"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

marzo 29, 2005

Lo que marca la diferencia

¡Gloria a Dios porque Jesucristo vive! ¡Bendito sea Su nombre porque la muerte no lo retuvo!

Tengo la intención de analizar los siguientes textos, espero no quedarme en el camino:

"En Betania, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en la casa de Simón llamado el Leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Algunos de los presentes comentaban indignados: -¿Para qué este desperdicio de perfume? Podría haberse vendido por muchísimo dinero para darlo a los pobres. Y la reprendían con severidad.
-Déjenla en paz -dijo Jesús-. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, y podrán ayudarlos cuando quieran; pero a mí no me van a tener siempre. Ella hizo lo que pudo. Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo"
. (Marcos 14:3-9)

"Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 'Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Estos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para su sustento'". (Marcos 12:41-44)

No puedo más que agradecer a estas mujeres por el ejemplo que representan. Las encuentro iguales en un punto: la entrega.

Examinemos a la primera:
Tenemos a Jesús comiendo en una casa cuando una mujer entra y lo unge con perfume. Después, la respuesta apresurada de los discípulos, que ni siquiera esperan a ver qué dice su maestro (debo aclarar que me parece natural, lógica, humana). Finalmente, el milagro.

¿Cuál es el milagro? La capacidad de Jesús de descubrir la esencia del acto y no quedarse con el hecho en sí. ¿Qué quiero decir (hoy las palabras sencillamente no me salen como me gustaría, perdón)? Los hombres vieron lo que tenían frente a sí, y sacaron sus conclusiones: "es una locura desperdiciar tanto perfume derramándolo como si sólo fuese agua, seguramente se le puede dar un mejor uso a ese dinero" (la parte de los pobres es sólo una excusa). ¿Qué vio Jesús? Que la mujer daba lo mejor de sí para honrar al Señor. Él dice: "Ella hizo lo que pudo". Esta expresión pondera la intención y no la acción en sí. Ahí está el milagro: Jesús examina nuestros corazones (nuestras intenciones) y no nuestros hechos, porque muchas veces fallamos.

Hay una expresión que me recuerda a otro pasaje: "rompió el frasco y derramó el perfume". El versículo es 2º Corintios 4:7: "Tenemos este tesoro (Cristo) en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros". Quizás esto suene tirado de los pelos (y tal vez lo sea) pero me parece una reflexión interesante. Si nosotros somos el frasco de alabastro (o la vasija de barro) que contiene el perfume (o tesoro), debemos "rompernos" para derramarlo (a Cristo). Creo que esto es lo que la mujer hizo, se derramó a sí misma por el Señor, y por eso Él la honró hasta nuestros días.

Examinemos a la segunda:
El pasaje claramente afirma que Jesús se estaba fijando, no en cuánto cada persona estaba ofrendando, sino en con qué actitud lo hacía ("observando cómo la gente..."). Y se encuentra con dos cosas: personas ricas que dan mucho de lo mucho que tienen (absolutamente mucho, pero relativamente poco) y una viuda que da poco de lo poco que tiene (absolutamente poco, pero relativamente mucho). ¿Por qué hace esta diferencia? Porque no le importaba en términos absolutos cuánto daba cada uno, sino en relativos, es decir, de acuerdo a las posibilidades de cada persona.

Seguramente, la mujer estaba orgullosa de dar lo "poco" que dio, porque era todo, y lo daba gustosamente. Quizás a la vista humana no era nada, pero a la de Dios significaba tanto... por eso también fue honrada.

Creo que ambas mujeres son comparables entre sí por su actitud, la de comprometerse, la de darse por completo.

Realmente me alegro y doy gracias a Dios por las reacciones que Jesús tuvo y porque hayan quedado registradas en la Biblia. Si Jesús les hubiera dado la razón a los discípulos que criticaban a la mujer del perfume o hubiera tenido en poco la actitud de la viuda que dio todo de sí, cuando en verdad era nada, habría abierto la puerta a la especulación. Entonces el hombre podría decir: "sé que tengo que darle a Dios lo mejor, pero no tengo que excederme, debo cuidarme a mí primero, debo pensar primero en mí". En Su sabiduría, no lo hizo, bendito sea Su nombre.

