"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

junio 21, 2004

Fin de la liturgia

Hay dos momentos por excelencia en los que el cristiano más miente: cuando canta, y cuando participa de la Santa Cena (que en realidad, en muchas iglesias debería llamarse Santo Desayuno, ya que se desarrolla a la mañana).

Según 1º Corintios 11:23-30, en esto consiste la Santa Cena:
"En la noche en que el Señor Jesús fue traicionado, tomó pan, y después de dar gracias dijo: 'Este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego; hagan esto en memoria de mí'. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: 'Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de mí'.
Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga.
Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condena".


La realidad, desgraciadamente, es que muchas veces participamos de la Cena por costumbre. Es que se convirtió en una institución, un rito, una liturgia. Comemos el pan y bebemos de la copa, sin olvidarnos -por supuesto- de orar, siempre y cuando en esa oración se repitan exactamente las mismas palabras que cada domingo decimos en exacta, religiosa, progresión.

"Cada vez que comemos ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que Él venga".

En cada ocasión que participamos de la Santa Cena, no hacemos otra cosa que decir: "Cristo se hizo hombre, vino a la tierra y vivió sin pecado. Murió santo para pagar mis ofensas y abrirme el camino al Padre. Gloria a Dios". Estas palabras no deben abandonar nuestro corazón nunca.

Si se convierte en hábito pierde sentido. No sólo porque bebamos juicio, como dice la Palabra, sino porque no valoramos el sacrificio de Cristo.

Examinemos nuestra vida antes de participar. Terminemos con el pecado, el doble ánimo, la apariencia, la hipocresía, la mentira, el rencor, la falta de perdón. Santifiquémonos y recordemos a Cristo en libertad.

Jesús, gracias por abrirme el camino al Padre. Santificá mi vida y mi oración. Perdoná mis ofensas y mis omisiones. Enseñame a ser digno de llamarme hijo tuyo. Amén.

junio 18, 2004

Sólo una cuestión de actitud

Como cristianos, el diablo continuamente nos tienta para que caigamos en pecado. Ante esto, solemos tener dos actitudes: creer que ya estamos más allá de toda debilidad, que ya crecimos espiritualmente lo suficiente como para ceder ante los trucos del maligno; o pensar que los problemas, las circunstancias, las tentaciones que vivimos, son demasiado para nosotros, y por ende no podemos soportarlas. En ambos casos, sin excepción, caemos; y el príncipe de este mundo lo sabe.

Es por esto que Pablo les da este consejo a los cristianos de la iglesia de Corinto:

"Si alguno piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que sean tentados más allá de lo que puedan soportar. Mas bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida a fin de que puedan resistir". (Capítulo 10, versículos 12 y 13)

Dios nos manda, en 1º Josué 1:9, que "nos esforcemos y seamos valientes, que no temamos ni desmayemos, porque Él estará con nosotros dondequiera que vayamos".

También dice en Hebreos 2:18 que "en cuanto Cristo mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados".

No debemos creer que estamos de vuelta, porque la vanidad va a matarnos, pero tampoco debemos creer que las pruebas pueden sobrepasarnos, porque nuestro Dios es más grande que cualquier problema, tentación o vicio. Tenemos la seguridad de que Aquel que fue tan poderoso como para vencer a la muerte, será igual de fuerte para sostenernos cuando lo necesitemos (creer lo contrario es tener en poco la muerte de Cristo).

Aferrémonos, entonces, al poder de Dios, sometámonos a Él. Resistamos al diablo, quien -como dice Santiago 4:7- "huirá de nosotros".

Señor, sos mi roca en la tempestad. Enseñame a asirme a Vos cuando sienta que no pueda más. No permitas que me considere nunca demasiado firme como para no cuidarme, no someterme a Vos. Dame la fuerza y la valentía para enfrentar la vida con Vos a mi lado. Amén.

junio 17, 2004

Adaptación al entorno

En todas sus cartas, Pablo nos muestra que, si bien el mensaje es el mismo, no debe presentarse de la misma forma.

Por ejemplo, cuando escribe a los Romanos, les habla de la importancia de abrir sus mentes, de no estar tan apegados a la ley, sino al conocimiento de Dios. En su epístola a los Corintios pone el énfasis en que el comportamiento de alguien que tiene a Cristo debe ser distinto del que alguien que no tiene, y por ende los exhorta a tener un cambio, un crecimiento espiritual.

