"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

diciembre 23, 2005

El sentido de la Navidad

Pensaba escribir algo por la Navidad, pero no lo haré.
Hace unos días me compré un libro de meditaciones acerca del año litúrgico católico. Esta semana estuve leyéndolo, y a decir verdad, me ha sorprendido mucho.
Dije que no iba a escribir acerca de la Navidad, y es cierto, no lo haré. Transcribiré, en cambio, lo que esta obra (Pronzato, Alessandro. La seducción de Dios. Salamanca, Sígueme, 1973. 225 p.) dice al respecto:

"Debemos habérnoslas con un niño:

'Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado' (Isaías 9:6).
'Y esto servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre' (Lucas 2:12).

Cuando Dios ya no puede más

Para comprender la paradoja de la Navidad, el año pasado esperé la media noche releyendo dos profetas: Isaías y Jeremías. Fue una lectura que me ayudó mucho a entender este misterio en su realidad desconcertante, y a presentarme para el encuentro con una conciencia purificada de excrecencias retóricas o sentimentales.
Desde aquellas páginas se intuyen los humores de Dios en relación a los hombres.
Bastará citar las frases más significativas:
'Ira tiene Yahvé contra todas las naciones' (Isaías 34:2). No hace falta discurrir mucho para reconocer que hay motivos para dar y vender (basta una mirada rápida a nuestro interior...).
'Estaba mudo desde mucho ha, había ensordecido, me había reprimido' (Isaías 42:14).
Y ahora:
'Yahvé desde lo alto ruge' (Jeremías 25:30).
Parece acabarse el tiempo de la misericordia de Dios, de sus interminables esperas:
'Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde' (Isaías 65:2).
Sin resultado. Todo inútil. Se ha cansado. Se ha consumido su paciencia.
'¿De una nación así no se vengará mi alma?' (Jeremías 5:9).
Esta pregunta se va repitiendo varias veces como un estribillo siniestro. Y viene reforzada por aquella otra:
'¿Cómo te voy a perdonar?' (Jeremías 5:7).
Por ello no nos debe extrañar que Dios tome una decisión extrema:
'He aquí Yahvé que sale de su lugar a castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra Él' (Isaías 26:21).
Es inútil hacerse vanas ilusiones acerca de los fines de aquella 'salida':
'Se levanta a pleitear Yahvé y está en pie para juzgar a su pueblo' (Isaías 3:13).
Su venida provoca ruina:
'He aquí que Yahvé estraga la tierra' (Isaías 24:1).
Y entonces será prudente que cada uno busque su refugio:
'Entrarán en las grietas de las peñas y en las hendiduras de la tierra, lejos de la presencia pavorosa de Yahvé y del esplendor de su majestad, cuando Él se alce para hacer temblar la tierra. Aquel día arrojará el hombre, a los ratones y a los topos, los ídolos de plata, los ídolos de oro que él se hizo para postrarse ante ellos y se meterá en lo agujeros de las peñas y en las hendiduras de las peñas, lejos de la presencia pavorosa de Yahvé' (Isaías 2:19-21).
¡Es el día 'del Señor de los ejércitos'! (Isaías 2:12). Al hombre no puede dársele más que este consejo: 'Húndete en el polvo' (Isaías 2:10).

Cuando la Palabra toma la palabra

Y he aquí que amanece el día de la justa venganza de Dios.
El Señor ha salido de su lugar.
Ya no hay salvación. Tendremos que hacer cuentas con Él. Estemos preparados, pues, a aguantar la mirada de este Dios 'terrible'.
'Vamos de prisa a Belén...'. Es mejor afrontar el juicio cuanto antes. La espera es siempre más angustiosa que cualquier condena.
Recojamos nuestros bártulos y pongámonos en camino. Es inútil buscar excusas, preparar defensas, componer justificaciones ridículas. El castigo será inevitable.
Se nos ha informado de que Dios 'ha salido de su lugar' con la intención de 'castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra Él'.
Es inútil escapar. Es mejor presentarse como culpables.
Un extraño tribunal, en un extraño ambiente. Y un extraño juez.
'Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado' (Isaías 9:5).
Esperábamos un juez inexorable. Y ha llegado un niño...
'¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: he aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel' (Isaías 7:13-14).
Es verdad, teníamos que saberlo. Cuando Dios pierde la paciencia, nos manda a su hijo. Un niño.
Cuando Dios decide acabar con algo, sale de su lugar para convertirse en el Dios-con-nosotros [Emmanuel].
¡Éste es el Señor que 'estraga la tierra'!
Tendríamos que habernos escondido, siguiendo el consejo del profeta, 'en las grietas de las peñas'. Y resulta que le encontramos en una cueva...
La Navidad nos ofrece precisamente esta sorpresa inaudita.
El día que esperábamos fuego del cielo.
El día en que teníamos que rendir cuentas.
El día en que la Palabra se dirigía directamente a los hombres, sin necesidad de intermediarios...
Pues bien, aquel día...
...'se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres' (Tito 3:4).
'Lo que se hace visible, cuando Dios se manifiesta en persona, es un hombre. Es más, es un niño' (Y.-M. Congar).
'...y encontraron... al niño acostado en el pesebre'.
Aquí hay que rendir cuentas. En esta cueva. Con este niño.
Y son cuentas que se hacen silencio.
Cuando la Palabra se dirige a los hombres directamente, comienza... con un espacio de silencio.
'He callado durante mucho tiempo...'.
Y también ahora cuando la Palabra se ha hecho carne, hay un gran silencio.
Sólo faltaría que fuéramos nosotros quienes le rompieran...

