"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

octubre 18, 2004

La vista espiritual

Llegué a 2º Corintios capítulo 4 y me encontré con el versículo que probablemente es el que más me gusta de toda la Biblia.

"No nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno". (2º Corintios 4:18)

Me encanta la literatura. Cuando leí este texto por primera vez no hice más que pensar en Antoine de Saint-Exupery: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos (...) Los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón”.

Muchas veces nos aferramos a estructuras. Construcciones mentales sin sentido que pasan a tener más importancia que las cuestiones fundamentales que les dieron origen, que les dan sentido. Muchas veces nos importa más preservar las formas que destacar el contenido. Nos aferramos tanto a nuestros paradigmas (entendidos como la manera de ver al mundo), que no podemos ver nada más allá de ellos.

En Marcos 9:38-40 se relata parte de una conversación que Juan, el discípulo amado, tuvo con Jesús:
"-Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo impedimos porque no es de los nuestros -otras versiones traducen no nos sigue-.
-No se lo impidan -replicó Jesús. Nadie que haga un milagro en mi nombre puede hablar mal de mí. El que no está en contra de nosotros está a favor de nosotros. Les aseguro que cualquiera que les de un vaso de agua en mi nombre por ser ustedes de Cristo, no perderá su recompensa".


Los discípulos de Jesús estaban enojados porque habían encontrado una persona que hacía las mismas cosas que ellos hacían, pero no de la misma manera. Los había ofendido que esta persona no respetara sus formas, sus estructuras. Sin embargo, Cristo puede ver más allá que ellos, y les responde: "Muchachos, ¿cómo es que todavía no lo entendieron? No se trata de cómo, sino por qué se hace algo. Si alguien ayuda a otra persona en mi nombre, no importa cómo lo haga. Sencillamente, si no está en mi contra, está a favor mío".

¿Cuántas veces el "grado de espiritualidad" de una persona (si es que eso puede calcularse, cosa que dudo mucho) se mide por su asistencia a las reuniones de la iglesia, su conocimiento bíblico, su actitud frente a los líderes, su aspecto, su vestimenta, o su emoción a la hora de la alabanza? Si bien todas estas cosas pueden ser importantes (y no digo que no lo sean), no son esenciales. Me refiero a lo siguiente: todas ellas pueden aparentarse sin demasiado problema. Sin embargo, Dios nos dice: "prestá atención a lo que no se ve, porque eso es lo que perdura para siempre".

"No mires su parecer -dijo el Señor a Samuel-, ni lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón". (1º Samuel 16:7)

Un ejemplo concreto de cómo debe mirarse:
"En Listra vivía un hombre lisiado de nacimiento, que no podía mover las piernas y nunca había caminado. Estaba sentado, escuchando a Pablo, quien al reparar en él y ver que tenía fe para ser sanado, le ordenó con voz fuerte: '¡Ponte en pie y enderézate!'. El hombre dio un salto y empezó a caminar". (Hechos 14:8-9)
¿Notaron a lo que me refería? El apóstol Pablo pudo ver la fe del paralítico. Parece loco esto. La fe es certeza y convicción (Hebreos 11:1), entonces ¿cómo es que puede verse? Supuestamente, no es más que un acto racional. La respuesta está en el mismo capítulo de 2º Corintios:

"Dios hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos su gloria, que resplandece en el rostro de Cristo". (2º Corintios 4:6)

¿Cómo podemos ver la fe, la esperanza y el amor (las tres cosas que según 1º Corintios 13:13 permanecen)? A través de la luz de Cristo, porque sólo en él se quita el velo que cubre nuestro rostro y nos impide ver (2º Corintios 3:13-16).

La verdadera vista no es a través de los ojos, sino del espíritu. Es el discernimiento espiritual la única vara para "medir la espiritualidad" (digo esto para redondear la idea que antes dejé inconclusa).

Estoy en desacuerdo con cuidar formas porque sí. Eso es liturgia. Es religiosidad. Cristo nos incita a ver más allá. Durante muchos años nuestras propias estructuras y reglas nos retuvieron de hacer aquello a lo que fuimos llamados: alcanzar a los que se pierden (Mateo 28:19-20). "Es que ellos no respetan mis normas", "es que no puedo adaptarme a su forma de pensar" (olvidando el capítulo 9 de 1º Corintios), "es que son tan distintos a mí", "es que...". ¡Cuántas excusas sin sentido!

Hay algo que debemos aprender de Cristo, Él no veía pecadores, sino personas. Es que detrás del pecador, hay alguien que necesita a Cristo. No digo que negociemos con el pecado, pero sí que lo hagamos con el pecador (1º Corintios 5:9-11 -por favor, léanlo-). Somos la luz del mundo (Mateo 5:14) para iluminar las almas que están oscurecidas por el pecado (2º Corintios 4:4).

Del mismo modo, esta "visión espiritual" debe servirnos para examinarnos a nosotros mismos. El respetar rituales no nos hace santos. El repetir maquinalmente liturgias no nos acerca a Dios. Se trata de intimidad con Cristo, de conocer al Padre, de permitir el trabajo del Espíritu Santo dentro nuestro. Esta visión es la que nos permitirá, luego de autoexaminarnos, mirar a los demás como Cristo lo hacía (Lucas 6:39-42).

Padre, te ruego que me enseñes a ver correctamente. Ayudame a no quedarme solamente con las cosas que se ven a primera vista, sino a percibir lo que hay detrás de ellas. Rompé todas las estructuras que frenen mi crecimiento espiritual. Cristo, perdoná por las veces que no levanté la vista de mi propio ombligo para ver a los demás como vos lo hacías. Enseñame a autoexaminarme para cambiar aquellas cosas que no te agradan, y a ver a mis hermanos a través de tu luz, y no de mis paradigmas. Amén.