Hace unos años, en una conferencia, tuve la oportunidad de conversar con un peruano que había salido de misionero (esto es, a hablar de Jesús a personas que nunca habían oído acerca de Él) a India. En un momento de la charla, le pregunté: "¿Cómo haces para estar cerca de Dios siempre? Muchas veces, oro y no pasa nada; leo la Biblia, y no pasa nada. ¿Cómo haces?". Me miró y con toda la tranquilidad del mundo me dijo: "la clave es la constancia". Y no dijo nada más.
Quiero ilustrarte esta respuesta: El pueblo judío -guiado por Moisés y Aarón- acababa de salir de Egipto, donde era esclavo, y estaba cruzando el desierto, para llegar a la tierra prometida por Dios. Entonces, pasó lo siguiente:
"Toda la comunidad israelita partió de Elim y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí. Esto ocurrió a los quince días del mes segundo, contados a partir de su salida de Egipto. Allí, en el desierto, toda la comunidad murmuró contra Moisés y Aarón:
-¡Cómo quisiéramos que el Señor nos hubiera quitado la vida en Egipto! -les decían los israelitas-. Allá nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. ¡Ustedes han traído nuestra comunidad a este desierto para matarnos de hambre a todos!
Entonces el Señor le dijo a Moisés: 'Voy a hacer que les llueva pan del cielo. El pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria. Voy a ponerlos a prueba, para ver si cumplen o no mis instrucciones'.
A la mañana siguiente, una capa de rocío rodeaba el campamento. Al desaparecer el rocío, sobre el desierto quedaron unos copos muy finos, semejantes a la escarcha que cae sobre la tierra. Como los israelitas no sabían lo que era, al verlo se preguntaban unos a otros: '¿Y esto qué es?' Moisés les respondió:
-Es el pan que el Señor les da para comer. Y éstas son las órdenes que el Señor me ha dado: Recoja cada uno de ustedes la cantidad que necesite para toda la familia, calculando dos litros por persona.
Así lo hicieron los israelitas. Algunos recogieron mucho; otros recogieron poco. Pero cuando lo midieron por litros, ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba: cada uno recogió la cantidad necesaria. Entonces Moisés les dijo:
-Nadie debe guardar nada para el día siguiente.
Hubo algunos que no le hicieron caso a Moisés y guardaron algo para el día siguiente, pero lo guardado se llenó de gusanos y comenzó a apestar. Entonces Moisés se enojó contra ellos.
Todas las mañanas cada uno recogía la cantidad que necesitaba, porque se derretía en cuanto calentaba el sol.
Y llamaron al pan 'maná' (en hebreo, significa "¿qué es?"). Era blanco como la semilla de cilantro, y dulce como las tortas con miel". (Éxodo 16:1-4,13-21,31)
El pueblo judío era esclavo en Egipto. Allí pasaron una tremenda opresión (Éxodo 1 y 5). Dios escucha su clamor y lo libera a través de Moisés y su hermano Aarón. Están caminando en el desierto, hacia la tierra que Dios les había prometido, luego de haber visto muchos milagros que Dios había hecho por ellos (Éxodo del 7 al 14). Sin embargo, comienzan a quejarse. Se olvidan de quién es Dios, no recuerdan lo que acaba de hacer por ellos. Tampoco lo que estaba haciendo por ellos en ese momento (todos los días una columna de nube iba delante de ellos indicándoles el camino y protegiéndoles del sol, y todas las noches una columna de fuego les hacía las veces de guía y les daba calor -Éxodo 13:21-22-). Sin embargo, se quejaron. Igual que yo hago, igual que tú haces, ellos también se quejaron.
Dios, en su misericordia e infinita paciencia, les da lo que piden: "Les lloverá pan del cielo". Ellos no tenían que hacer nada. No tenían que buscar a Dios, Él se acercaba a ellos. Nada que hicieran podía impedir que este regalo llegara, tampoco podían hacer algo para mejorarlo, sencillamente porque no lo merecían, era por pura gracia (regalo inmerecido).
Quiero destacar un par de aspectos que quizás pasan de la largo en la lectura apresurada:
-El maná llovía del cielo todos los días y en sólo 24 horas se pudría. Esto obligaba a los israelitas a depender de Dios. No podían guardar nada, sino que debían confiar en que cada día Dios se apiadara de ellos.