¿Qué significa esto? Que no hay formas correctas de predicar el evangelio. Que no hay "métodos" tontos, ni tampoco demasiado ambiciosos.

El espíritu de Dios guía las palabras de quien predica, por ende no es importante la forma, sino el fondo, el contenido.

1º Corintios 9:19-22 dice:
"Siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos".

Esto cobra relevante importancia hoy, cuando estamos llamados a predicar el evangelio hasta lo último de la tierra. No se puede adaptar las personas al mensaje, sino el mensaje a las personas. Por ende, no es lo mismo hablarle de Dios a un preso, a un político o a un aborigen.

Debemos hacer lo que sea necesario para llegar a todas las personas que podamos. Si se necesita producir grandes eventos para llegar a las clases medias y altas, adelante. Si se precisa hacer pequeños actos humildes para llegar a los marginados, adelante. Si se requiere traducir la Palabra de Dios a cada idioma o lengua que se habla en la tierra (cerca de 6800), entonces adelante.

Seamos a cada persona como cada persona. Sean ricos o pobres, trabajadores o desempleados, niños o adultos, nativos o extranjeros. Amemos a las almas, no al mensaje.

El amor de Dios se encargará de encontrar las formas, nosotros -simplemente- no lo limitemos.

Señor, enseñame a dejarme utilizar por Vos en la forma que Vos quieras, siendo y haciendo lo que Vos quieras para la salvación de muchos. Amén.

junio 16, 2004

Amar para conocer

Luego de las vacaciones ejísticas, ejeísticas, o ejecísticas, he vuelto.

Me di cuenta de que muchísimas veces le pedí a Dios sabiduría, sin entender que para ser sabio se necesita amar.

Recuerdo una persona que conocí en un campamento en Córdoba. Dios lo había sacado de las drogas, y él se lo agradecía con cada acto de su vida. Me acuerdo que me contó que todos los días pedía a Dios que le dé sabiduría, pero que sólo lo haga en la medida de su humildad, porque no quería caer en vanidad. Recuerdo que cuando escuché esto me impresionó muchísimo.

1º Corintios 8:1b dice:
"El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica".

Cuando leí esto recordé las palabras de esa persona.

El pasaje sigue:
"En cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo no es absolutamente nada, y que hay un sólo Dios (...) Y lo que comemos no nos acerca a Dios; no somos mejores por comer, ni peores por no comer. Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles. Porque si alguien de conciencia débil te ve a ti, que tienes este conocimiento, comer en el templo de un ídolo, ¿no se sentirá animado a comer lo que ha sido sacrificado a los ídolos? Entonces ese hermano débil, por quien Cristo murió, se perderá a causa de tu conocimiento. Al pecar así contra los hermanos, pecan ustedes contra Cristo. Por lo tanto, si mi comida ocasiona la caída de mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado". (versículos 4 y del 8 al 13)

Al leer esto comprendí que el conocimiento debe venir acompañado del amor, porque de no ser así, de nada sirve. Muchas veces utilicé mal el conocimiento que Dios me dio, porque por causa de él hice dudar a otras personas.

Al entender esto cambió mi oración. Debo amar para poder entender, porque el amor construye mientras que el conocimiento por sí mismo aísla.

Dios, llename de amor, para que pueda entender, conocer, como vos lo hacés. Amén.

junio 08, 2004

Libertad de elección

1º Corintios 6:12:
"Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar por ninguna".

Podemos hacer lo que queramos, es claro. Sin embargo, no todo lo que queremos hacer es bueno para nosotros. No todo lo que deseamos "conviene". Como cristianos, tomamos una elección diaria, continuamente, casi sin darnos cuenta.

En el antiguo testamento figura el primer pacto, aquel que Dios hizo con el pueblo judío -en el que le prometía un lugar propio donde vivir, luego de muchos años de esclavitud en tierras extranjeras-. Este es un fragmento del pacto que Moisés, por orden del Señor, hizo con los israelitas en Moab:

"Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la vas a tomar posesión.
Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el río Jordán.
Hoy pongo el cielo y la tierra de testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a Él, porque de Él depende tu vida, y por Él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob".
(Deuteronomio 30:15-20)

Todo el tiempo optamos entre "la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición". Si bien hay un día en el que decidimos seguir a Cristo o rechazarlo, después de esa elección (si optamos por Cristo) vivimos un continuo tira y afloje con el pecado.