Tú no eres nadie hasta que alguien te ame:

'Os anuncio una gran alegría...' (Lucas 2:10).
'... Y en la Tierra paz a los hombres en los que Él se complace' (Lucas 2:14).

Para que el hombre pueda ser alguien

'Sólo tengo una palabra que decir. Pero si se me permitiese decir esta única palabra, esta única frase, de manera que quedara grabada e indeleble, mi elección estaría hecha. Sé lo que diría: nuestro Señor Jesucristo no era nada, no olvidéis esto, cristianos'.
Esta expresión de Kierkegaard puede parecer paradójica. En realidad no es otra cosa que el comentario más exacto de la realidad más fundamental de la encarnación, de la que habla san Pablo: la kénosis, el anonadamiento, el vacío, el despojo de Cristo.
'Sentid entre vosotros lo mismo que Cristo: el cual siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su parte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz' (Filipenses 2:5-8).
'Tú no eres nadie hasta que alguien te ame' dice una canción popular estadounidense. Cada uno de nosotros era 'nadie'. En un momento dado, alguien nos llamó por el nombre [Isaías 43:1] y empezamos a existir. Nuestra nada ha sido fecundada por el amor de Dios. Y hemos llegado a ser alguien. Hemos llegado a ser personas.
'¿Qué es lo que sería capaz de probarme que tengo un rostro sino el beso de Dios?' (Mercedes de Gournay).
Así descubro que he sido amado. Que existo porque alguien me ha amado.
Ahí está la raíz de mi ser. Y la raíz de mi unicidad. Alguien que me ama y que me llama por mi nombre.
Sin embargo, el hombre, porque ha pecado, ha vuelto a ser la nada absoluta. Se ha desintegrado, se ha desecho.
Dios le sigue amando, y acepta ser como él, se convierte Él mismo en nada, para que el hombre pueda volver a ser algo, para que de nuevo sea alguien.
'Dios se ha hecho portador de la carne para que el hombre pueda ser portador del Espíritu' (Atanasio de Alejandría).
Esta es la realidad más desconcertante de la encarnación.
'Vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el pueblo de Dios' (1º Pedro 2:10).
Lo mismo puede decirse a nivel personal. Tú que, con el pecado eras no-persona, eras nada, ahora has vuelto a ser alguien. Te ha sido restituida tu identidad personal.
La 'noticia, motivo de alegría' de la Navidad creo que puede resolverse así: ¡tú has vuelto a ser alguien porque alguien te ama!