-No importa qué volumen juntara cada uno, siempre era la misma cantidad. Tanto el más fuerte como el más débil, o el más rico como el más pobre, recibían la misma porción. Esto los obligaba a verse iguales.
-El maná debía ser recogido temprano; de no hacerse así, se derretía. Esto les recordaba que Dios debía ser lo primero en sus vidas, si lo postergaban por algo, sencillamente no comían.
-Cada uno debía recoger su propia ración, no podían mandar a alguien que recogiera por los demás. Esto indicaba que la relación con Dios debía ser personal.
-Todo lo que hacían fuera de lo que Dios había mandado (ya sea recoger de más o guardarlo para el día siguiente) era en vano. Esto les señalaba siempre cuál era el mejor camino en sus vidas, y por qué debían seguirlo.
Pasemos, ahora, a aplicarlo a nuestra vida:
-Debes buscar a Dios cada día. No puedes hacerlo cada tanto, una vez al mes, o sólo los domingos en la iglesia. Tu relación con Dios tiene que ser constante, de eso se trata. La Biblia es el maná que nos llovió del cielo. Está ahí, a tu disposición, para que te alimentes de Dios cada día ("No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" -Mateo 4:4-).
-No se trata de cantidad. No es cuestión de que leas doscientas páginas de la Biblia por día o de que ores siete horas. Lo importante está en la actitud de buscar a Dios de corazón y de la mejor manera que puedas. Es una relación constante, porque debes tener presente que cuando haces cualquier cosa, también la haces para Dios ("Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres" -Colosenses 3:23-).
-Dios debe ser la prioridad en tu vida. Si Él no está primero, todo está mal. Cuando lo busques a Él y a sus cosas primero, las demás -esas que quieres y necesitas- sencillamente te serán dadas sin que hagas algo por obtenerlas ("Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas les serán añadidas" -Mateo 6:33-).
-Tu relación con Dios depende de ti, y de nadie más. No puedes pretender que tu sacerdote (ya sea pastor, obispo, cura, presbítero, etc.) lo haga por ti. Tampoco puedes depender de lo que otros (como yo) digan acerca de Dios. Debes buscarlo tú mismo. En la intimidad de tu casa o al aire libre en un parque, donde prefieras; pero debes hacerlo. Dios puede -y por sobre todo quiere- hablarte personalmente. Él no necesita intermediaros. Te prometo que si lo buscas, se te manifestará ("Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes" -Santiago 4:8-).
-No busques hacer otra cosa en vez de buscar a Dios, de seguir a Cristo. Sólo te esforzarás en vano. Puedes perseguir riquezas, un amor, reconocimiento, lo que sea, pero nunca lograrás nada. Aunque lo hagas, sólo será efímero y desaparecerá como hierba en el fuego. Encontrar a Dios es para siempre ("El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" -1º Juan 2:17-).
Por supuesto que todo esto es difícil. A mí me cuesta muchísimo. Soy inconstante y desordenado. Muchas veces sencillamente no tengo ganas de buscar a Dios, pero sé que es lo mejor. El ser humano nunca está completo hasta que conoce a Cristo y logra llenarse del Espíritu Santo. Requiere constancia, esfuerzo y voluntad, pero vale la pena. Por Dios, que vale la pena.
"Dijo Jesús: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado". (Juan 17:3)
"Gracias, Señor, por tu Palabra. Gracias porque está llena de sabiduría. Ayúdame a serte fiel y a buscarte siempre. Sabes que me cuesta, pero quiero hacerlo. Gracias porque Tú eres "quien produce en mí tanto el querer como el hacer para que se cumpla tu buena voluntad" (Filipenses 2:13). En el nombre de Jesús, amén.
septiembre 07, 2005
agosto 30, 2005
En el momento propicio
Sinceramente, hoy no fue uno de mis mejores días. ¿Por qué te lo cuento? No porque creo que te importe; otra es la causa que motiva esta confesión: las circunstancias no son lo que importa. Seguro que hay momentos buenos y momentos malos. Siempre hay situaciones mejores que otras. Sin embargo, todo lo que tenemos es el presente. No podemos vivir del pasado, porque sencillamente ya dejó de ser. De la misma manera, tampoco podemos vivir de la expectativa del futuro, porque no sabemos qué será de él.