Las mujeres habían hecho suyas las palabras que el apóstol Pablo diría entre veinte y treinta años después: "Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gálatas 2:20). Habían entendido que comprometerse con Dios significa dejar de especular, confiar en Él, entregarse por completo, sin reparos. Significa, como dijo el domingo pasado el pastor Salvador Dellutri en mi iglesia, "responder al obstinado sacrificio de Cristo, con un más obstinado compromiso propio".

Espero que todos nosotros podamos tener este concepto tan en claro como ellas lo tuvieron.

Señor, quiero agradecerte porque en Tu sabiduría estos textos fueron incluidos en la Biblia. Gracias porque me hablan hoy. Instrúyeme en Tu conocimiento. Te necesito. Amén.

marzo 22, 2005

Sacrificio de alabanza

Quiero compartirte un texto que me impactó mucho. Te aclaro de antemano que va a ser un poco complicado, espero poder explicarlo bien. Sí te prometo que si logras seguirme, te encontrarás con una hermosa enseñanza al final. Es el versículo 15 del capítulo 13 de la epístola a los Hebreos.

“Ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre”.

Lo primero que aquí llama mi atención, es que el apóstol Pablo utiliza la primera persona del plural: dice "nosotros". En la mayoría de las recomendaciones/exhortaciones que él hace en sus cartas, usa la segunda persona: "ustedes" (o vosotros). Puedes corroborar esto en 1º Corintios 16:13-14, 2º Corintios 13:11, Filipenses 4:4-9, Colosenses 4:2-6, 1º Tesalonicenses 5:12-22 y Hebreos 13:1-9 y 16-17. Pablo nunca se incluye cuando da una recomendación al finalizar ninguna de sus cartas. ¿Por qué, entonces, lo hace en este punto? Porque era algo que a él mismo le costaba, algo con lo que él mismo luchaba.

Pero, ¿qué es esto de un sacrificio de alabanza (sólo aparece cuatro veces en la Biblia, una sólo en el nuevo testamento)? Ahí mismo hay una explicación: es "el fruto de los labios que confiesan el nombre de Dios". Quizás sigas sin comprender, a mí me pasa lo mismo con Pablo, es como si tuviera una manía en decir las cosas de manera complicada (2º Pedro 3:15b-16). Vamos de a poco.

Por "confesar el nombre de Dios", se entiende confesar a la persona de Dios, confesar su identidad. Pero, ¿qué es "confesar"?, te preguntarás. Según el diccionario, significa "manifestar (decir públicamente) los propios hechos, ideas o sentimientos". Entonces, "confesar a Dios" implica manifestar el concepto que tienes de Dios, qué significa para ti (ideas), qué relación tienes con Él (sentimientos), qué fue lo que hizo en tu vida (hechos).

¿Cuáles son, entonces, "los labios que confiesan el nombre de Dios"? Pues, simple, los que le otorgan el lugar que le corresponde, es decir, los que lo llaman "Señor" y "Dios".

Para esta altura, sólo tenemos en claro la mitad del versículo, la parte más sencilla. Nada de lo que analizamos hasta ahora nos trae luz acerca de por qué esto le costaba a Pablo.

Ya sabemos que sólo quienes creen en Él pueden ofrecerle un sacrificio de alabanza, pero seguimos sin saber qué es eso concretamente. Pablo dice que es "el fruto de los labios de los creyentes". El fruto de un árbol es lo que éste produce, el medio a través del cual se reproduce (una aclaración tonta: las semillas están dentro). La metáfora, entonces, implica que un sacrificio de alabanza es lo producido por los labios creyentes, con el fin de reproducirse.