El camino que trajo a Dios hasta nosotros

Quizás se nos ha insistido demasiado acerca de los caminos para llegar a Dios.
Y olvidamos que 'no existe un camino que conduzca a Dios' (Karl Barth). Existe un camino sin embargo que trae a Dios hasta los hombres. Empieza precisamente en Belén y termina en el Calvario. Comienza en el pesebre y acaba sobre una cruz.
Sin este camino, todos los nuestros (aún garantizados con textos de especialistas, con abundancia de mapas y minuciosas recomendaciones para el viaje) no desembocan en ninguna parte.
Nuestro encuentro con Dios sólo es posible porque Dios mismo ha venido a encontrarnos.
Se ha observado que la ley del pecado es la caída.
La ley del amor en cambio, es el abajamiento.
Dios elige precisamente el descender.
'Dios no invita al siervo, quedándose Él en su puesto, sino que Él mismo baja a buscarlo. Siendo rico, viene a la casa del pobre. Presentándose, declara directamente su amor y busca un amor igual. Rechazado, no se aleja. Frente a la insolencia no se irrita. Echado fuera, se queda a la puerta y hace todo lo posible por mostrarse como verdadero amante. Martirizado, lo soporta todo y muere' (N. Cabasilas).
Por esta razón, algunos místicos hablan del 'amor loco de Dios'.
El mismo Cabasilas lo explica así: 'dos características revelan al amante y le hace triunfar: la primera consiste en hacer el bien al amado en todo cuanto sea posible, la segunda en elegir por él el sufrir cosas terribles si fuese necesario. Pero esta última prueba de amor, muy superior a la primera, no podía convenir a Dios, que es impasible.
Siendo amigo de los hombres, Dios podía colmarles de beneficios, pero, manteniéndose a distancia, no podía sufrir por ellos...
No debía, sin embargo, quedar escondido el inmenso amor de Dios hacia los hombres: y así, para darnos la prueba de su gran amor, para mostrarnos que nos ama con un amor sin límites, Dios inventa su anonadamiento, lo realiza y hace de manera que sea capaz de sufrir. Así, y con todo el sufrimiento que le viene encima, Dios convence a los hombres de su extraordinario amor por ellos y los trae de nuevo hacia sí...'.
Esta es, pues, la segunda precisión de la 'noticia, motivo de gran alegría': Dios tiene a gala hacernos saber que nos ama. Y, para hacérnoslo saber de la manera más segura, viene Él mismo a comunicarnos la noticia, llegando hasta nosotros, inventando el camino del abajamiento, del anonadamiento.
Así el amor responde al Amor.
'El hombre no cede más que bajo el peso de la extrema humillación de Dios' (Máximo el confesor).

Todos somos 'buscados'

Hay todavía una última información que recibimos con ocasión de la Navidad.
Se podría expresar así: ¿no sabes que te están buscando?
A primera vista, puede parecer una noticia poco tranquilizadora. Todos somos 'buscados' por Dios. No se excluye a nadie.
Sabiendo que nuestros documentos no están en regla, siendo conscientes de que tenemos asuntos sin resolver con la justicia divina, el hecho de que se nos busque no debería ser precisamente un motivo especial de alegría. Al contrario...
Además se da el agravante de que hemos escapado del lugar del delito.
'Adán, ¿dónde estás?' (Génesis 3:9).
Ahora oímos a un paso el respirar del perseguidor...
Pero el profeta, esta vez, barre de un plumazo nuestro miedo y nos explica la dicha de ser 'buscados':
'Mirad que Yahvé hace oír hasta los confines de la tierra: decid a la hija de Sión: mira que viene tu salvador, mira, su salario le acompaña, y su paga le precede. Se les llamará 'pueblo santo', 'rescatados de Yahvé'; a ti se te llamará 'buscada', ciudad no abandonada' (Isaías 62:11-12).
Ahí está la noticia decisiva: somos 'buscados' para no ser nunca más abandonados.
El Dios que nos busca, el Dios que se abajó hasta nosotros no nos abandonará más.
El-que-viene, nos advierte que viene para quedarse. Para estar con nosotros.
El Emmanuel es, precisamente, el Dios-con-nosotros. No un huésped ocasional.
Isaías nos descubre una de las maneras cómo Dos ve a los hombres desde lo alto:
'Él está sentado sobre el orbe terrestre cuyos habitantes son como saltamontes' (Isaías 40:22).
Hay que decir que es una imagen más bien insólita.
Sea lo que sea, ahora el Señor ha abandonado la altura, desde la que los hombres parecían saltamontes.
Bajó a nuestro nivel. Se ha hecho pequeñísimo, un niño. Ha venido a poner su morada entre nosotros.
Y nosotros podemos verlo. Contemplarlo con nuestros ojos. Dios se hace visible, se ofrece a nuestras miradas.
Y nos lleva a Belén, donde nos ha permitido verle, y allí Dios no sólo parece sino que es verdaderamente uno de nosotros.
Pero uno que nos dice:
'Con amor eterno te he amado' (Jeremías 31:3).
Y esta es la noticia, motivo de alegría".

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por venir a habitar entre nosotros, por venir a salvarnos. Gracias por tu infinito e incondicional amor. En el nombre de Jesús, amén.

diciembre 16, 2005

Edificar con temor y temblor

Antes que nada, mis disculpas porque la semana pasada anduve dando exámenes y me fue imposible sentarme a escribir.

