"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

abril 02, 2006

Eligiendo lo mejor

La semana pasada te hablé acerca de la capacidad de Salomón para entender que todo aquello que Dios da al hombre es para que éste lo comparta. Esta actitud evidenciaba que Salomón conocía el corazón de Dios. Sin embargo, hoy quiero avanzar un poco más en la vida de este rey de Israel, a fin de mostrarte la importancia de elegir lo mejor.

"Ahora bien, además de casarse con la hija del faraón, el rey Salomón tuvo amoríos con muchas mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, todas ellas mujeres extranjeras, que procedían de naciones de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: 'No se unan a ellas, ni ellas a ustedes, porque de seguro les desviarán el corazón para que sigan a otros dioses'. Con tales mujeres se unió Salomón y tuvo amoríos. Tuvo setecientas esposas que eran princesas, y trescientas concubinas; todas estas mujeres hicieron que se pervirtiera su corazón. En efecto, cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres le pervirtieron el corazón de modo que él siguió a otros dioses, y no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su padre David. Por el contrario, Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el detestable dios de los amonitas. Así que Salomón hizo lo que ofende al Señor y no permaneció fiel a Él como su padre David. Fue en esa época cuando, en una montaña al este de Jerusalén, Salomón edificó un altar pagano para Quemós, el detestable dios de Moab, y otro para Moloc, el despreciable dios de los amonitas. Lo mismo hizo en favor de sus mujeres extranjeras, para que éstas pudieran quemar incienso y ofrecer sacrificios a sus dioses". (1º Reyes 11:1-8)

Quiero hacer una pequeña aclaración porque quizás esto no se entienda del todo bien: el error de Salomón no es tener muchas mujeres, dado que eso se acostumbraba en la época, sino buscarlas de entre los pueblos paganos, cosa que estaba prohibido desde la época de Moisés (Éxodo 34:10-16), porque terminarían alejándolo de Dios (como en efecto sucede).

Si vas unos capítulos más atrás en el libro de Primera Reyes, descubrirás que Salomón fue quien construyó el primer templo del Señor. Luego de dedicarlo, en una hermosa oración (1º Reyes 8:22-61), Dios le habla diciéndole:

"En cuanto a ti, si me sigues con integridad y rectitud de corazón, como lo hizo tu padre David, y me obedeces en todo lo que yo te ordene y cumples mis decretos y leyes, yo afirmaré para siempre tu trono en el reino de Israel, como le prometí a tu padre David cuando le dije: 'Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel'. Pero si ustedes o sus hijos dejan de cumplir los mandamientos y decretos que les he dado, y se apartan de Mí para servir y adorar a otros dioses, yo arrancaré a Israel de la tierra que le he dado y repudiaré el templo que he consagrado en mi honor. Entonces Israel será el hazmerreír de todos los pueblos". (1º Reyes 9:4-7)

Salomón, conociendo las consecuencias, e inducido por mujeres que nunca debió tener, faltó a este pacto (incluso luego de haber sido advertido dos veces por Dios -1º Reyes 11:9-10-). No puedo dejar de preguntarme "¿por qué?".

La Biblia dice que Salomón tenía "un corazón sabio y prudente, como nadie antes de él lo había tenido ni lo tendrá después" (1º Reyes 3:12), que "tenía sabiduría de Dios para administrar justicia" (1º Reyes 3:28). Incluso, que "Dios le dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias; sus conocimientos eran tan vastos como la arena que está a la orilla del mar. Sobrepasó en sabiduría a todos los sabios del Oriente y de Egipto. En efecto, fue más sabio que nadie, por eso la fama de Salomón se difundió por todas las naciones vecinas. Compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones. Disertó acerca de las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros. También enseñó acerca de las bestias y las aves, los reptiles y los peces. Los reyes de todas las naciones del mundo que se enteraron de la sabiduría de Salomón enviaron a sus representantes para que lo escucharan" (1º Reyes 4:29-34).

Me pregunto, entonces, ¿cómo puede ser que siendo tan sabio pueda equivocarse tanto?. ¿No sabía las consecuencias de sus acciones? Por supuesto que sí. ¿No sabía, entonces, que lo mejor para él era obedecer a Dios? Por supuesto que sí (además, lo había visto reflejado en la vida de su padre, David). ¿Por qué lo hace, entonces?

Creo que lo hace, sencillamente, porque aún sabiendo perfectamente qué es lo mejor para él, no lo elige. Muchas veces queremos algo, aún sabiendo que no es lo más conveniente, y lo hacemos. El deseo parece ser más importante que lo correcto en esos casos.

Pienso en Cristo, orando en Getsemaní, diciendo: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tú" (Mateo 26:39). ¡Menos mal que Él entendió que lo correcto es más importante que lo que Él quería!

Nos encontramos, entonces, con dos ejemplos: Salomón y Cristo. El primero, aún sabiendo qué es lo mejor, elige lo que quiere, sin importarle las consecuencias. El segundo, dejando de lado lo que quiere, elige lo correcto, sin importarle las consecuencias. ¿Cuál es la diferencia? La justicia y misericordia de Dios: Por el pecado de Salomón el reino de Israel es dividido, y su descendencia pierde el reinado (1º Reyes 11:9-13); por la obediencia de Cristo, la humanidad recibió el camino, la verdad y la vida.

Tengamos presentes estas dos opciones. Sabemos bien qué es lo correcto, qué es lo mejor para nosotros. Sabemos cómo escogerlo también. No dejemos de hacerlo simplemente por seguir lo que queremos, no sea cosa que terminemos como Salomón.

Dios nos bendiga.

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a elegir siempre lo mejor. Perdóname por las veces que puse mi voluntad sobre la tuya. En el nombre de Jesús, amén.