"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

diciembre 24, 2008

Encarnación

"Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Isaías 9:6).



"Dios, quien no tiene ni antes ni después, entró en el tiempo y el espacio. Dios, quien no conoce límites, asumió los confines sorprendentes de la piel de un niño, las limitaciones ominosas de la mortalidad" (Philip Yancey).

"Dios se ha hecho portador de la carne para que el hombre pueda ser portador del Espíritu" (Atanasio de Alejandría).

"Así descubro que he sido amado. Que existo porque alguien me ha amado.
Ahí está la raíz de mi ser. Y la raíz de mi unicidad. Alguien que me ama y que me llama por mi nombre.
Sin embargo, el hombre, porque ha pecado, ha vuelto a ser la nada absoluta. Se ha desintegrado, se ha desecho.
Dios le sigue amando, y acepta ser como él, se convierte Él mismo en nada, para que el hombre pueda volver a ser algo, para que de nuevo sea alguien.
(...)
Esta es la realidad más desconcertante de la encarnación.
'Vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el pueblo de Dios' (1º Pedro 2:10).
Lo mismo puede decirse a nivel personal. Tú que, con el pecado eras no-persona, eras nada, ahora has vuelto a ser alguien. Te ha sido restituida tu identidad personal.
La 'noticia, motivo de alegría' de la Navidad creo que puede resolverse así: ¡tú has vuelto a ser alguien porque alguien te ama!"
(Alessandro Pronzato).

Señor, gracias por rebajarte hasta hacerte hombre por mí. Gracias por habitar entre nosotros. Gracias por despoyarte de ti mismo. Gracias por hacerte nada por mí. Gracias por hacerme alguien en ti. Amén.

septiembre 07, 2008

Las promesas de Dios: ¿le creemos, o no?

El Señor había prometido a Moisés (y luego a Josué) que los israelitas conquistarían sin problemas toda la tierra que les había dado por herencia. Si te dispones a leer los primeros capítulos del libro de Josué, verás que mediante la obediencia a Dios, los judíos vencieron en Jericó y cómo, por causa de su desobediencia, fueron derrotados por la tribu de Hai. Es decir, el cumplimiento de la promesa estaba supeditado a su fe y obediencia (al fin y al cabo, la desobediencia es una muestra de incredulidad -la idea del hombre es mejor que la de Dios-).

Lo que es claro es que el pueblo judío conocía la promesa hecha a Moisés. Veamos, sin embargo, qué pasó con dos de las tribus (Judá y Manasés –la de José se había dividido en dos, Manasés y Efraín-), cuando Josué sorteó los territorios que le tocarían a cada una:

1º. Josué 14:6-14:
“Los descendientes de Judá se acercaron a Josué en Guilgal. El quenizita Caleb hijo de Jefone le pidió a Josué: «Acuérdate de lo que el SEÑOR le dijo a Moisés, hombre de Dios, respecto a ti y a mí en Cades Barnea. Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del SEÑOR, me envió desde Cades Barnea para explorar el país, y con toda franqueza le informé de lo que vi. Mis compañeros de viaje, por el contrario, desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero yo me mantuve fiel al SEÑOR mi Dios. Ese mismo día Moisés me hizo este juramento: "La tierra que toquen tus pies será herencia tuya y de tus descendientes para siempre, porque fuiste fiel al SEÑOR mi Dios".
»Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el SEÑOR hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el SEÑOR me ha mantenido con vida! Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces. Dame, pues, la región montañosa que el SEÑOR me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del SEÑOR los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido».
Entonces Josué bendijo a Caleb y le dio por herencia el territorio de Hebrón. A partir de ese día Hebrón ha pertenecido al quenizita Caleb hijo de Jefone, porque fue fiel al SEÑOR, Dios de Israel”.