En la iglesia a la que asisto, trabajo con un pequeño grupo de adolescentes. Aquí en Buenos Aires (en realidad, en todo el hemisferio sur), está por comenzar el verano, por lo que ellos no van a tener clases hasta marzo, que termina el receso, y por ende, sí van a gozar de muchísimo tiempo libre. Por este motivo, el sábado pasado les compartí lo siguiente:

"Cuando uno afirma: 'Yo sigo a Pablo', y otro: 'Yo sigo a Apolos', ¿no es porque están actuando con criterios humanos?
Después de todo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores por medio de los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada uno. Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino sólo Dios, quien es el que hace crecer. El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado según su propio trabajo. En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.
Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego".
(1º Corintios 3:4-15)

Por la misma carta, sabemos que en la iglesia de corinto había varios bandos enfrentados entre sí: "Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito. Digo esto, hermanos míos, porque algunos de la familia de Cloé me han informado que hay rivalidades entre ustedes. Me refiero a que unos dicen: 'Yo sigo a Pablo'; otros afirman: 'Yo, a Apolos'; otros: 'Yo, a Cefas'; y otros: 'Yo, a Cristo'. ¡Cómo! ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O es que fueron bautizados en el nombre de Pablo?" (1º Corintios 1:10-13). Por este motivo, Pablo los exhorta a vivir en unidad, a no dejarse llevar por las diferencias que carecen de sentido ante el sacrificio de Cristo. Recordemos que "hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fuimos llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos" (Efesios 4:4-6). Teniendo eso en mente, las rivalidades ya no tienen importancia.

Sin embargo, Pablo retoma este tema en el pasaje citado al principio, pero desde otro ángulo, donde afirma: "no importa quién sentó los cimientos (Pablo), o quién construyó sobre ellos (Apolos), lo que importa son los cimientos mismos (Cristo) y lo que cada uno edifique sobre ellos (crecimiento espiritual)".
Desde el momento en que decidiste seguir a Cristo, Él es el fundamento de tu vida, la roca de la parábola relatada en Mateo 7:24-27. Ahora bien, aquí es donde entra en juego tu responsabilidad: ¿qué edificarás sobre ella?

La clave podemos encontrarla en la carta a los Filipenses, capítulo 2, versículos del 12 al 16:

"Así que, amados míos, tal como siempre obedecieron, no sólo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense de su salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para su buena voluntad.
Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecen como luminares en el mundo, sosteniendo firmemente la palabra de vida"
.

El concepto es el mismo: "ocúpense de su salvación con temor y temblor" significa "hagan algo, es su responsabilidad la edificación, no todo termina con la decisión de seguir a Cristo sino que en realidad allí sólo empieza la carrera". Dios es el que se va a encargar de que puedan hacer aquello que se proponen: “Así dice el Señor: Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Haré que haya coherencia entre su pensamiento y su conducta, a fin de que siempre me teman, para su propio bien y el de sus hijos” (Jeremías 32:38-39).
Luego, Pablo vuelve a recalcar el concepto de unidad ("hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones") y la función de la iglesia como comunidad ("resplandecer como luminares en el mundo", es decir, dejar brillar la luz de Cristo a través de sí misma).
Finalmente, aparece la clave de la que hablaba: "sosteniendo firmemente la palabra de vida". ¿Cuál es la forma para ocuparse de la salvación, para edificar sobre la roca? Conociendo lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¿Cuál es, entonces, la mejor forma de saber qué es eso concretamente? Conociendo a Cristo, la Palabra encarnada. Y, otra vez, ¿cómo se hace eso? Conociendo la Palabra escrita (Biblia), testimonio de la Palabra encarnada (Cristo).

Te digo a ti lo mismo que a los adolescentes de la iglesia donde sirvo: se viene un tiempo de tranquilidad, de mayor tiempo libre (si no vives en el hemisferio sur, igual puedes tomar este consejo), pero no necesariamente de dejadez (flojera). Aprovecha este tiempo para acercarte más a Dios, para conocerlo más. Prepárate para dar más de Dios a quienes te rodean en este nuevo año, en vez de esperar más de parte de ellos. Hazte el hábito de leer la Biblia y de orar, para conocer más al Dios en quien crees. Te sorprenderá, lo prometo.

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a vivir este tiempo más cerca de ti, creciendo en el conocimiento de tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.