embargo, el amor continuará, porque en esto consiste: "no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, enviando a su hijo en propiciación de nuestros pecados" (1º Juan 4:10/19). El amor surge de Dios y continúa en nosotros.

"Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor". (versículo 13)

La fe es la "certeza y convicción" (Hebreos 11:1) en la existencia de Dios. La esperanza, "que no nos decepciona" (Romanos 5:5), es la promesa de la vida eterna a su lado. El amor es aquello que nos une a Él. Por esto es que es la virtud más excelente, porque es la que establece un vínculo estable y real con el Creador.

"Seguid el amor" (1º Corintios 14:1).

"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor", dice Romanos 13:10. Esto es así porque, como Jesús dijo en Juan 14:10, "si guardan sus mandamientos, permanecerán en su amor", porque "el amor de Dios se perfecciona en los que guardan su palabra" (1º Juan 2:5). "En eso mismo se verá si somos sus discípulos, en que tengamos amor los unos por los otros", como afirma Juan 13:35. Por lo tanto, "el amor fraternal debe permanecer" (Hebreos 13:1), ya que "Dios nos dio un espíritu de amor" (2º Timoteo 1:7).

Debemos amar principalmente por esto: "ámense fervorosamente; porque el amor cubrirá multitud de pecados" (1º Pedro 4:7). Sólo con amor se puede perdonar. Sólo el amor "pasa por alto las faltas" (Proverbios 10:12).

Para finalizar, refleccionemos sobre lo escrito por el apóstol Juan en su primer epístola universal, capítulo 4, versículos 7 al 21:
"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano".

Señor, perfeccioná mi capacidad de amar. Llená mi corazón de pasión por las almas, de urgencia por bendecir a quienes me rodean. Necesito de tu amor en mi vida más que cualquier otra cosa. Gracias por amarme como soy. Enseñame a aceptar al otro y amarlo como Vos lo hacés conmigo. Amén.

julio 14, 2004

¿Por qué y para qué, los dones espirituales?

Ya pasó bastante tiempo desde la última vez que anduve por acá. Pido disculpas por eso.

Hace varios días que vengo tratando de buscar una definición lo más exacta posible de los dones espirituales. Creo que ellos conforman la parte más cercana a lo divino que una persona -si aceptó a Cristo- puede tener. O, como dice el diccionario bíblico de Certeza, "el efecto visible de la gracia en palabras o en hechos".

Bíblicamente, son una "manifestación del Espíritu" (1º Corintios 12:7), conforme a la "multiforme gracia de Dios" (1º Pedro 4:10).

En el Nuevo Testamento figuran tres listas de dones espirituales, ubicadas en 1º Corintios 12:4-11 y del 28-30, Romanos 12:6-8 y Efesios 4:7-12.

Pueden separarse en dos grandes ramas: aquellos que apuntan a ministerios relacionados con la Palabra, y aquellos cuyo objetivo es un servicio más práctico.

Dentro de los dones de la Palabra -o de expresión-, se encuentran el apostolado, la profecía, la sabiduría, la ciencia, el discernimiento de espíritus, la enseñanza, el hablar en lenguas angelicales y la interpretación de esas lenguas.

"Apóstol" significa "enviado". Originariamente los doce discípulos de Cristo recibieron este título. Luego Pablo lo utilizó para definirse, y finalmente en la Biblia se refiere a otras personas como tales, como es el caso de Bernabé, Andrónico y Junías, entre otros. Un apóstol es un mensajero enviado a proclamar el evangelio entre los incrédulos. Los apóstoles que figuran en la Biblia eran personas que tenían una relación realmente cercana con Dios. Casi todos ellos poseían, además, dones de sanidad, profecía, milagros y lenguas. Los apóstoles fueron quienes formaron el basamento de la doctrina cristiana. Fueron quienes, utilizando los dones de ciencia y sabiduría, explicaron la Palabra a quienes nunca habían oído de Cristo.
Hay quienes creen que hoy en día ya no hay apóstoles, y hay quienes creen que sí. Pablo defendía su apostolado mediante el poder que Cristo le había otorgado, según él, "el reino de Dios no se trata de palabras, sino de poder" (1º Corintios 4:20). Quien hoy se llame a sí mismo apóstol, deberá demostrarlo con poder, y no con palabras.