2º. Josué 17:14-18:
“Las tribus de José le reprocharon a Josué:
-¿Por qué nos has dado sólo una parte del territorio? Nosotros somos numerosos, y el SEÑOR nos ha bendecido ricamente.
Entonces Josué les respondió:
-Ya que son tan numerosos y encuentran que la región montañosa de Efraín es demasiado pequeña para ustedes, vayan a la zona de los bosques que están en territorio ferezeo y refaíta, y desmonten tierra para que habiten allá.
Los descendientes de José replicaron:
-La región montañosa nos queda muy pequeña, y los cananeos que viven en el llano poseen carros de hierro, tanto los de Betsán y sus poblaciones como los del valle de Jezrel.
Pero Josué animó a las tribus de Efraín y Manasés, descendientes de José:
-Ustedes son numerosos y tienen mucho poder. No se quedarán con un solo territorio, sino que poseerán la región de los bosques. Desmóntenla y ocúpenla hasta sus límites más lejanos. Y a pesar de que los cananeos tengan carros de hierro y sean muy fuertes, ustedes los podrán expulsar”.


Veamos las diferencias fundamentales:
Caleb tiene muy presente la promesa que Dios le había hecho, pese a que ya habían pasado cuarenta y cinco años. Sigue esperándola “con la misma fortaleza” y “energía”. Está tan convencido de que Dios cumplirá lo que le prometió que no le preocupan los habitantes que aún no habían sido expulsados, ni sus “ciudades enormes y fortificadas”. Está seguro de que “con la ayuda del Señor” podrá expulsarlos sin problemas.
La media tribu de Manasés (primogénito de José), en cambio, no tiene presente la promesa, sino que simplemente va a Josué a “reprocharle” lo que le tocó en suerte. Josué, que sí la tenía clara, simplemente les dice que no se preocupen, que tienen mucho territorio más para conquistar aún. Pero Manasés (que literalmente significa “olvidadizo” o “que hace olvidar”), sólo se queja porque “los cananeos que viven en el llano poseen carros de hierro”. Se olvidan de que Dios estaba con ellos y les había prometido la victoria. Tienen miedo. Josué se los recuerda y los anima.

De hecho, si analizas las palabras del último discurso de Josué antes de morir, verás que apuntan precisamente a confiar en Dios y sus promesas, ya que “ninguna ha dejado de cumplirse al pié de la letra”:
“Mucho tiempo después de que el SEÑOR le diera a Israel paz con sus enemigos cananeos, Josué, anciano y cansado, convocó a toda la nación, incluyendo a sus líderes, jefes, jueces y oficiales, y les dijo: «Yo ya estoy muy viejo, y los años me pesan. Ustedes han visto todo lo que el SEÑOR su Dios ha hecho con todas aquellas naciones a favor de ustedes, pues él peleó las batallas por ustedes. Yo repartí por sorteo, como herencia de sus tribus, tanto las tierras de las naciones que aún quedan como las de aquellas que ya han sido conquistadas, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. El SEÑOR su Dios expulsará a esas naciones de estas tierras, y ustedes tomarán posesión de ellas, tal como Él lo ha prometido.
»Por lo tanto, esfuércense por cumplir todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés. No se aparten de esa ley para nada. No se mezclen con las naciones que aún quedan entre ustedes. No rindan culto a sus dioses ni juren por ellos. Permanezcan fieles a Dios, como lo han hecho hasta ahora. El SEÑOR ha expulsado a esas grandes naciones que se han enfrentado con ustedes, y hasta ahora ninguna de ellas ha podido resistirlos. Uno solo de ustedes hace huir a mil enemigos, porque el SEÑOR pelea por ustedes, tal como lo ha prometido.
»Por mi parte, yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del SEÑOR su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues Él no ha faltado a ninguna de ellas»”
(Josué 23:1-10,14).

Aquí debajo te dejo unas cuántas promesas que Dios nos hizo a nosotros directamente. Te animo a pedirle a Dios que cumpla esas promesas en tu vida.

(Nota: si en vez de ver unas imáganes girando con versículos escritos en ellas ves un cartel que dice "¡Entre tu correo electrónico para conseguir nueva notificación de fotos!", sólo haz click en la equis del margen superior derecho para cerrar la publicidad y volver a las imágenes).



Finalmente, aquí tienes cuatro versículos que hablan acerca del Espíritu Santo como garantía de esas promesas que acabas de leer y, espero, tomaste para tu vida.

“Dios nos dio su Espíritu como garantía de sus promesas. Por eso, mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista” (2º Corintios 5:5-7).
“Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas” (2º Corintios 1:21-22).
“Cuando oímos el evangelio, y creímos lo que dice, fuimos marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios” (Efesios 1:13-14).
“Yo rogaré al Padre, y les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes sí lo conocen, porque vive en ustedes, y estará en ustedes. Y el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les dije” (Juan 14:16-17,26).

