En todas sus cartas, Pablo nos muestra que, si bien el mensaje es el mismo, no debe presentarse de la misma forma.
Por ejemplo, cuando escribe a los Romanos, les habla de la importancia de abrir sus mentes, de no estar tan apegados a la ley, sino al conocimiento de Dios. En su epístola a los Corintios pone el énfasis en que el comportamiento de alguien que tiene a Cristo debe ser distinto del que alguien que no tiene, y por ende los exhorta a tener un cambio, un crecimiento espiritual.
¿Qué significa esto? Que no hay formas correctas de predicar el evangelio. Que no hay "métodos" tontos, ni tampoco demasiado ambiciosos.
El espíritu de Dios guía las palabras de quien predica, por ende no es importante la forma, sino el fondo, el contenido.
1º Corintios 9:19-22 dice:
"Siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos".
Esto cobra relevante importancia hoy, cuando estamos llamados a predicar el evangelio hasta lo último de la tierra. No se puede adaptar las personas al mensaje, sino el mensaje a las personas. Por ende, no es lo mismo hablarle de Dios a un preso, a un político o a un aborigen.
Debemos hacer lo que sea necesario para llegar a todas las personas que podamos. Si se necesita producir grandes eventos para llegar a las clases medias y altas, adelante. Si se precisa hacer pequeños actos humildes para llegar a los marginados, adelante. Si se requiere traducir la Palabra de Dios a cada idioma o lengua que se habla en la tierra (cerca de 6800), entonces adelante.
Seamos a cada persona como cada persona. Sean ricos o pobres, trabajadores o desempleados, niños o adultos, nativos o extranjeros. Amemos a las almas, no al mensaje.
El amor de Dios se encargará de encontrar las formas, nosotros -simplemente- no lo limitemos.
Señor, enseñame a dejarme utilizar por Vos en la forma que Vos quieras, siendo y haciendo lo que Vos quieras para la salvación de muchos. Amén.
junio 17, 2004
junio 16, 2004
Amar para conocer
Luego de las vacaciones ejísticas, ejeísticas, o ejecísticas, he vuelto.
Me di cuenta de que muchísimas veces le pedí a Dios sabiduría, sin entender que para ser sabio se necesita amar.
Recuerdo una persona que conocí en un campamento en Córdoba. Dios lo había sacado de las drogas, y él se lo agradecía con cada acto de su vida. Me acuerdo que me contó que todos los días pedía a Dios que le dé sabiduría, pero que sólo lo haga en la medida de su humildad, porque no quería caer en vanidad. Recuerdo que cuando escuché esto me impresionó muchísimo.
1º Corintios 8:1b dice:
"El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica".
Cuando leí esto recordé las palabras de esa persona.
El pasaje sigue:
"En cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo no es absolutamente nada, y que hay un sólo Dios (...) Y lo que comemos no nos acerca a Dios; no somos mejores por comer, ni peores por no comer. Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles. Porque si alguien de conciencia débil te ve a ti, que tienes este conocimiento, comer en el templo de un ídolo, ¿no se sentirá animado a comer lo que ha sido sacrificado a los ídolos? Entonces ese hermano débil, por quien Cristo murió, se perderá a causa de tu conocimiento. Al pecar así contra los hermanos, pecan ustedes contra Cristo. Por lo tanto, si mi comida ocasiona la caída de mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado". (versículos 4 y del 8 al 13)
Al leer esto comprendí que el conocimiento debe venir acompañado del amor, porque de no ser así, de nada sirve. Muchas veces utilicé mal el conocimiento que Dios me dio, porque por causa de él hice dudar a otras personas.
Al entender esto cambió mi oración. Debo amar para poder entender, porque el amor construye mientras que el conocimiento por sí mismo aísla.
Dios, llename de amor, para que pueda entender, conocer, como vos lo hacés. Amén.
Me di cuenta de que muchísimas veces le pedí a Dios sabiduría, sin entender que para ser sabio se necesita amar.
Recuerdo una persona que conocí en un campamento en Córdoba. Dios lo había sacado de las drogas, y él se lo agradecía con cada acto de su vida. Me acuerdo que me contó que todos los días pedía a Dios que le dé sabiduría, pero que sólo lo haga en la medida de su humildad, porque no quería caer en vanidad. Recuerdo que cuando escuché esto me impresionó muchísimo.
1º Corintios 8:1b dice:
"El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica".
Cuando leí esto recordé las palabras de esa persona.
