"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

agosto 02, 2005

¿Tienes algo de comer?

Dios quiere pasar tiempo contigo. A lo largo de la Biblia encontrarás decenas de expresiones como esta: "estaré contigo dondequiera que vayas" (Josué 1:9b).

Quiero mostrarte una que llamó mucho mi atención. Jesús ya había resucitado. Se había aparecido a las mujeres y a dos de sus seguidores, pero los discípulos todavía no lo creían:
"Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:
-Paz a ustedes.
Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu.
-¿Por qué se asustan tanto? -les preguntó-. ¿Por qué les vienen dudas? Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó:
-¿Tienen aquí algo de comer?
Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo:
-Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.
-Esto es lo que está escrito -les explicó-: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas. Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre
(el Espíritu Santo); pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto.
Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, entonces, lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios".
(Lucas 24:36-53)

Me encanta un detalle en medio del relato, casi pasa desapercibido por la magnificencia del hecho: Jesús come con ellos. ¿Qué necesidad tenía? ¿Acaso tenía hambre? No lo creo. Entonces, ¿por qué lo hace? Porque la mesa común crea entre los comensales una comunidad de existencia. Quien come contigo (sobre todo en la cultura judía del siglo I) es alguien que se iguala a ti. Es una muestra de respeto, de fraternidad y de perdón. Compartir la mesa es compartir la vida. Cristo, ya resucitado, a punto de ser glorificado y de sentarse a la derecha del Padre, ¡se detiene para comer contigo! Es el rey que se sienta a la mesa del campesino y crea con él una unidad. Cristo, con esta acción, hace carne sus últimas palabras, relatadas en el evangelio de Mateo: "Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20b).

No importa quién seas, o qué hayas hecho, Jesús siempre quiere comer contigo.

Te daré un ejemplo. Un recaudador de impuestos era la persona más odiada por el pueblo judío, estaba al nivel de un ladrón o un asesino. Sin embargo, mira lo que ocurrió:
"Estaba Jesús caminando cuando se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba.
-Sígueme -le dijo Jesús.
Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió.
Luego, Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos
. (Lucas 5:27-29)

A Jesús no le importa lo que la gente piense de ti, porque "no son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos" (Lucas 5:31). Para que te des una idea: este Leví de quien habla el relato es Mateo, el escritor del evangelio. Porque "Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse" (1º Corintios 1:27-29).

Dice Jesús en Apocalipsis, capítulo 3, versículo 20:
"Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo".

Si escuchas su llamado, ábrele la puerta, para que entre y cene contigo. Quizás no estés dispuesto a darle un banquete con tu vida, como lo hizo Leví, pero al menos permítele que entre a comer.

No te olvides jamás de que Él está a tu lado. Nunca estará tan ocupado o apurado para dejarte de lado. Siempre tendrá tiempo para detenerse y acompañarte. No te sientas solo, porque nunca lo estarás.

“Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. "Las últimas palabras de Jesús en el evangelio de Mateo me habían traído a la memoria el misterio de ese libro. En él estaba Jesús presente, hasta el fin del mundo, hecho tinta y papel, letra muerta y espíritu vivo" (José Luis Sicre, El Cuadrante, Ed. Verbo Divino).

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias porque tengo la seguridad de que estarás conmigo siempre. Ayúdame a no olvidarlo. Quiero cenar otra vez -mil veces más- contigo. En el nombre de Jesús, amén.