"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

noviembre 03, 2005

Más que vencedores

Hace dos semanas, en la iglesia a la que asisto, un amigo estuvo hablando acerca del éxito. Hoy quiero escribirte de ese tema. En el camino, seguramente usaré alguna de sus ideas (¡gracias, Ale!).

El concepto del éxito que normalmente tenemos pasa por los aspectos externos de una persona. Es decir, alguien es exitoso en tanto y en cuanto tenga mucho dinero, sea famoso, poderoso o atractivo. Es exitoso aquel que le va bien en todo lo que hace.
El éxito, según el hombre, es entonces la consecución de una meta propuesta; por ende, siempre que no se consigan los objetivos planteados, se fracasa.

Ahora bien, si enfrentas esta concepción con lo que la Biblia afirma, te sorprenderás. No te olvides que "los pensamientos de Dios no son tus pensamientos, ni sus caminos tus caminos. Así como el cielo es más alto que la tierra, sus caminos son más altos que tus caminos, y sus pensamientos más que tus pensamientos" (Isaías 55:8-9).

Mientras que el hombre determina el éxito examinando qué cosas es capaz de conseguir en el mundo, el apóstol Pablo te dice que como cristianos "no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.

"No mires su parecer -dijo el Señor a Samuel-, ni lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón". (1º Samuel 16:7)

Entonces, ¿qué es el éxito según lo que dice la Biblia? Creo que pasa por aquí:

"No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:12-14).

Para Pablo, el éxito no estaba en la consecución del objetivo, sino en la búsqueda misma. Él sabía que no era perfecto y que distaba mucho de serlo (¡y era el apóstol Pablo!). Sin embargo, entendía que el llamado de Cristo pasaba por su intención (por su conciencia ante Dios) y por la confianza en que Él supliría sus faltas. La consecuencia de este razonamiento es dejar de mirar atrás y fijar los ojos en Cristo, para seguir corriendo, para seguir buscando, seguir intentando.

Pablo estaba tranquilo porque sabía que el éxito ya estaba garantizado por Cristo, cuando murió en la cruz, y que nada ni nadie podría arrebatárselo. Él sólo se ocupaba de seguirlo.

"Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?
Así está escrito: 'Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero'. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor"
. (Romanos 8:31-39)

Somos "más que vencedores por Aquel que nos amó". Cristo nos hace vencedores, Él nos da el éxito.

Por supuesto, no puede cambiarse tu cosmovisión (manera de ver el mundo) de un día para el otro, sino que es un proceso. Sin embargo, en la medida en que "no te amoldes al mundo actual, sino que seas transformado mediante la renovación de tu mente, podrás comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta" (Romanos 12:2). Ten en cuenta que "con respecto a la vida que antes llevabas, se te enseñó que debías quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovado en la actitud de tu mente; y ponerte el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad" (Efesios 4:22-24).

Por un lado, Dios te dice que eres "más que vencedor por Aquel que te amó", y por el otro, "te dio al Espíritu Santo como garantía de sus promesas" (2º Corintios 5:5). Por ende, ¿qué tienes que temer? "Dios está contigo" (Mateo 28:20, Josué 1:9). Si lograr vislumbrar esta vida desde una perspectiva de eternidad, tu concepción del éxito cambiará, dejarás de mirar a los demás con desprecio o con envidia y comenzarás a encontrar a Cristo crucificado en ellos. De esta manera, tus prioridades cambiarán, y si se lo permites a Dios, tus sueños y anhelos también.

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias porque soy "más que vencedor en Cristo", y nada puede quitarme eso. Enséñame a mirar el mundo a través de tus ojos, "no mirando lo que se ve, sino lo que no se ve". En el nombre de Jesús, amén.