¿Digo con esto que no hay tener memoria o proyectos, sueños? Para nada. La memoria es imprescindible para no volver a cometer los errores pasados. El recuerdo de aquello que se adoleció (sufrió) hace que se valore lo alcanzado. Los proyectos y sueños son los que nos mantienen vivos. La esperanza, la fe en el mañana, es la que provee la fuerza para comenzar cada día.
Ahora bien, lo real, lo concreto, es el ahora. Simplemente, porque es lo único que podemos cambiar, modificar. El ejercicio de la libertad nos da esta capacidad.
¿A dónde voy? La semana pasada me llegó un mail que decía lo siguiente: "Hola, Jonathan. Es bonito lo que haces. Ojalá crezca. Yo estoy alejado de Dios, pero sé que tarde o temprano volveré a su lado. Cuando esté feliz, alguna vez, con lo que haya logrado hacer de mi existencia".
Es en respuesta a este mail (como a otros similares) que hoy escribo.
Si estás en este lugar -ya sea porque aún no has decidido seguir a Cristo, o porque no terminas de llevarlo a la práctica-, déjame decirte que el tiempo para hacerlo es hoy. No porque a mí se me ocurra o porque crea que es lo mejor; sino porque sencillamente "ahora" es todo lo que tienes con certeza. No sabes qué pasara dentro de un año, o un mes, o mañana, o en tan sólo media hora.
Cristo ya murió por ti, para pagar tu pecado. La gracia (el regalo inmerecido de salvación) ya está a tu alcance, ya te ha sido ofrecida. Es tiempo de que dejes de ser el dios de tu vida y dejes que Dios lo sea. Es tiempo de que dejes de pretender ser el dueño de tu destino y dejes que sea Dios quien transforme tu vida -y el mundo- de acuerdo a su voluntad. Ya no te tardes, es hora de rendirte ante Él. Te ruego que lo hagas, no desperdicies su gracia.
"Dios dice: 'En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé'. Te digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!". (2º Corintios 6:2)
Mientras vivas como a ti te parece estarás alejado de Dios. Sin embargo, "a través de Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados. Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él". Por esto es que "en el nombre de Cristo te ruego que te reconcilies con Dios hoy" (2º Corintios 5:19-21).
El momento para acercarte a Dios es ahora, no hay ni habrá uno mejor. Mientras más te tardes, más te lamentarás cuando finalmente decidas hacerlo. Dios es paciente y te esperará siempre. Ni Él quiere ni nadie puede forzarte a nada. Sin embargo, lo cierto es que el tiempo transcurrido no vuelve atrás. Los años que pierdas lejos de Dios no podrás recuperarlos. Por eso, te ruego que no te tardes. Reconcíliate hoy con Dios. Sencillamente sé sincero con Él. Háblale, dile lo que te pasa. Cuáles son tus miedos y tus sueños. Dile que lo necesitas a Él, porque solo no puedes. "Acércate a Dios, y Él se acercará a ti" (Santiago 4:8). Búscalo de corazón y Él te responderá (Jeremías 33:3).
Si no lo conoces aún, hazlo. Si te has alejado, es hora de que vuelvas. Él siempre es fiel; los inconstantes somos nosotros.
Te ruego que te reconcilies con Dios hoy.
Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por ser siempre fiel. Gracias porque siempre me esperas. No dejes que pierda más tiempo, no quiero tardarme más en seguirte con todo mi ser. En el nombre de Jesús, amén.
¿Digo con esto que no hay tener memoria o proyectos, sueños? Para nada. La memoria es imprescindible para no volver a cometer los errores pasados. El recuerdo de aquello que se adoleció (sufrió) hace que se valore lo alcanzado. Los proyectos y sueños son los que nos mantienen vivos. La esperanza, la fe en el mañana, es la que provee la fuerza para comenzar cada día.
Ahora bien, lo real, lo concreto, es el ahora. Simplemente, porque es lo único que podemos cambiar, modificar. El ejercicio de la libertad nos da esta capacidad.
¿A dónde voy? La semana pasada me llegó un mail que decía lo siguiente: "Hola, Jonathan. Es bonito lo que haces. Ojalá crezca. Yo estoy alejado de Dios, pero sé que tarde o temprano volveré a su lado. Cuando esté feliz, alguna vez, con lo que haya logrado hacer de mi existencia".