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por espontáneamente regalarme todas esas promesas. Gracias por darte a ti mismo como garantía inquebrantable de su cumplimiento. Ayúdame a creerte más, a confiar más en el advenimiento de esas realidades. En el nombre de Jesús, amén.

agosto 14, 2008

No se trata de creer en Dios

Finalmente, de vuelta al ruedo. Espero poder escribir con frecuencia. Como es notorio, nuevo diseño, más minimalista, más fácil para leer. Además, hace tiempo vengo escribiendo otro blog: Incomparable luz. Es otro estilo, son más pensamientos o reflexiones que enseñanzas de tipo más expositivo, como las de aquí. En fin, vamos a lo que nos ocupa.

¿Por qué digo que no se trata de creen en Dios? Siendo cristiano, te parecerá que no tiene sentido que plantee que no se trata de creer en Él. Pero de verdad pienso que no pasa por ahí. Hoy en día, la gran mayoría del mundo hispanohablante cree en Dios: sacando las minorías ateístas (que no tienen Dios, como los budistas, taoistas o confucionistas), los ateos (que creen que no hay un Dios) y los agnósticos (que no pueden determinar si Dios existe o no), todos creen que hay un Dios por sobre el hombre. Ya sean cristianos católicos o protestantes, judíos o musulmanes, todos creen que hay un Dios. ¡Hasta los satanistas creen que hay un Dios! ¿O acaso "los demonios [no] lo creen, y tiemblan" (Santiago 2:19)?

No se trata de creer en Dios. Se trata de creerle a Dios. Creer en Dios significa pensar que existe. Creerle a Dios implica no sólo pensar que existe, sino también que todo lo que dice y hace es verdad y es bueno. Tanto, que lo quieres para tu vida.

Te doy un ejemplo bíblico: si te preguntara cuál fue el pecado de Adán y Eva y tuvieras que responderme rápido, casi con seguridad me dirías "comer del fruto prohibido". Sin embargo, si lees con atención el pasaje, te darás cuenta de que no es así:

"La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer:
—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?
—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: `No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán´.
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió"
. (Génesis 3:1-6)

Comer del fruto no fue su pecado, sino la consecuencia del mismo: "Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte" (Santiago 1:14-15). El pecado de Adán y Eva fue dejar de creerle a Dios y empezar a creerle a la serpiente. Fue tener por mentiroso a Dios. Fue tener por ignorante a Dios. Fue creerse mejores que Dios. Entonces, comieron del fruto. Siguieron creyendo en Dios (no podían negarlo), pero dejaron de creerle a Dios; así se engendró su pecado, que al ser consumado implicó su muerte.

En este sentido, el "pecado original" no sería sólo el primero, sino el germen de los demás, su origen (no quiero entrar en una discusión acerca de la doctrina del pecado original ahora). Piénsalo en tu vida: cada vez que pecamos, no es más que una muestra de nuestra incredulidad, porque pensamos que lo que queremos es mejor que lo que Dios quiere para nosotros. Cada vez que pecamos, tenemos por mentiroso a Dios. No dejamos de creer en Él, pero sí de creerle a Él. Por eso, así como Adán y Eva se "convirtieron" al diablo, al creerle a él y dejar de creerle a Dios, nosotros debemos hacer el proceso inverso y convertirnos a Dios, que consiste en dejar de creerle al diablo y volver a creerle a Él.

¿Qué pasaría si de verdad creyésemos que absolutamente nada puede separarnos de su amor (Romanos capítulo ocho), que en Él todas las cosas son hechas verdaderamente nuevas (2° Corintios capítulo cinco), que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo capítulo 28), que Él cuida de nosotros en medio de la ansiedad (1° Pedro capítulo cinco), que somos más que vencedores por su amor (Romanos capítulo ocho), que Él es poderoso para socorrernos cuando somos tentados (Hebreos capítulo dos), que todas las cosas nos ayudan a bien a quienes lo amamos (Romanos capítulo ocho)...?

