"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

julio 14, 2004

¿Por qué y para qué, los dones espirituales?

Ya pasó bastante tiempo desde la última vez que anduve por acá. Pido disculpas por eso.

Hace varios días que vengo tratando de buscar una definición lo más exacta posible de los dones espirituales. Creo que ellos conforman la parte más cercana a lo divino que una persona -si aceptó a Cristo- puede tener. O, como dice el diccionario bíblico de Certeza, "el efecto visible de la gracia en palabras o en hechos".

Bíblicamente, son una "manifestación del Espíritu" (1º Corintios 12:7), conforme a la "multiforme gracia de Dios" (1º Pedro 4:10).

En el Nuevo Testamento figuran tres listas de dones espirituales, ubicadas en 1º Corintios 12:4-11 y del 28-30, Romanos 12:6-8 y Efesios 4:7-12.

Pueden separarse en dos grandes ramas: aquellos que apuntan a ministerios relacionados con la Palabra, y aquellos cuyo objetivo es un servicio más práctico.

Dentro de los dones de la Palabra -o de expresión-, se encuentran el apostolado, la profecía, la sabiduría, la ciencia, el discernimiento de espíritus, la enseñanza, el hablar en lenguas angelicales y la interpretación de esas lenguas.

"Apóstol" significa "enviado". Originariamente los doce discípulos de Cristo recibieron este título. Luego Pablo lo utilizó para definirse, y finalmente en la Biblia se refiere a otras personas como tales, como es el caso de Bernabé, Andrónico y Junías, entre otros. Un apóstol es un mensajero enviado a proclamar el evangelio entre los incrédulos. Los apóstoles que figuran en la Biblia eran personas que tenían una relación realmente cercana con Dios. Casi todos ellos poseían, además, dones de sanidad, profecía, milagros y lenguas. Los apóstoles fueron quienes formaron el basamento de la doctrina cristiana. Fueron quienes, utilizando los dones de ciencia y sabiduría, explicaron la Palabra a quienes nunca habían oído de Cristo.
Hay quienes creen que hoy en día ya no hay apóstoles, y hay quienes creen que sí. Pablo defendía su apostolado mediante el poder que Cristo le había otorgado, según él, "el reino de Dios no se trata de palabras, sino de poder" (1º Corintios 4:20). Quien hoy se llame a sí mismo apóstol, deberá demostrarlo con poder, y no con palabras.

La profecía es uno de los dones espirituales más importantes, porque implica transmitir el mensaje de Dios. La profecía es una revelación que el Espíritu da a una persona. Su fin puede ser la edificación, la exhortación, la consolación, o la dirección sobre la voluntad de Dios. No siempre la profecía es acerca de eventos futuros. La función principal de los profetas en el Nuevo Testamento es la de "comunicar revelaciones divinas de significación temporaria, que indicaban a la iglesia qué saber y hacer en determinadas circunstancias", según afirma el diccionario bíblico de Certeza.

La sabiduría es probablemente el más importante de los dones. Este don implica la capacidad de encontrar la voluntad de Dios en la vida diaria. Una persona con este don es aquella que en base a la Palabra de Dios puede aconsejar a otra sobre cuestiones espirituales.

La ciencia es la capacidad de extraer conocimiento de la Palabra. Es el don de que permite realizar expresiones inspiradas que contienen o incorporan conocimiento.

El discernimiento de espíritus es el don que posibilita a una persona para determinar cuando una persona habla de parte de Dios, de cuando no es de parte de Él. Sirve para diferenciar a los falsos profetas de los verdaderos. Es la capacidad de ver más allá, "no mirando lo que se ve, sino lo que no se ve, porque lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno" (2º Corintios 4:18).

La enseñanza es la capacidad de exponer y aplicar la doctrina cristiana ya establecida. Esa es la diferencia puntual con la profecía, que da a conocer revelaciones nuevas. El ministerio de enseñanza casi siempre se desarrolla en una iglesia local.

El hablar en lenguas angelicales implica poder comunicarse con el Espíritu en una forma más directa, que trasciende a nuestro entendimiento.

La interpretación de lenguas es la capacidad de traducir a idiomas humanos las lenguas angelicales.

Dentro de los dones para el servicio práctico, se encuentran la fe, la sanidad, el hacer milagros, la ayuda, la dádiva a los necesitados, la misericordia, el diaconado, la administración y la dirección.

La fe no es simplemente la que se necesita para ser salvo, sino aquella que se requiere para realizar hazañas maravillosas ("si tienen una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a una montaña: 'trasládate de aquí para allá', y se trasladará. Para ustedes nada será imposible").

La sanidad es la capacidad de restaurar la salud de una persona por medio de la intercesión en oración.

El hacer milagros se relaciona directamente con la habilidad de realizar obras que demuestran poder, como el resucitar muertos o liberar endemoniados.

La ayuda es la acción práctica de cuidado hacia los más débiles, los enfermos y los necesitados.

La dádiva a los necesitados está emparentada con la ayuda, y es el dar limosnas con liberalidad.

La misericordia es la capacidad de sentir empatía, es decir, sentir lo que el otro siente. Es el amor en la miseria.

El diaconado es el servicio a los miembros del cuerpo de Cristo.

La administración es la capacidad de gobernar y dirigir una iglesia local.

La dirección es prácticamente lo mismo que la administración, salvo que está más emparentada con la misericordia, con prestar auxilio.

1º Corintios 12:11 dice:
"Todos estos dones los produce un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina."
Esto es lo que más en claro debe quedarnos. Nosotros no poseemos dones. Uno no tiene el don de sanidad, o de enseñanza, sino que "a cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien de los demás" (versículo 7). Por ende, no tenemos de qué gloriarnos en lo que a dones respecta, porque simplemente son parte de la gracia de Dios. No son nuestros.

Sin embargo, tenemos una seguridad en Cristo, "porque irrevocables son los dones de Dios" (Romanos 11:29), por lo que tenemos la certeza de que nadie puede quitarnos aquello que Él nos dio. Nuestra labor consiste sencillamente en desarrollar nuestros dones, esto es, ejercitándolos.

Todos los dones apuntan específicamente a bendecir al prójimo, es por esto que siempre que roguemos a Dios que nos dé determinado don para servir a un hermano, Él nos lo dará. "Todo lo que pidieren en oración, creyendo, lo recibirán" (Mateo 21:22).

"Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones", dice 1º Corintios 12:31a. ¿Cuál es la forma más sencilla de saber, entonces, cuáles son "los mejores dones"?. No es tan complicado: son aquellos que más bendición traen sobre las personas que nos rodean. A mí entender: sabiduría, profecía, fe y ciencia.

Sin embargo, no olvidemos que "hay un camino aún más excelente" (versículo 31b). El camino del amor.

Señor, que el Espíritu Santo se manifieste a través mío de la manera que crea conveniente y a tu tiempo. Por mi parte, te pido sabiduría y ciencia, para poder bendecir a quienes me rodean con tu verdad. Llename de amor para entender que estas dádivas no son para mí, sino para los demás, y de humildad, para que nunca olvide que sos Vos a través mío, y simplemente yo. Amén.