Es en respuesta a este mail (como a otros similares) que hoy escribo.
Si estás en este lugar -ya sea porque aún no has decidido seguir a Cristo, o porque no terminas de llevarlo a la práctica-, déjame decirte que el tiempo para hacerlo es hoy. No porque a mí se me ocurra o porque crea que es lo mejor; sino porque sencillamente "ahora" es todo lo que tienes con certeza. No sabes qué pasara dentro de un año, o un mes, o mañana, o en tan sólo media hora.
Cristo ya murió por ti, para pagar tu pecado. La gracia (el regalo inmerecido de salvación) ya está a tu alcance, ya te ha sido ofrecida. Es tiempo de que dejes de ser el dios de tu vida y dejes que Dios lo sea. Es tiempo de que dejes de pretender ser el dueño de tu destino y dejes que sea Dios quien transforme tu vida -y el mundo- de acuerdo a su voluntad. Ya no te tardes, es hora de rendirte ante Él. Te ruego que lo hagas, no desperdicies su gracia.
"Dios dice: 'En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé'. Te digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!". (2º Corintios 6:2)
Mientras vivas como a ti te parece estarás alejado de Dios. Sin embargo, "a través de Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados. Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él". Por esto es que "en el nombre de Cristo te ruego que te reconcilies con Dios hoy" (2º Corintios 5:19-21).
El momento para acercarte a Dios es ahora, no hay ni habrá uno mejor. Mientras más te tardes, más te lamentarás cuando finalmente decidas hacerlo. Dios es paciente y te esperará siempre. Ni Él quiere ni nadie puede forzarte a nada. Sin embargo, lo cierto es que el tiempo transcurrido no vuelve atrás. Los años que pierdas lejos de Dios no podrás recuperarlos. Por eso, te ruego que no te tardes. Reconcíliate hoy con Dios. Sencillamente sé sincero con Él. Háblale, dile lo que te pasa. Cuáles son tus miedos y tus sueños. Dile que lo necesitas a Él, porque solo no puedes. "Acércate a Dios, y Él se acercará a ti" (Santiago 4:8). Búscalo de corazón y Él te responderá (Jeremías 33:3).
Si no lo conoces aún, hazlo. Si te has alejado, es hora de que vuelvas. Él siempre es fiel; los inconstantes somos nosotros.
Te ruego que te reconcilies con Dios hoy.
Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por ser siempre fiel. Gracias porque siempre me esperas. No dejes que pierda más tiempo, no quiero tardarme más en seguirte con todo mi ser. En el nombre de Jesús, amén.
agosto 23, 2005
Aquello que Dios ve, cuando nosotros vemos otra cosa
Hace unos días, un chico me escribió un mail que decía lo siguiente:
"Hola, hermano. Mira, mi viejo murió de cáncer el 30 de abril pasado, a los 68 años de edad. Era un gran ser humano, todos lo querían y era tan tierno que le tenía lástima a todo el mundo. Él quería vivir al menos dos años más, pero el cáncer se lo llevó de la manera más sanguinaria y cruel en sólo 20 días. Era un ser humano espectacular. Yo te pregunto una cosa: ¿Por qué Dios hizo eso?".
Por supuesto, no tuve ni tengo la respuesta a esa pregunta. No soy Dios, ni pretendo serlo. Apenas lo conozco un poco, y no entiendo la mayoría de las cosas que la Biblia dice acerca de Él. Dios es infinitamente más grande, poderoso y sabio que yo. Aunque lo intentara toda mi vida, jamás podría comprender por qué hace o permite las cosas que hace y permite. Sólo sé que Él ve desde una perspectiva incalculablemente más grande que yo. Por eso dice la Escritura: “Los pensamientos de Dios no son mis pensamientos, ni sus caminos mis caminos. Así como el cielo es más alto que la tierra, sus caminos son más altos que mis caminos, y sus pensamientos más que mis pensamientos” (Isaías 55:8-9).
Quiero hablarte de este tema hoy: La enorme diferencia que entre lo que nosotros vemos y lo que Dios ve.
