"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

noviembre 15, 2004

Garantía por la eternidad

Mucho tiempo desde la última vez que estuve por acá...

Solemos ser desconfiados. Muchas veces somos como Tomás, que necesitó ver a Cristo resucitado para creer que era cierto lo que Él había prometido (Juan 20:24-29). Dudamos, siempre dudamos. Los golpes que recibimos a medida que vivimos, las tristezas, las nostalgias, las melancolías nos hermetizan. Sencillamente, no creemos. Necesitamos tener algo tangible que nos garantice la veracidad, la autenticidad de lo que creemos. Quizás, es porque nos fijamos más en lo que se ve, que en lo que no se ve (aunque deberíamos saber que esto último es lo que dura para siempre -2º Corintios 4:18-).
Dios nos conoce. Dios sabe esto. Por eso, es que dice lo siguiente a través del apóstol Pablo:

"Dios nos dio su Espíritu como garantía de sus promesas. Por eso, mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista". (2º Corintios 5:5-7)

El Espíritu Santo es la prenda, la señal con la que Dios selló el pacto de redención con el hombre. Aquellos que creímos en su Palabra tenemos el privilegio de ser llamados hijos de Dios (Juan 1:12). "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron", dice Juan 20:29.

"Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas". (2º Corintios 1:21-22)

"Cuando oímos el evangelio, y creímos lo que dice, fuimos marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios". (Efesios 1:13-14)

El Espíritu Santo es quien nos asegura que lo que Cristo dijo mientras estuvo en la Tierra es cierto. Al mismo tiempo, el Espíritu Santo (que es Dios mismo) es la prueba de que Dios pagó un alto precio por nosotros: la sangre de Cristo.

Jesús dijo:
"Yo rogaré al Padre, y les dará otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce; pero ustedes sí lo conocen, porque vive en ustedes, y estará en ustedes. Y el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les dije". (Juan 14:16-17,26)

Señor, gracias por conocerme tanto. Gracias por darme una garantía de lo que prometiste. Gracias porque la garantía que diste sos Vos mismo. Ayudame a no dudar. Manteneme firme en Cristo. Gracias por el Consolador, el Espíritu Santo. Gracias porque es cierto que me acompaña todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.