"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

noviembre 23, 2004

Ser protestante

Estaba bañándome cuando comencé a preguntarme qué implicaba, para mí, ser protestante. Quizás parezca tonto, pero nunca me había detenido a pensar contra qué protestaba, por qué lo hacía y con qué fin.

Sé bien que mi protesta no es apacible, acallada, que sólo espera. Sé también que no es violenta, que no pretende producir un cambio a cualquier costo. Sé que no es reivindicativa, que no busca un reconocimiento. A todos esos tipos de protesta estamos acostumbrados en este país.

Mi protesta se trata de principios, de fidelidades, de éticas, de moralidades, de aquello que es correcto. Mi protesta busca traer luz. Mi protesta se basa en quitar un poco de mal interpretación, de confusión, de engaño, para traer un poco de claridad, un poco de gracia.

Protesto contra la religión como institución, que presenta desigualdades entre este y aquel, entre mí y cualquier otro. No se trata de religión, sino de relación con Dios. La iglesia existe para guiar, para aconsejar, para ayudar. Es un organismo de iguales, no una institución de poder. “El que quiera ser grande entre ustedes, deberá ser su servidor”, dijo Jesús en Marcos 10:43.

Protesto contra la hipocresía de los “perfectos hijos de Dios”. “Todos fallamos mucho” (Santiago 3:2), así que protesto contra la falsedad. Es tiempo de que “reconozcamos nuestras miserias, lloremos y nos lamentemos, de que nos humillemos delante del Señor, para que Él nos exalte” (Santiago 4:9-10). Porque sólo Él nos levanta del barro en el que estamos revueltos. “Recordemos de dónde hemos caído y arrepintámonos” (Apocalipsis 2:5). “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es, ¡las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas!” (2º Corintios 5:17).

Protesto contra el silencio de los que “con injusticia detienen la verdad” (Romanos 1:18), porque Cristo murió por todos. “Creí, y por eso hablé” (2º Corintios 4:13). “Comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace” (Santiago 4:17). Callar es mentir. Callar es tener en poco la muerte de Cristo. Él se sacrificó por todos. Esa verdad no puede callarse.

Protesto contra la repetición de liturgia sin sentido. De nada sirve realizar el mismo rito periódicamente si se pierde el sentido que tenía. “No fijándonos en las cosas que se ven, sino las que no se ven; porque las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas” (2º Corintios 4:18). Dios examina el corazón, es decir, la intención que imprimimos en cada cosa que hacemos, no en qué o cómo lo hacemos. Para Él es más importante el porqué.

Protesto contra el sacrificio físico sin sentido en nombre en Dios. Él nunca nos pidió que hagamos o que dejemos de hacer algo como fin; en todo caso, lo hizo como medio. ¿Qué quiero decir? Simple: con caminar, por ejemplo, setenta kilómetros no logramos nada; de la misma manera que por no comer por cuatro días, tampoco. ¿Por qué? Porque lo importante es si hacemos eso para Dios, o para nosotros. La relación con Dios no es un negocio del tipo “yo hago esto, y vos me das esto”. Primero, porque Él nunca nos pide nada a cambio, sino que nos da todo por gracia (regalo inmerecido), sencillamente, porque no hay nada que podamos devolverle. Segundo, porque las cosas que Él nos da, o las que nos priva de tener, son siempre para nuestro bien: “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Romanos 8:28).

Protesto contra el engaño de quienes tergiversan la Palabra de Dios. Protesto contra la mentira que afirma que por creer en Dios todo nos irá bien, porque no es cierto. La fe en el Padre nos garantiza “una esperanza que no nos decepciona” (Romanos 5:5). Es la seguridad de que todo va a estar bien, pero no basada en que todo vaya realmente bien, sino simplemente en que Dios estará a nuestro lado. “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo,”, dijo Jesús en Mateo 28:20. La fe es “la convicción de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Esa fe, que proviene de Dios, es la que nos llena de esperanza.

Dios, traé luz sobre nosotros. Enseñanos la verdad que da libertad. Amén.