¿En qué momento los creyentes producen un sacrificio de alabanza? Cuando dicen o hacen cosas (y aquí está la clave para entender la dificultad de Pablo) que provocarán la reproducción de "labios que confiesen el nombre de Dios". Concretamente, cuando leen la Biblia (siguiendo la metáfora de Pablo, sería regar el árbol), cuando oran (alimentarse de la luz del sol), cuando cantan (producir el fruto), cuando predican (reproducirse).

Sin embargo, hay un pequeño detalle que hace tremendamente difícil seguir el consejo de Pablo. Es exactamente el mismo que creo que le cuesta a él mismo. Lo encontrarás en el circunstancial de tiempo que él utiliza (por si te olvidaste del análisis sintáctico que te enseñaron en la escuela, es la segunda palabra: "constantemente").

Es imposible leer la Biblia, predicar, cantar u orar constantemente (ya sé que 1º Tesalonicenses 5:17 lo dice, ahora llego a esa parte). Sencillamente, porque además de todas esas cosas, debes vivir -con todo lo que ello implica-. ¿Por qué Pablo lo pide, entonces? Él sabe que no se puede.

Imagino que a esta altura no entenderás nada. Verás, la clave está en la palabra "alabanza". Normalmente, nosotros la vinculamos a la acción de cantar. Sin embargo, en la Biblia se nombran varias otras maneras de hacerlo (Esdras 3:11, Salmos 7:17, 149:3 y 150:3-5 y Nehemías 8:6), por lo que probablemente, haya otras más que simplemente no están mencionadas en ella. ¿Qué quiero decir con esto? Que la alabanza es una actitud, no una acción. Por esto mismo es que se puede realizar -o, mejor dicho, tener- "constantemente". Este es también el motivo por el cual Pablo habla de un "sacrificio constante", y no de muchos consecutivos.

Lo que el apóstol Pablo se pidió a sí mismo y a los hebreos, es lo mismo que Dios hoy te pide a ti: que a través de cada uno de tus actos pueda vislumbrarse su amor, soberanía, gracia y misericordia. No necesitas hablar para demostrar compasión, afecto o generosidad; por lo que tampoco necesitas expresarte para "confesar el nombre de Dios".

Te animo (y me exhorto a mí mismo, como Pablo lo hizo) a que vivas de tal manera que los demás puedan ver reflejado a Cristo en cada aspecto de tu vida, de modo que todo lo que hagas sea como " un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios" (Romanos 12:1).

Ah, casi me olvidaba, la parte de "por medio de Jesucristo" es porque sólo a través de Él podemos llegar al Padre (Juan 14:6).

Señor, gracias por tu Palabra. Te pido que me enseñes a vivir demostrándote en cada uno de mis actos. Te necesito para eso, no puedo solo. Gracias por usar al apóstol Pablo de esta manera. Gracias por su vida y ejemplo. Amén.

marzo 15, 2005

El camino hacia la luz

Voy a contarte una historia. Trata de imaginarte la escena, es importante que puedas visualizar en tu mente todo lo que en ella sucede (no voy a pedirte que cierres tus ojos, porque entonces no podrías leer, jajaja -ya sé que el chiste es malo, pero es un chiste al fin-). Dios te bendiga.

"Eran las siete de la tarde, estaba oscureciendo. Hacía calor. Un grupo de personas estábamos reunidas en el tercer piso de un edificio en torno a un hombre que había venido a visitarnos. Él hablaba con autoridad. Cada tanto, alguno de nosotros levantaba su mano, preguntaba algo y comenzaba una pequeña discusión. Cerca de las nueve, decidimos encender varias lámparas de aceite y unas cuantas antorchas, dado que ya no se veía bien. De más está decir que el aire comenzó a caldearse, por lo que abrimos varios ventanales que llegaban casi hasta el suelo.
Yo había trabajado todo el día, estaba cansado y muerto de calor. Me acerqué a una de estas ventanas y me quedé parado ahí, donde corría más aire. Finalmente, decidí sentarme en el marco, para estar más cómodo.
Podía escuchar lo que los otros hablaban, pero no participaba. Cada tanto, miraba hacia afuera. La noche, con sus sombras y sus ruidos, siempre me había atraído.
Ya era casi media noche y el hombre seguía hablando. Me interesaba escucharlo, se notaba que era alguien muy sabio, pero realmente estaba muy cansado. Me fui quedando dormido, mientras me distraía en mis pensamientos.
Cuando abrí los ojos, el hombre que había estado enseñándonos, me abrazaba. Como estaba tirado en el suelo, me ayudó a levantarme. Estábamos rodeados por varias personas que nos miraban fijamente, sorprendidas.
-No se preocupen, está vivo- dijo con tranquilidad, riendo.
En ese momento entendí lo que había pasado: me había quedado dormido y me había caído de la ventana; él me había vuelto a poner en pié".