Te daré un ejemplo que escuché de un gran maestro (¡gracias Vilmar!), una de las personas más sabias que conozco (no porque tenga mucho conocimiento -que de hecho lo tiene-, sino porque es la que conozco que más veces se atreve a decir "no sé"):
"En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por ambos lados y sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: '¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?'. Pero ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, hubo nadie capaz de abrirlo ni de examinar su contenido. Y lloraba yo mucho porque no se había encontrado a nadie que fuera digno de abrir el rollo ni de examinar su contenido. Uno de los ancianos me dijo: '¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos'.
Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Se acercó y recibió el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban este nuevo cántico: 'Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra'" (Apocalipsis 5:1-10).
No pretendo explicar el texto en sí. El género, como su nombre bien lo indica, es apocalíptico, por ende, está plagado de simbolismos. Sin embargo, sí quiero dirigir tu atención hacia un punto:
El ángel pregunta quién tendrá el suficiente poder para romper los sellos y abrir el rollo. El apóstol Juan, quien tuvo la visión y escribió este libro, dice que no había absolutamente nadie capaz de hacerlo. Entonces, uno de los ancianos (para el caso, no importa a quiénes representan) afirma: "el León de Judá podrá abrirlo". Aquí viene la parte increíble: A Juan le hablan de un animal fuerte, feroz, del "rey de la selva", por lo que busca encontrarse con algo semejante. Sin embargo, él sólo ve un cordero sacrificado. Dudo que la imagen del animal todo ensangrentado haya sido muy agradable.
¿Qué quiero decirte? Donde el hombre sólo ve muerte, destrucción, fracaso; Dios ve vida, salvación, victoria. El hombre mira a Cristo clavado en la cruz y piensa: "pobre tipo, murió ahí sólo. Al final, después de todos esos milagros y enseñanzas, terminó fracasando". Dios, en cambio, ve a la muerte devorada por la victoria, ve a Jesús resucitando, triunfando frente a lo imposible (1º Corintios 15:54-57).
Muchas veces el hombre mira el mundo, o a su vida, y no entiende, sencillamente no entiende. Sé que a mí me pasa, y no creo ser el único. ¡Si tan sólo pudiésemos alcanzar a percibir por un momento cómo ve Dios todo lo que ocurre! , quizás... No, creo que sería aún peor, no seríamos capaces de enfrentar la realidad tan crudamente.
Quienes apedrearon a Esteban, pensaron que estaban destruyéndolo a él y a aquello que él creía. Sin embargo, en ese mismo momento Dios le estaba mostrando su gloria: "Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios: -¡Veo el cielo abierto -exclamó-, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!" (Hechos 7:55-56). Cualquiera que lo hubiese visto caer bajo la fuerza de las piedras cubiertas de odio, habría pensado que había fracasado, que era sólo otro soñador más que moría sin sentido. Sin embargo, Dios le mostró a Esteban que en realidad su vida no se estaba acabando en ese momento, y que ya nadie podría arrebatarle la victoria.
Como te dije: cuando Dios mira, no ve lo mismo que nosotros vemos. Pregúntale a Job. No tenemos forma de explicar o entender todo lo que ocurre en el mundo, pero sí podemos confiar en que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28).
Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a entender que las cosas no son siempre como yo quiero, o como creo que deberían ser. Sé que Tú ves todo el bosque, mientras que yo sólo puedo ver una pequeña gota en una hoja de un árbol. Enséñame a aceptar tu voluntad como lo mejor para mí, aunque no lo comprenda o no me parezca así. Sé que eso es lo que quieres de mí, sólo que me cuesta mucho. En el nombre de Jesús, amén.
"Hola, hermano. Mira, mi viejo murió de cáncer el 30 de abril pasado, a los 68 años de edad. Era un gran ser humano, todos lo querían y era tan tierno que le tenía lástima a todo el mundo. Él quería vivir al menos dos años más, pero el cáncer se lo llevó de la manera más sanguinaria y cruel en sólo 20 días. Era un ser humano espectacular. Yo te pregunto una cosa: ¿Por qué Dios hizo eso?".