El pasaje sigue:
"En cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo no es absolutamente nada, y que hay un sólo Dios (...) Y lo que comemos no nos acerca a Dios; no somos mejores por comer, ni peores por no comer. Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles. Porque si alguien de conciencia débil te ve a ti, que tienes este conocimiento, comer en el templo de un ídolo, ¿no se sentirá animado a comer lo que ha sido sacrificado a los ídolos? Entonces ese hermano débil, por quien Cristo murió, se perderá a causa de tu conocimiento. Al pecar así contra los hermanos, pecan ustedes contra Cristo. Por lo tanto, si mi comida ocasiona la caída de mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado". (versículos 4 y del 8 al 13)
Al leer esto comprendí que el conocimiento debe venir acompañado del amor, porque de no ser así, de nada sirve. Muchas veces utilicé mal el conocimiento que Dios me dio, porque por causa de él hice dudar a otras personas.
Al entender esto cambió mi oración. Debo amar para poder entender, porque el amor construye mientras que el conocimiento por sí mismo aísla.
Dios, llename de amor, para que pueda entender, conocer, como vos lo hacés. Amén.
junio 08, 2004
Libertad de elección
1º Corintios 6:12:
"Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar por ninguna".
Podemos hacer lo que queramos, es claro. Sin embargo, no todo lo que queremos hacer es bueno para nosotros. No todo lo que deseamos "conviene". Como cristianos, tomamos una elección diaria, continuamente, casi sin darnos cuenta.
En el antiguo testamento figura el primer pacto, aquel que Dios hizo con el pueblo judío -en el que le prometía un lugar propio donde vivir, luego de muchos años de esclavitud en tierras extranjeras-. Este es un fragmento del pacto que Moisés, por orden del Señor, hizo con los israelitas en Moab:
"Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la vas a tomar posesión.
Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el río Jordán.
Hoy pongo el cielo y la tierra de testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a Él, porque de Él depende tu vida, y por Él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob". (Deuteronomio 30:15-20)
Todo el tiempo optamos entre "la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición". Si bien hay un día en el que decidimos seguir a Cristo o rechazarlo, después de esa elección (si optamos por Cristo) vivimos un continuo tira y afloje con el pecado.
"Todo nos es lícito", pero sólo los caminos del Señor traen bendición para nosotros y los que nos rodean. Sólo Cristo nos "conviene".
Por otro lado, incluso las cosas lícitas -y buenas- pueden ser malas si dejamos que "nos dominen". Nada puede ocupar el lugar de Dios. Ni el sentir hacia una persona, ni el estudio, ni el trabajo, ni un hobbie, ni ninguna otra cosa, pueden pasar a regir nuestra vida (mucho menos si es el pecado el que se enseñorea de nosotros). Nuestra vida no puede basarse en satisfacer esos sentimientos o actividades, porque sólo puede servirse a un dios, y debe ser al único Dios.
Podemos hacer lo que queramos, pero no todo es bueno para nosotros. Podemos hacer lo que queramos, pero ninguna de esas cosas puede pasar a tomar el primer lugar en nuestra vida, porque ese sitio pertenece exclusivamente a Dios.
"Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar por ninguna".
Podemos hacer lo que queramos, es claro. Sin embargo, no todo lo que queremos hacer es bueno para nosotros. No todo lo que deseamos "conviene". Como cristianos, tomamos una elección diaria, continuamente, casi sin darnos cuenta.
En el antiguo testamento figura el primer pacto, aquel que Dios hizo con el pueblo judío -en el que le prometía un lugar propio donde vivir, luego de muchos años de esclavitud en tierras extranjeras-. Este es un fragmento del pacto que Moisés, por orden del Señor, hizo con los israelitas en Moab:
"Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la vas a tomar posesión.
Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el río Jordán.
Hoy pongo el cielo y la tierra de testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a Él, porque de Él depende tu vida, y por Él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob". (Deuteronomio 30:15-20)
Todo el tiempo optamos entre "la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición". Si bien hay un día en el que decidimos seguir a Cristo o rechazarlo, después de esa elección (si optamos por Cristo) vivimos un continuo tira y afloje con el pecado.
"Todo nos es lícito", pero sólo los caminos del Señor traen bendición para nosotros y los que nos rodean. Sólo Cristo nos "conviene".
Por otro lado, incluso las cosas lícitas -y buenas- pueden ser malas si dejamos que "nos dominen". Nada puede ocupar el lugar de Dios. Ni el sentir hacia una persona, ni el estudio, ni el trabajo, ni un hobbie, ni ninguna otra cosa, pueden pasar a regir nuestra vida (mucho menos si es el pecado el que se enseñorea de nosotros). Nuestra vida no puede basarse en satisfacer esos sentimientos o actividades, porque sólo puede servirse a un dios, y debe ser al único Dios.
Podemos hacer lo que queramos, pero no todo es bueno para nosotros. Podemos hacer lo que queramos, pero ninguna de esas cosas puede pasar a tomar el primer lugar en nuestra vida, porque ese sitio pertenece exclusivamente a Dios.
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