Esta historia cobrará más importancia para ti cuando te diga que está relatada en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 20, versículos del 7 al 12. El hombre que estaba hablando era Pablo y el chico que se cae de la ventana, un joven llamado Eutico.

Detengámonos primeramente en el lugar del narrador.
Personalmente, sé lo que es estar sentado en la ventana. Sé bien lo que es escuchar lo que pasa adentro, saber de qué se trata todo lo que allí se habla, ver cómo se hacen las cosas allí, pero nunca participar, nunca comprometerse. Sé bien lo que es mirar hacia afuera y ver lo que hacen los que allí viven, pero no hacer lo mismo. Lo malo de todo esto es que no se vive afuera, ni tampoco adentro. Uno se comporta como los de adentro, sin serlo; y mira como los de afuera, sin ser uno de ellos tampoco. Por alguna extraña razón, lo de afuera siempre parece más interesante que lo de adentro, cuando en verdad no lo es.
Lo más duro de estar en el medio, sentado en la ventana, es que cuando se te acaban las fuerzas y te caes, siempre te caes hacia afuera, nunca hacia adentro.

Adentro hay luz; afuera, oscuridad. Adentro hay vida; afuera, muerte. Adentro hay esperanza; afuera, resignación. Sin embargo, cuesta tanto decidirse por entrar... (sé que a mí me costó mucho tiempo, mucho dolor incluso).

Si tú recibiste a Cristo como tu Señor y salvador, ya eres parte del grupo que vive adentro. Eres un "hijo de luz" (1º Tesalonicenses 5:5), entra entonces a la luz de Dios y aléjate de las tinieblas de la duda, de la oscuridad de la ignorancia. Mientras estés en la ventana, vas a perderte de la mejor parte de las cosas que ocurren dentro, porque las verás pasar a lo lejos, pero no podrás alcanzarlas. Quizás estarás mejor que los de afuera, pero sería como si estuvieses en un desierto, viendo un oasis, pero no te acercaras a tomar agua de él.
Te animo a que hagas, cuando menos, como los que "ven luz y entran", porque por lo menos lo hacen. Si estás en el medio, significa que conoces lo mejor y peor de ambos mundos, porque te pasaste la vida siendo un espectador en ambos. Comienza, entonces, a ser un protagonista, decídete a entrar.

Pasemos al lugar del personaje principal. Esto es, con toda seguridad, lo que Dios espera de nosotros.
El apóstol estaba explicando a la gente de Troas cómo ser un discípulo de Cristo, cuando Eutico se cae de la ventana. Un grupo baja corriendo y, al encontrarlo muerto, comienza a gritar. Finalmente, Pablo decide bajar. Encuentra al joven tirado en la tierra, por lo que "se echa sobre él, lo abraza y dice: ¡No se alarmen, está vivo!" (Hechos 20:10). ¿Entiendes su actitud? Pablo sale de la luz y se adentra en la oscuridad, donde encuentra a Eutico muerto en el suelo. Se agacha, manchándose él mismo con la tierra, y lo abraza fuerte -como Dios nos abraza cuando nos perdona-. Finalmente, lo levanta y lo lleva nuevamente a la luz.