"Todo nos es lícito", pero sólo los caminos del Señor traen bendición para nosotros y los que nos rodean. Sólo Cristo nos "conviene".

Por otro lado, incluso las cosas lícitas -y buenas- pueden ser malas si dejamos que "nos dominen". Nada puede ocupar el lugar de Dios. Ni el sentir hacia una persona, ni el estudio, ni el trabajo, ni un hobbie, ni ninguna otra cosa, pueden pasar a regir nuestra vida (mucho menos si es el pecado el que se enseñorea de nosotros). Nuestra vida no puede basarse en satisfacer esos sentimientos o actividades, porque sólo puede servirse a un dios, y debe ser al único Dios.

Podemos hacer lo que queramos, pero no todo es bueno para nosotros. Podemos hacer lo que queramos, pero ninguna de esas cosas puede pasar a tomar el primer lugar en nuestra vida, porque ese sitio pertenece exclusivamente a Dios.

junio 07, 2004

Un poco de levadura

Debemos desterrar la hipocresía de en medio de nosotros. Porque por esta falsedad que los que son del mundo ven en nosotros es que rechazan a Cristo.

Pablo dice, en 1º Corintios 5:6:
"¿No se dan cuenta de que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?".

Si entre nosotros hay caretas, máscaras o dobles mensajes, nosotros mismos somos los perjudicados. Dios no tolera el pecado, y por ende no va a bendecirnos si éste habita en medio nuestro.

En Josué capítulos seis y siete narra la siguiente historia: Luego de que Dios les entregase a los judíos la ciudad de Jericó, en la tierra prometida, les ordenó que "no tomasen nada de lo que había en la ciudad, ya que había sido destinado al exterminio, para que ni ellos ni el campamento de Israel se pongan en peligro de extermino y de desgracia" (Josué 6:18). Pero una persona -una sola persona- no cumplió esta orden: "Este hombre provocó la ira del Señor contra los israelitas" (Josué 7:1). Como consecuencia de eso, cuendo el pueblo judío volvió a entrar en batalla -una mucho más sencilla que la de Jericó-, fue arrasado. Entonces, Josué se postra ante el Señor y le pregunta qué ocurrió. Esta fue la respuesta que recibió: "Los israelitas han pecado y violado la alianza que concerté con ellos. Se han apropiado del botín de guerra que debía ser destruido y lo han escondido entre sus posesiones. Por eso, los israelitas no podrán hacerles frente a sus enemigos, sino que tendrán que huir de sus adversarios. Ellos mismo se acarrearon su destrucción. Y si no destruyen ese botín que está en medio de ustedes, yo no seguiré a su lado. No podrás resistir a tus enemigos hasta que hayas quitado el oprobio que está en el pueblo" (Josué 7:11-13). Luego de oír esto, Josué buscó hasta encontrar al culpable de que la ira de Dios se volviese contra ellos, que se llamaba Acán. Esto ocurrió cuando fue descubierto: "Josué y todos los israelitas tomaron a Acán y lo llevaron al valle de Acro, junto con lo que había tomado del botín; también llevaron a sus hijos, sus hijas, el ganado, su carpa y todas sus posesiones. Entonces, todos los israelitas apedrearon a Acán y a los suyos, y los quemaron" (Josué 24-25).

Más allá de lo trágico de la historia y del castigo que Acán y su familia recibió, lo importante es el hecho de que Dios se apartó de Israel porque una persona -sólo una persona- no lo obedeció. "¿No se dan cuenta de que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?".

Pablo aconseja a corintios: "No se relaciones con personas inmorales. Por supuesto, no me refiero a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer". (1º Corintios 5:9-11)

No puede haber entre nosotros -no podemos tolerarlo- hipocresía o dobles mensajes. No podemos predicar lo que no vivimos ("el reino de Dios no se trata de palabras, sino de poder" -1º Corintios 4:20-), sobre todo porque le da una mala imagen a Cristo, sencillamente porque no podemos predicar otro Jesús que el que vivimos.

No consintamos que "un poco de levadura haga fermentar toda la masa" en nuestra iglesia.

junio 06, 2004

Se trata de poder

1º Corintios 4:20 dice:
"El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder".