Por supuesto, no tuve ni tengo la respuesta a esa pregunta. No soy Dios, ni pretendo serlo. Apenas lo conozco un poco, y no entiendo la mayoría de las cosas que la Biblia dice acerca de Él. Dios es infinitamente más grande, poderoso y sabio que yo. Aunque lo intentara toda mi vida, jamás podría comprender por qué hace o permite las cosas que hace y permite. Sólo sé que Él ve desde una perspectiva incalculablemente más grande que yo. Por eso dice la Escritura: “Los pensamientos de Dios no son mis pensamientos, ni sus caminos mis caminos. Así como el cielo es más alto que la tierra, sus caminos son más altos que mis caminos, y sus pensamientos más que mis pensamientos” (Isaías 55:8-9).
Quiero hablarte de este tema hoy: La enorme diferencia que entre lo que nosotros vemos y lo que Dios ve.
Te daré un ejemplo que escuché de un gran maestro (¡gracias Vilmar!), una de las personas más sabias que conozco (no porque tenga mucho conocimiento -que de hecho lo tiene-, sino porque es la que conozco que más veces se atreve a decir "no sé"):
"En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por ambos lados y sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: '¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?'. Pero ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, hubo nadie capaz de abrirlo ni de examinar su contenido. Y lloraba yo mucho porque no se había encontrado a nadie que fuera digno de abrir el rollo ni de examinar su contenido. Uno de los ancianos me dijo: '¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos'.
Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Se acercó y recibió el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban este nuevo cántico: 'Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra'" (Apocalipsis 5:1-10).
No pretendo explicar el texto en sí. El género, como su nombre bien lo indica, es apocalíptico, por ende, está plagado de simbolismos. Sin embargo, sí quiero dirigir tu atención hacia un punto:
El ángel pregunta quién tendrá el suficiente poder para romper los sellos y abrir el rollo. El apóstol Juan, quien tuvo la visión y escribió este libro, dice que no había absolutamente nadie capaz de hacerlo. Entonces, uno de los ancianos (para el caso, no importa a quiénes representan) afirma: "el León de Judá podrá abrirlo". Aquí viene la parte increíble: A Juan le hablan de un animal fuerte, feroz, del "rey de la selva", por lo que busca encontrarse con algo semejante. Sin embargo, él sólo ve un cordero sacrificado. Dudo que la imagen del animal todo ensangrentado haya sido muy agradable.
¿Qué quiero decirte? Donde el hombre sólo ve muerte, destrucción, fracaso; Dios ve vida, salvación, victoria. El hombre mira a Cristo clavado en la cruz y piensa: "pobre tipo, murió ahí sólo. Al final, después de todos esos milagros y enseñanzas, terminó fracasando". Dios, en cambio, ve a la muerte devorada por la victoria, ve a Jesús resucitando, triunfando frente a lo imposible (1º Corintios 15:54-57).
Muchas veces el hombre mira el mundo, o a su vida, y no entiende, sencillamente no entiende. Sé que a mí me pasa, y no creo ser el único. ¡Si tan sólo pudiésemos alcanzar a percibir por un momento cómo ve Dios todo lo que ocurre! , quizás... No, creo que sería aún peor, no seríamos capaces de enfrentar la realidad tan crudamente.
Quienes apedrearon a Esteban, pensaron que estaban destruyéndolo a él y a aquello que él creía. Sin embargo, en ese mismo momento Dios le estaba mostrando su gloria: "Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios: -¡Veo el cielo abierto -exclamó-, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!" (Hechos 7:55-56). Cualquiera que lo hubiese visto caer bajo la fuerza de las piedras cubiertas de odio, habría pensado que había fracasado, que era sólo otro soñador más que moría sin sentido. Sin embargo, Dios le mostró a Esteban que en realidad su vida no se estaba acabando en ese momento, y que ya nadie podría arrebatarle la victoria.
Como te dije: cuando Dios mira, no ve lo mismo que nosotros vemos. Pregúntale a Job. No tenemos forma de explicar o entender todo lo que ocurre en el mundo, pero sí podemos confiar en que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28).
Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a entender que las cosas no son siempre como yo quiero, o como creo que deberían ser. Sé que Tú ves todo el bosque, mientras que yo sólo puedo ver una pequeña gota en una hoja de un árbol. Enséñame a aceptar tu voluntad como lo mejor para mí, aunque no lo comprenda o no me parezca así. Sé que eso es lo que quieres de mí, sólo que me cuesta mucho. En el nombre de Jesús, amén.
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