Santiago 5:20 dice: "Quien hace volver a un pecador de su extravío, lo salvará de la muerte y cubrirá una multitud de pecados". Este es exactamente lo que Pablo hizo por Eutico. Lo sacó del error de su camino, devolviéndolo a la vida.

Si eres de los que están adentro, no te olvides nunca de ayudar a los que quieren entrar. Dios te mandó a ser una "luz para las naciones" (Isaías 49:6). A veces, sólo tendrás que indicarles la forma para hacerlo; otras, los tomarás de la mano durante su camino de ingreso; y otras, deberás salir y cargarlos en tus brazos mientras recobran las fuerzas.

Es un duro camino el que hay entre ser el narrador de la historia y ser el protagonista. Te animo a que, de la mano de Jesús, te adentres en esta aventura. Nunca estarás solo, Él siempre estará a tu lado (Mateo 28:20). Atrévete. Créele a Dios.

Señor, gracias por haberme ayudado a decidirme a entrar en Tu luz. Gracias porque aquí hay vida y esperanza. No permitas que me olvide de ayudar a otros a entrar en esta luz. Sé que para eso me llamaste. Amén.

marzo 08, 2005

Decisiones que trascienden

Si alguna vez oraste con fervor, derramándote ante el Señor; si alguna vez te cansaste de repetir "Señor, acá estoy, por favor, respóndeme"; si alguna vez te desesperaste por ver el rostro de Cristo o por escuchar Su voz hablándote, y sencillamente nada ocurrió, te pido que levantes tu mano. Me imagino tu cara de tristeza al recordar con pesar esos momentos, mientras alzas tu brazo.

Déjame decirte que es normal. Le pasa a todo el mundo. La fe no es la capacidad de percibir sobrenaturalemente a Dios. Al contrario, la fe es -sencillamente- "la seguridad intelectual de que Él está ahí" (Hebreos 11:1), y que escucha, que le importa.

Sin embargo, éstas son sólo palabras, y ¡qué importan las expresiones cuando la angustia te postra en tierra y la luz de la esperanza en aquello que no se ve parece extinguirse! Cuanto todo se torna negro, es negro y punto. Y duele que todo sea negro.

Hace unos días viví algo parecido, quizás no tan trágico, pero sí un poco desesperante. Me había puesto a orar, pidiéndole dirección a Dios en algunas decisiones que debo tomar. Simplemente, necesitaba saber que estaba haciendo Su perfecta voluntad en mi vida. El problema era que, por más sincera y comprometida que mi oración fuera, no parecía obtener respuesta alguna.

Algo desanimado, me acerqué a mi computadora para responder algunos mensajes (al margen, perdón por la tardanza). El primero que leí, citaba un versículo al final, Jeremías capítulo 33, versículo 3:

"Dice el Señor: Clama a Mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes”.

Me quedé helado. No podía creer lo que acababa de leer (es más, lo leí varias veces para asegurarme de que era cierto). Tuve la oportunidad de experimentar algo que había aprendido de niño: Dios siempre escucha, es sólo que a veces no responde como esperamos que lo haga.

“Dice el Señor: Si te humillas y oras, y me buscas y abandonas tu mala conducta, Yo te escucharé desde el cielo, perdonaré tu pecado y te restauraré. Mantendré abiertos mis ojos, y atentos mis oídos a las oraciones que hagas. Desde ahora y para siempre te escojo y consagro para habitar en ti. Mis ojos y mi corazón siempre estarán en ti”. (2º Crónicas 7:14-16)

Wow. Lo único que Dios nos pide, es que dejemos nuestra vieja manera de vivir y lo busquemos a Él de todo corazón (Efesios 4:22-23 y 1º Pedro 4:3).

El profeta Joel escribió: “Ahora bien -afirma el Señor-, vuélvete a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Rásgate el corazón y no las vestiduras (dice esto porque los judíos solían arrancarse la ropa en señal de humillación). Vuélvete al Señor tu Dios, porque Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor” (Joel 2:12-13).