Muchas veces hablamos de cómo seguir a cristo. Muchas veces queremos dar clases sobre cómo vivir la vida cristiana, y criticamos las faltas de los demás y pensamos cómo nosotros lo haríamos mejor.

La Biblia es clara en lo siguiente: "No se trata de palabras, sino de poder". No se trata de explicar con frases sino con hechos, con el ejemplo.

Se trata de poder, de autoridad, de victoria. Si vivimos en pecado y hablamos de santidad, no vivimos en poder; y el reino de Dios se trata de poder.

Santifiquemos, entonces, nuestra vida en el poder de Dios antes de hablar.

junio 05, 2004

El ladrillo santo

Debemos ser un cascote santo, o al menos, eso es lo que la Biblia dice.

1 Pedro 2:4-5
"A medida que se acercan a Él, la Piedra viva -rechazada por los seres humanos pero escogida por Dios y preciosa para Él-, ustedes también, como piedras vivas, están siendo edificados para convertirse en una casa espiritual".

Debemos ser piedras vivas con las cuales se construya el lugar donde Dios viva por medio de su Espíritu. Efesios 2:18-22 dice:

"Por medio de Cristo tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu.
Consecuentemente, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, con el propio Jesucristo como la piedra angular. En Él todo el edificio es unido y se levanta para convertirse en un templo santo en el Señor. Y en Él ustedes también están siendo edificados conjuntamente para convertirse en un lugar donde Dios viva por medio de su Espíritu".


1 Corintios 3:9 dice:
"Ustedes son el campo de cultivo de Dios, el edificio de Dios".
Quien nos predicó a Cristo crucificado echó lo cimientos, y quien nos discipuló en el camino del Señor comenzó a edificar en nosotros. Sin embargo, es responsabilidad de cada uno, como continúa diciendo el versículo 10, "tener cuidado de cómo sobreedificamos".

Teniendo a Cristo como fundamento, debemos construir nuestra vida en torno al conocimiento del Padre, para poder ser un sacerdocio santo que pueda "ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo", como dice 1 Pedro 2:5.

junio 04, 2004

La fe en el poder de Dios

La primera epístola a los Corintios, en el versículo 5 del segundo capítulo dice:

"Vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".

Cuando leí esto me quedé pensando en su significado. "¿Cómo puede nuestra fe estar basada en el poder de Dios?", me pregunté. Entonces, traté de descifrar aquello que este versículo quería decir palabra por palabra. Esto fue la conclusión a la que llegué:

Comienza diciendo "vuestra fe...". La definición de fe la encontramos en Hebreos 11:1: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".

Entonces, nuestra certeza y convicción deben estar "fundadas en el poder de Dios".

¿Qué es "poder de Dios"? Es el evangelio, según afirman Romanos 1:16 y 1º Corintios 1:18. Pero, ¿qué es el evangelio? El evangelio son las buenas noticias. ¿Cuáles? La gracia, la salvación, la vida eterna.

¿Cómo quedaría, entonces, el versículo? Más o menos así:
"Vuestra certeza y convicción deben estar fundadas en la salvación". Esto es porque Cristo vino al mundo para salvación y no para condenación.

Estén, entonces, nuestra certeza y convicción en Cristo, el autor de la salvación.

junio 03, 2004

Lo esencial es invisible

En el mundo, hay dos tipos de personas que no conocen a Cristo: Aquellos que necesitan ver y aquellos que precisan entender. El apóstol Pablo lo explicó así en la primera epístola a los Corintios, capítulo 1 versículo 22:

"Los judíos piden señales, y los gentiles buscan sabiduría".

Nosotros tenemos un problema con esto, y es que muchas veces queremos demostrar o explicar a Dios y su gracia, cuando lo único que nos debemos hacer es, como continúa diciendo Pablo en el versículo siguiente, "predicar a Cristo crucificado".

Es por esto que "el mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden" (1º Corintios 1:18a), porque no lo pueden tocar, ver o inteligir.

Romanos 11:32 dice: "Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos". Esto mismo es lo que es una locura. No puede concebirse la idea en la mente humana de que Dios ama y perdona por igual a todos, ya sean asesinos, violadores o simplemente mentirosos. Galatas 2:6 dice: "lo que hayan sido en otro tiempo nada importa, Dios no hace acepción de personas". Es una locura para quien no cree.