La profecía es uno de los dones espirituales más importantes, porque implica transmitir el mensaje de Dios. La profecía es una revelación que el Espíritu da a una persona. Su fin puede ser la edificación, la exhortación, la consolación, o la dirección sobre la voluntad de Dios. No siempre la profecía es acerca de eventos futuros. La función principal de los profetas en el Nuevo Testamento es la de "comunicar revelaciones divinas de significación temporaria, que indicaban a la iglesia qué saber y hacer en determinadas circunstancias", según afirma el diccionario bíblico de Certeza.

La sabiduría es probablemente el más importante de los dones. Este don implica la capacidad de encontrar la voluntad de Dios en la vida diaria. Una persona con este don es aquella que en base a la Palabra de Dios puede aconsejar a otra sobre cuestiones espirituales.

La ciencia es la capacidad de extraer conocimiento de la Palabra. Es el don de que permite realizar expresiones inspiradas que contienen o incorporan conocimiento.

El discernimiento de espíritus es el don que posibilita a una persona para determinar cuando una persona habla de parte de Dios, de cuando no es de parte de Él. Sirve para diferenciar a los falsos profetas de los verdaderos. Es la capacidad de ver más allá, "no mirando lo que se ve, sino lo que no se ve, porque lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno" (2º Corintios 4:18).

La enseñanza es la capacidad de exponer y aplicar la doctrina cristiana ya establecida. Esa es la diferencia puntual con la profecía, que da a conocer revelaciones nuevas. El ministerio de enseñanza casi siempre se desarrolla en una iglesia local.

El hablar en lenguas angelicales implica poder comunicarse con el Espíritu en una forma más directa, que trasciende a nuestro entendimiento.

La interpretación de lenguas es la capacidad de traducir a idiomas humanos las lenguas angelicales.

Dentro de los dones para el servicio práctico, se encuentran la fe, la sanidad, el hacer milagros, la ayuda, la dádiva a los necesitados, la misericordia, el diaconado, la administración y la dirección.

La fe no es simplemente la que se necesita para ser salvo, sino aquella que se requiere para realizar hazañas maravillosas ("si tienen una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a una montaña: 'trasládate de aquí para allá', y se trasladará. Para ustedes nada será imposible").

La sanidad es la capacidad de restaurar la salud de una persona por medio de la intercesión en oración.

El hacer milagros se relaciona directamente con la habilidad de realizar obras que demuestran poder, como el resucitar muertos o liberar endemoniados.

La ayuda es la acción práctica de cuidado hacia los más débiles, los enfermos y los necesitados.

La dádiva a los necesitados está emparentada con la ayuda, y es el dar limosnas con liberalidad.

La misericordia es la capacidad de sentir empatía, es decir, sentir lo que el otro siente. Es el amor en la miseria.

El diaconado es el servicio a los miembros del cuerpo de Cristo.

La administración es la capacidad de gobernar y dirigir una iglesia local.

La dirección es prácticamente lo mismo que la administración, salvo que está más emparentada con la misericordia, con prestar auxilio.

1º Corintios 12:11 dice:
"Todos estos dones los produce un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina."
Esto es lo que más en claro debe quedarnos. Nosotros no poseemos dones. Uno no tiene el don de sanidad, o de enseñanza, sino que "a cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien de los demás" (versículo 7). Por ende, no tenemos de qué gloriarnos en lo que a dones respecta, porque simplemente son parte de la gracia de Dios. No son nuestros.

Sin embargo, tenemos una seguridad en Cristo, "porque irrevocables son los dones de Dios" (Romanos 11:29), por lo que tenemos la certeza de que nadie puede quitarnos aquello que Él nos dio. Nuestra labor consiste sencillamente en desarrollar nuestros dones, esto es, ejercitándolos.

Todos los dones apuntan específicamente a bendecir al prójimo, es por esto que siempre que roguemos a Dios que nos dé determinado don para servir a un hermano, Él nos lo dará. "Todo lo que pidieren en oración, creyendo, lo recibirán" (Mateo 21:22).

"Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones", dice 1º Corintios 12:31a. ¿Cuál es la forma más sencilla de saber, entonces, cuáles son "los mejores dones"?. No es tan complicado: son aquellos que más bendición traen sobre las personas que nos rodean. A mí entender: sabiduría, profecía, fe y ciencia.

Sin embargo, no olvidemos que "hay un camino aún más excelente" (versículo 31b). El camino del amor.

Señor, que el Espíritu Santo se manifieste a través mío de la manera que crea conveniente y a tu tiempo. Por mi parte, te pido sabiduría y ciencia, para poder bendecir a quienes me rodean con tu verdad. Llename de amor para entender que estas dádivas no son para mí, sino para los demás, y de humildad, para que nunca olvide que sos Vos a través mío, y simplemente yo. Amén.