"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

agosto 30, 2005

En el momento propicio

Sinceramente, hoy no fue uno de mis mejores días. ¿Por qué te lo cuento? No porque creo que te importe; otra es la causa que motiva esta confesión: las circunstancias no son lo que importa. Seguro que hay momentos buenos y momentos malos. Siempre hay situaciones mejores que otras. Sin embargo, todo lo que tenemos es el presente. No podemos vivir del pasado, porque sencillamente ya dejó de ser. De la misma manera, tampoco podemos vivir de la expectativa del futuro, porque no sabemos qué será de él.

¿Digo con esto que no hay tener memoria o proyectos, sueños? Para nada. La memoria es imprescindible para no volver a cometer los errores pasados. El recuerdo de aquello que se adoleció (sufrió) hace que se valore lo alcanzado. Los proyectos y sueños son los que nos mantienen vivos. La esperanza, la fe en el mañana, es la que provee la fuerza para comenzar cada día.

Ahora bien, lo real, lo concreto, es el ahora. Simplemente, porque es lo único que podemos cambiar, modificar. El ejercicio de la libertad nos da esta capacidad.

¿A dónde voy? La semana pasada me llegó un mail que decía lo siguiente: "Hola, Jonathan. Es bonito lo que haces. Ojalá crezca. Yo estoy alejado de Dios, pero sé que tarde o temprano volveré a su lado. Cuando esté feliz, alguna vez, con lo que haya logrado hacer de mi existencia".

Es en respuesta a este mail (como a otros similares) que hoy escribo.

Si estás en este lugar -ya sea porque aún no has decidido seguir a Cristo, o porque no terminas de llevarlo a la práctica-, déjame decirte que el tiempo para hacerlo es hoy. No porque a mí se me ocurra o porque crea que es lo mejor; sino porque sencillamente "ahora" es todo lo que tienes con certeza. No sabes qué pasara dentro de un año, o un mes, o mañana, o en tan sólo media hora.

Cristo ya murió por ti, para pagar tu pecado. La gracia (el regalo inmerecido de salvación) ya está a tu alcance, ya te ha sido ofrecida. Es tiempo de que dejes de ser el dios de tu vida y dejes que Dios lo sea. Es tiempo de que dejes de pretender ser el dueño de tu destino y dejes que sea Dios quien transforme tu vida -y el mundo- de acuerdo a su voluntad. Ya no te tardes, es hora de rendirte ante Él. Te ruego que lo hagas, no desperdicies su gracia.

"Dios dice: 'En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé'. Te digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!". (2º Corintios 6:2)

Mientras vivas como a ti te parece estarás alejado de Dios. Sin embargo, "a través de Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados. Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él". Por esto es que "en el nombre de Cristo te ruego que te reconcilies con Dios hoy" (2º Corintios 5:19-21).

El momento para acercarte a Dios es ahora, no hay ni habrá uno mejor. Mientras más te tardes, más te lamentarás cuando finalmente decidas hacerlo. Dios es paciente y te esperará siempre. Ni Él quiere ni nadie puede forzarte a nada. Sin embargo, lo cierto es que el tiempo transcurrido no vuelve atrás. Los años que pierdas lejos de Dios no podrás recuperarlos. Por eso, te ruego que no te tardes. Reconcíliate hoy con Dios. Sencillamente sé sincero con Él. Háblale, dile lo que te pasa. Cuáles son tus miedos y tus sueños. Dile que lo necesitas a Él, porque solo no puedes. "Acércate a Dios, y Él se acercará a ti" (Santiago 4:8). Búscalo de corazón y Él te responderá (Jeremías 33:3).

Si no lo conoces aún, hazlo. Si te has alejado, es hora de que vuelvas. Él siempre es fiel; los inconstantes somos nosotros.

Te ruego que te reconcilies con Dios hoy.

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por ser siempre fiel. Gracias porque siempre me esperas. No dejes que pierda más tiempo, no quiero tardarme más en seguirte con todo mi ser. En el nombre de Jesús, amén.