Santiago -al igual que Joel en el versículo anterior- habló de la necesidad de una actitud sincera de corazón para acercarse al Señor: “¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante de Dios, y Él los exaltará” (Santiago 4:8-10).

Este pasaje me lo regaló mi mamá hace unos cuantos años ya: “Si le entregas a Dios tu corazón y extiendes tus manos hacia Él, si te apartas del pecado que has cometido y en tu morada no das cabida al mal, entonces podrás llevar la frente en alto y mantenerte firme y libre de temor. Ciertamente olvidarás tus pesares, o los recordarás como agua que pasó. Tu vida será más radiante que el sol del mediodía, y la oscuridad será como el amanecer. Vivirás tranquilo, porque hay esperanza; mirarás en torno tuyo y dormirás confiado. Descansarás sin temer a nadie, y muchos querrán ganarse tu favor” (Job 11:13-19).

Dios le dijo lo siguiente a Moisés: “Mira el pacto que hago contigo: A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna. Todo el pueblo en medio del cual estás verá la obra del Señor; porque será cosa tremenda la que Yo haré contigo. Por lo que a ti te toca, cumple con lo que hoy te mando” (Éxodo 34:10-11).

Quiero quedarme con la última frase, la que habilita el cumplimiento de la promesa de Dios. Cada uno sabe lo que Dios le está pidiendo. Cada uno es conciente de aquellas cosas que todavía no rindió a los pies de Cristo. Yo tengo las mías, y lucho con ellas cada día. Seguramente, tú tienes las tuyas. Cada día, Dios me desafía a mí (como a ti también) a que "cumpla con aquello que me manda". La decisión de hacerlo me compete únicamente a mí. Nadie puede tomarla por mí, ni siquiera Dios mismo, porque para eso nos dio el libre albedrío (que es sencillamente la capacidad de decisión). Ahora bien, soy consiente (como también tú debes serlo) de que, por esa misma razón, soy también responsable de las consecuencias -buenas y malas- que esta decisión traiga. Los versículos que hoy transcribí, entre algunos otros, son los que me ayudan a escoger aquello que es mejor para mí, es decir, "la agradable y perfecta voluntad de Dios" (Romanos 12:2). Espero que tú también decidas lo mismo.

Señor, gracias, otra vez, por Tu Palabra. Gracias porque me reconforta, asegurándome que siempre estás para mí. Ayúdame a elegir siempre lo mejor. Te necesito en mi vida. Necesito de Tu dirección. Amén.

marzo 02, 2005

No estamos solos

Bendiciones.

Quizás esto se haga un poco largo, pero considero que en este caso vale la pena. El siguiente es -a mi entender- uno de los pasajes más poderosos de la Biblia. Mi idea es, de alguna manera, tratar de alcanzar la significancia total de las palabras del apóstol.

“Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo. Depositen en Él toda su ansiedad, porque Él cuida de ustedes.
Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos.
Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará firmes y estables. A Él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
(1º Pedro 5:6-11)

Empecemos:
"Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo".

Sé que “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (Proverbios 3:34). Sin embargo, este es el punto que a mí más me cuesta: aprender a morir a mí mismo para dejar que Él viva en mí, de tal manera que cada vez sea menos yo y, por ende, más Él. No debo olvidar que “Dios consuela a los humildes” (2º Corintios 7:6) y que "ellos recibirán la tierra como herencia” (Mateo 5:5).

"Depositen en Él toda su ansiedad, porque Él cuida de ustedes".

¡Cuántas veces me ahogo en un vaso de agua! Diariamente siento que mis problemas me sobrepasan, que mis angustias me abaten. Muy frecuentemente la nostalgia me tira para abajo y la melancolía me detiene. Mis fracasos y mis omisiones se me hacen una carga insoportable. Seguramente, es porque no termino de entender que no debo contarle a Dios cuán grandes son las circunstancias que me rodean, sino mostrarle a estas circunstancias cuán grande es mi Dios.
Jesús dijo: “No se preocupen por su vida (qué comerán o qué beberán), ni por su cuerpo (cómo se vestirán); ni se angustien por el mañana; porque quienes no conocen a Cristo andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:25-34).
El otro día hablaba con un amigo (te quiero, Ale) sobre este versículo, y me dijo algo que me pareció brillante: "si buscando a Dios, las demás cosas vienen con Él, lo peor que podemos hacer es buscar esas cosas primero, porque de ninguna manera Dios vendrá con ellas".