Para los que creemos, el mensaje de la cruz es, en cambio, "poder de Dios", como concluye el versículo 18 de 1º Corintios. Espero que a través de nuestras vidas podamos agregarle lo que dice Romanos 1:16: "para salvación de todo aquel que cree".

No importa si nos piden ver. No importa si necesitan entender. "Nosotros predicamos a Cristo crucificado".

junio 02, 2004

Sabios en lo bueno, ingenuos en lo malo

Antes de despedirse, en el capítulo final de la epístola a los Romanos, Pablo le pide a los miembros de esa iglesia una última cosa:

"Quiero que sean sabios en lo bueno, e ingenuos en lo malo". (Romanos 16:19b)

En la primera carta a los Corintios, lo expresa de la siguiente manera:
"Hermanos, basta de pensar como niños. Sean niños en la malicia, pero adultos en el modo de pensar". (1º Corintios 14:20)

Es por esto que debemos instruirnos en el conocimiento de la Palabra, así como también en el descubrimiento de la voluntad de Dios y en la comunión con Él.

Pablo dice que debemos ser sabios en lo bueno. El rey Salomón, hijo de David, habla mucho sobre la sabiduría en sus Proverbios. Aquí hay algunos de ellos:

"La sabiduría comienza por honrar al Señor; conocer al Santísimo es tener inteligencia". (Proverbios 9:10)

"Presta oído a la sabiduría; entrega tu mente a la inteligencia". (Proverbios 2:2)

"Atiendan a la instrucción, no rechacen a la sabiduría". (Proverbios 8:33)

"Aplica tu mente y tus oídos a la instrucción y a los conocimientos". (Proverbios 23:12)

Para alcanzar la sabiduría, es importante la humildad: "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Proverbios 3:34), porque "la sabiduría está con los humildes" (Proverbios 11:2b).

El versículo que más me gusta de los citados es el que afirma que la sabiduría comienza por honrar al Señor.

Debemos ser sabios en lo bueno e ingenuos en lo malo. Muchas veces es al revés. Cuando Pablo hace una lista de las características de aquellos que rechazan a Dios, en Romanos capítulo uno, en un momento dice: inventores de males. La primera impresión de esto es algo terrible. Nos preguntamos cuán mala tiene que ser una persona para que se diga eso de ella. Nos equivocamos. Para ello, simplemente tiene que ser humana.

Pablo dice en Romanos 14:14 que él está plenamente convencido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo. Es cierto. Es nuestra humanidad -los deseos de la carne- los que pervierten esas cosas esencialmente buenas en malas. Nada que Dios creó es malo, pero cuando el hombre tergiversa su utilización, comienza a serlo.

Por ejemplo, la creación de Internet no fue mala en sí, al menos hasta que a alguien -un inventor de males- se le ocurrió utilizarla para difundir pornografía e imágenes de violencia. A su vez, el chat no era malo hasta que alguien -otro inventor de males- lo comenzó a utilizar para practicar cyber sexo (y con esto tergiversaba el uso del canal y del sexo).
Es decir, al hombre le es extremadamente sencillo ser sabio para el mal, precisamente porque luego de haber pecado por primera vez, tiende a seguir haciéndolo.

Dios nos pide, entonces, que seamos sabios en lo bueno e ingenuos en lo malo. Esto es estar firmes en el conocimiento de Dios y en la voluntad de rechazar lo malo.

Santiago lo resume así:
"Sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes". (Santiago 4:7)

junio 01, 2004

Rebosantes de esperanza

Mientras vamos creciendo en el camino de la gracia, Dios nos va dotando de más "esperanza en la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los tiempos", como dice Tito 1:2.

Romanos 15:13 dice:
"A medida que crean en Él, que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo".

Esto es, porque "el Espíritu Santo derramó abundantemente en nosotros a través de Jesucristo nuestro Salvador, para que habiendo sido justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna". (Tito 3:6-7)

Pablo afirma también en 1º Tesalonicenses 5:8, que "debemos estar protegidos por el casco de la esperanza de salvación".

La manera de crecer en esta esperanza es acercándonos más a Dios. Por lo que debemos "mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa (de la vida eterna)", como dice Hebreos 10:23.

Dios "nos hizo renacer para una esperanza viva y para que recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable", dice 1º Pedro 1:3-4. Vivamos, entonces, para esa esperanza que el Espíritu Santo nos da. Principalmente, porque esa esperanza nos llenará de alegría y de paz.