"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

marzo 08, 2007

Sorbida es la muerte en victoria

Hace muchos meses que no estoy por aquí. Por eso pido mil disculpas. Sin embargo, creo que no podría haber un mejor momento que éste para volver a escribir.

Hoy mismo, hace unas ocho horas, dejaron este comentario en el cuadro de diálogo de la sección izquierda:

"Tamy: ¿qué significa la muerte para nosotros los mortales?".

Y es que Dios de verdad está en cada detalle.


Anteayer a la noche falleció uno de los cristianos más comprometidos con amar al prójimo que conocí en mi vida: Roberto del Savio. Lo conocí a través de su hijo Patricio, que tiene mi edad. Es innumerable la cantidad de recursos, tiempo y esfuerzo que invirtió en ayudar a los demás. Un ejemplo claro es la tarea que realizó en esta página, encargándose de aconsejar vía e-mail a quienes lo necesitaban desesperadamente. En la parte de colaboraciones puede encontrarse un hermoso escrito que nos dejó. Además de esas cosas, personalmente pude encontrar en él un ejemplo, alguien que decidió comprometer su vida a Dios y fue fiel a esa determinación hasta su último día: "Se fue con la bandera puesta", me dijo con una mezcla de tristeza y admiración su hija menor. Roberto fue alguien que doce años antes de morir hizo esta petición por escrito a su familia (quienes se encargaron de cumplirla):

"Cuando me vaya con el Señor Jesucristo a las moradas del Padre del cielo, quiero que canten muchos coros celestiales y suene música de Dios para la gloria del Señor.

Amén.

Quiero que se escriba en un papel bien visible, tipo cartel, y luego se coloque sobre el cajón (todo esto si es posible y además si no queda mal, ustedes decidirán) lo siguiente:

"Sorbida/devorada es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?". (1º Corintios 15:54-55)

Gracias a Dios que nos da la victoria por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

Por lo cual todos seremos transformados.

Amén"
.


Tamy preguntó "¿qué significa la muerte para nosotros los mortales?". Esa es una buena pregunta. Las buenas preguntas son aquellas que exigen una buena respuesta.

Examinemos algunos intentos de explicación:

“La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede librarse con la muerte, que sería, así, una especie de despertar” (Ernesto Sábato).

“Mi abuelo murió cuando yo era niño. Era escultor. Era además un hombre muy bondadoso, dispuesto a querer a todo el mundo. Ayudaba a limpiar la casa de vecindad, hacía juguetes para los niños, y un millón de cosas. Tenía siempre las manos ocupadas. Y cuando murió, comprendí que yo no lloraba por él, sino por todas las cosas que hacía. Lloraba porque nunca volvería a hacerlas. Nunca volvería a labrar otro trozo de madera, ni nos ayudaría a criar palomas y pichones en el patio, ni tocaría el violín de aquel modo, ni nos contaría aquellos chistes. Era parte de nosotros, y, cuando murió, todos los actos se detuvieron, y nadie podía reemplazarlo. Era un individuo. Era un hombre importante. Nunca pensé en su muerte. Sí en cambio en todos los objetos labrados que nunca nacieron a causa de esa muerte. Cuántas bromas faltan ahora en el mundo. Hacía cosas en el mundo. Con su muerte el mundo perdió diez millones de actos hermosos (...) Todos deben dejar algo al morir, decía mi abuelo. Un niño o un libro o un cuadro o una casa o una pared o un par de zapatos. O un jardín. Algo que las manos de uno hayan tocado de algún modo. El alma tendrá entonces a donde ir el día de la muerte, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, allí estará uno. No importa lo que se haga, decía, mientras uno cambie las cosas. Así, después de tocarlas, quedará en ellas algo de uno. La diferencia entre un hombre que sólo corta el césped y un jardinero depende del uso de las manos, decía mi abuelo. La cortadora de césped pudo no haber estado allí; el jardinero se quedará en el jardín toda una vida (...) El abuelo murió hace muchos años, pero si usted mira dentro de mi cabeza, por Dios, en las circunvoluciones del cerebro verá las huellas digitales del pulgar de mi abuelo. El abuelo me tocó una vez. Como dije antes era escultor" (Ray Bradbury).


Para el frívolo personaje de Sábato, en su hermosa novela El túnel, la muerte es el acto final que libera al hombre de la pesadilla de vivir. Para Bradbury, la muerte es el acontecimiento que detiene una cadena de acciones, de cambios en el mundo... la muerte para él es el dejar de ser. Para el apóstol Pablo, la muerte ha perdido su poder, su aguijón, ha sido devorada por el sacrificio de Cristo: "mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1º Corintios 15:57).

Eso es lo que Roberto entendió doce años antes de morir. Eso es lo que le pidió a su familia que celebre. Con su muerte, Roberto evidenciaba una vez más el poder de Dios que operó en la cruz de Cristo, "resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y sobre cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero" (Efesios 1:20-21).

"¿Qué significa la muerte para nosotros los mortales?"... Para Roberto, como para cualquier otro cristiano, la muerte sólo recuerda la victoria de Cristo, la promesa de una eternidad en la presencia de Dios.

Espero que como él, puedas entender a la muerte de esa manera. Precisamente porque de eso se trata la gracia, el regalo de parte de Dios que no merecíamos: la muerte ya no puede retener a aquellos que aman a Dios y siguen a Cristo porque él mismo pagó el precio de su pecado, que los condenaba a morir. Los libró de la muerte espiritual, otorgándoles su victoria.

La muerte para los cristianos, entonces, es la puerta de acceso a una eternidad en la presencia de Dios. El apóstol Pablo decía en una de sus cartas:

"Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿qué escogeré? ¡No lo sé! Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo. Convencido de esto, sé que permaneceré y continuaré con todos ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe" (Filipenses 1:21-25).

Y eso es lo que Roberto hizo: vivió hasta el último de sus días para ayudar a su prójimo a crecer en la fe. Y hoy está "con Cristo, que es muchísimo mejor". Dios quiera que yo pueda vivir y morir de la misma forma.

Señor, gracias por tu Palabra. Abundante y precisa en los tiempos más difíciles. Roberto es una gran pérdida para todos nosotros, pero confiamos en que él está mejor ahora. Ayúdanos a llenar el vacío que su ausencia nos causa. Por sobre todo, lleva consuelo a su familia en este tiempo. Enséñanos a entender la vida y la muerte tan bien como él lo hacía. Gracias por su ejemplo hasta el final. En el nombre del Jesús, amén.