"Practiquen el dominio propio".

“Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino uno de poder, de amor y de dominio propio” (2º Timoteo 1:7), por esto, "dispongámonos a actuar con inteligencia; tengamos domino propio; pongamos nuestra esperanza completamente en la gracia que se nos dará cuando Jesucristo vuelva” (1º Pedro 1:13).

"Manténganse alerta".

El apóstol Pablo lo explicó bien: "Entendamos el tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despertemos de nuestro letargo, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está por terminar; el día casi está aquí. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. Comportémonos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual ni libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revistámonos del Señor Jesucristo, y no pensemos en cómo satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa" (Romanos 13:11-14).

"Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quien devorar".

Estas palabras de Pedro son las mismas que Dios le dijo a Caín antes de que él -por envidia- matara a su hermano Abel: “Si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte" (Génesis 4:7). Sin embargo, el versículo continúa, diciendo: "no obstante, tú puedes dominarlo”. Si depositamos nuestra confianza en Cristo, Él, quien venció al pecado y la muerte, nos dará las armas necesarias para hacer lo mismo.

"Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos".

Me encanta esta parte. Sé que si me “someto a Dios, y resisto al diablo, él huirá de mí” (Santiago 4:7). También sé que la manera de estar firme es “permanecer alerta y orar, para no caer en tentación”, como dice Mateo 26:41.
Sin embargo, el fragmento que más me gusta es el que me obliga a tomar conciencia de que no estoy solo en lo que me pasa, de que Dios no se ensañó conmigo, sino que es normal que me sucedan las cosas que me suceden, porque -como dijo Jesús- "en el mundo pasaremos aflicción, sólo debemos confiar, porque Él ha vencido al mundo" (Juan 16:33). Lo mejor, es que “no tenemos un sumo sacerdote (Cristo) incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero sin pecado” (Hebreos 4:15), por lo que, “por haber sufrido Él la tentación, es poderoso para socorrernos cuando somos tentados” (Hebreos 2:18).

"Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará firmes y estables”.

Sabemos que pasaremos momentos difíciles, lo importante es tener tan claro lo siguiente, como el apóstol Pablo lo tenía: “nos regocijamos en nuestro sufrimiento, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos decepciona, porque el amor de Dios fue derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:3-5). O quizás, tanto como Pedro: “por su gran misericordia, Dios nos hizo nacer de nuevo a través de la resurrección de su hijo Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Esta herencia está reservada en el Cielo para nosotros, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe. Esto es para nosotros motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora hemos tenido que pasar por diversas pruebas por un poco de tiempo. De esta manera, nuestra fe, a través de las pruebas (como el oro a través del fuego), demostrará ser digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo vuelva” (1º Pedro 1:3-7).

Todo este pasaje me alienta y me exhorta a confiar más en Dios. Me tranquiliza saber que Él cuida de mí, y que por eso no tengo que preocuparme por nada más que buscarlo de corazón. Esta verdad me anima a permanecer bajo su autoridad en mi vida. Me llena de gozo saber que Cristo me comprende en mis dificultades, porque Él mismo las sintió, y no sólo eso, sino que tuvo el poder de vencerlas a todas. Entiendo que mantenerme sujeto a Él, haciendo aquello para lo que me creó, es la única forma de alejarme del mal. Sé que pese a que tenga que atravesar por las circunstancias más duras, Él me promete restaurarme, hacerme firme y estable.

Señor, gracias por tu hermosa Palabra. Gracias porque es tan oportuna. Gracias porque no estamos solos. "A Vos sea el poder por los siglos de los siglos. Amén".