"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

enero 19, 2006

"Unos a otros, como Cristo..."

Volví de mis vacaciones. Estuve haciendo una capacitación en misiones con AMI (Agencia Misionera Internacional). Muy bueno. Dios nos estuvo hablando mucho allí. Además, pude hacerme de unos buenos amigos (¡saludos!).

Hoy quiero hablarte acerca del sentido de comunidad, algo perdido en nuestras iglesias. Si te pones a buscar en la Biblia al respecto, descubrirás que Dios no vino a rescatar individuos (aunque de hecho lo hace), sino un pueblo.

"Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido". (1º Pedro 2:9-10)

Una y otra vez encontrarás alusiones a un conjunto unificado de personas "de un mismo sentir" (2º Corintios 13:11), o al menos así debiera ser.

Metáforas que afirman que somos "como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual" (1º Pedro 2:5 y Efesios 2:17-22), o que somos el "cuerpo de Cristo" (Efesios 4:11-16).

Pedro nos exhorta a que "Resistamos [al diablo], manteniéndonos firmes en la fe, sabiendo que nuestros hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos (1º Pedro 5:9). Esto nos da también una idea de comunidad, de que no estamos solos.

Sin embargo, me pregunto cuál es la actitud que muchas veces tenemos hacia nuestros "hermanos".
Me tomé el trabajo de buscar en el Nuevo Testamento todas las referencias que señalen una actitud que debemos tener "unos para con otros", y me sorprendió todas las que no cumplía. Te mostraré:

"Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros" (1º Pedro 1:22). "Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como Yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros (Juan 13:34-35). "Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente" (Romanos 12:10). Este es probablemente el más básico y, a la vez, más difícil de cumplir de todos. Amarnos los unos a los otros. Sin preguntas, sin prejuicios, sin cuestionamientos, sin resentimientos. Es el más importante de los vínculos entre "hermanos", el que los engloba a todos.

"Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios" (Romanos 15:7). Aceptarse implica no forzar un cambio en el otro. Es amarlo como es. Por supuesto, esto incluye ayudarlo a ser un mejor discípulo de Cristo, pero sin dejar de amarlo en el camino. Dios nos acepta como somos, sin que debamos hacer nada para ello. Esa es la actitud a la que Pablo se refiere.

"Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes" (Juan 13:14-15). La actitud aquí es de servicio de unos para con otros. Implica "no hacer nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad considerar a los demás como superiores a nosotros mismos. [Donde] cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás (Filipenses 2:3-4). Eso es servicio.

"Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz" (Efesios 4:1-3). No hay mucho para explicar aquí.

"Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo" (Efesios 4:32). Perdonar como Cristo nos perdonó. Qué difícil.

"Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo" (Efesios 5:21). Implica aprender que uno no siempre tiene razón (a mí me cuesta mucho esto).

"Por mi parte, hermanos míos, estoy seguro de que ustedes mismos rebosan de bondad, abundan en conocimiento y están capacitados para instruirse unos a otros" (Romanos 15:14). "Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo" (1º Tesalonicenses 5:11). Animar, instruir, edificar. Todos podemos y debemos hacer eso con nuestros hermanos. Todo lo que Dios nos da es para que lo compartamos, y nada de lo que Él nos da, por pequeño que nos parezca, es poca cosa.

"Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras" (Hebreos 10:24-25). "Anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado" (Hebreos 3:13). Es nuestra obligación el animarnos/estimularnos a hacer el bien, para dejar de hacer el mal. Hay veces que necesitamos la palabra de otra persona para guiarnos de vuelta cuando perdimos el rumbo.

"Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz" (Santiago 5:16). Muy pocas veces hacemos esto, pero es importante hablar de nuestras debilidades con otros, para que nos sostengan en oración.

"Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros" (1º Corintios 11:33). Más allá del contexto de este versículo, que tiene que ver con una situación particular que experimentaba la iglesia en Corinto, lo importante a rescatar aquí es el tener consideración unos por otros. Tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí.

"Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al hermano" (Romanos 14:13). Este es más bien uno de los "no hacer".

"Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: 'Ama a tu prójimo como a ti mismo'. Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros. (...) Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros" (Gálatas 5:13-15, 25-26). Baste claro, ¿no?

"Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de Él" (Colosenses 3:12-17). Lee varias veces el pasaje, tiene mucho para decirte.

"Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada. Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados. Practiquen la hospitalidad entre ustedes sin quejarse. Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas" (1º Pedro 4:7-10). El amor va a salvar todas nuestras diferencias, todos nuestros errores. El don que Dios nos dio es para que lo pongamos al servicio de nuestros hermanos, no para que lo disfrutemos egoístamente.

Qué difícil parece todo esto. Si prestaste atención, notarás que la mayoría incluye una cláusula que dice "como Cristo lo hizo con ustedes". Esto, por un lado, nos exhortar a comprometernos, entregarnos, sacrificarnos como Él lo hizo; y por el otro, nos da la confianza de que Él ya lo hizo antes, por lo que no estamos solos en el camino.

Te animo a que conmigo, tú también lo intentes, confiando en que la gracia de Dios cubrirá nuestras faltas. Recuerda: "Mantén entre quienes no creen una conducta tan ejemplar que, aunque te acusen de hacer el mal, ellos observen tus buenas obras y glorifiquen a Dios en el día de la salvación" (1º Pedro 2:12). Ese es el mejor testimonio que puedes dar.

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a enfrentar todos estos desafíos tomado de tu mano. Gracias por cubrir mis faltas con tu sangre. Amén.