¡Nos cuesta tanto creerle a Dios!. Porque es fácil creer en Él, casi todo el mundo lo hace. Pero creerle a Él ya implica mucho más. Se trata de vivir acorde a lo que Él nos sugiere, de creer en lo que nos dice, de hacer lo que nos manda. Si de verdad pudiéramos creerle a Él con todo nuestro ser, el pecado no tendría lugar en nuestra vida. El pecado es sólo la evidencia de nuestra incredulidad, nuestra falta de fe. Intentemos, entonces, realmente confiar en Dios. Pidámosle que nos ayude a tener más fe. Confiemos en que su manera es la mejor manera. Empecemos a creerle a Él, en vez de sólo creer en Él.

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a creerte más, a amarte más. Perdóname por mi incredulidad, por creer que mis ideas son mejores que las tuyas. Ayúdame a confiar más en Ti. Te amo. Gracias. En el nombre de Jesús, amén.

marzo 26, 2008

Una luz en el mundo

"El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?" (Salmo 27:1).

Alrededor del mundo se celebra por estas fechas la pascua, es decir, el aniversario de la crucifixión de un judío de poco más de treinta años, acusado de llamarse a sí mismo Hijo de Dios. Sólo una muerte más entre las miles de millones en la historia de la humanidad y, sin embargo, una capaz de trastocar la historia, cambiarla para siempre. Y no sólo para siempre mirando desde ese momento hacia atrás, sino también hacia adelante: la vida de cada hombre es hoy distinta dependiendo de cómo entienda esa muerte.

Los cristianos, es decir, aquellos que elegimos creerle a ese judío ser quien decía ser, reconocemos en ese acontecimiento el fundamento de nuestra identidad. Somos cristianos porque elegimos seguir a este Jesús que comenzamos a llamar Cristo, es decir, Salvador. Porque tomamos la determinación de vivir lo más parecido a lo que Él vivió que podamos, como una forma de gratitud por el sacrificio que ofreció en nuestro lugar como pago por las consecuencias de nuestra maldad y nuestras rebeliones. Porque nos dimos cuenta de que a partir de ese hecho, pasamos de no-ser a ser-en-Dios.

Y es éste el milagro que lo hizo posible:


"Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo". (2º Corintios 4:6)


El mismo Dios que separó la luz de las tinieblas es quien prendió una lamparita en medio de la oscuridad de nuestras vidas. Todo aquello que era confuso, borroso, sucio... toda esa sensación de sinsentido, vacío, despropósito... toda esa maraña de pensamientos inconexos, de búsquedas inconclusas, de propósitos inacabados... todo aquello que era desorden, confusión, intranquilidad... de pronto, fue iluminado por la luz de Cristo, y todo cambió.


Ése es el milagro de la pascua: Dios viniendo al mundo para traer luz. "En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla. Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él" (Juan 1:1-10).

Es interesante ver que la oscuridad no es algo en sí mismo, sino solamente la ausencia de luz. Es decir, no hay algo que pueda ser llamado oscuridad, por tanto, no es que en el mundo había oscuridad, sino simplemente que no había luz. Cristo vino a cambiar eso. Y lo que es extraordinario, es que sigue haciendo eso mismo en la vida de cada hombre que decide seguirlo: cuando Cristo llega a tu vida, una luz (que te permite conocer a Dios, a los demás y a ti mismo más) se enciende.

Y, entonces, llega la consecuencia inevitable:
"Porque ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora viven en la luz del Señor. Vivan como hijos de luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad) y comprueben lo que agrada al Señor. No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas, porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto. Pero todo lo que la luz pone al descubierto se hace visible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible. Por eso se dice: 'Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo'". (Efesios 5:8-14)

Recuerda, dice el Señor: "Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra" (Isaías 49:6b).


Espero que seas realmente conciente de lo que "llevar la luz de Cristo hasta lo último de la tierra" significa. La verdad es que estoy cansado de ver cómo se la menosprecia, se la oculta, se la desestima:



Dios quiera sepamos llevar con dignidad su luz, como lo hicieron tantos que han dado hasta su vida.


Dios bendiga tu vida y la llene de luz.

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por haber traído la luz a este mundo y a mi vida. Enséñame a llevar esa luz hasta lo último de la tierra. En el nombre de Jesús, amén.