"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

julio 26, 2005

Ser libre (parte II)

La semana pasada te hablé de lo que significaba ser libre en Cristo. Hoy te hablaré de algunas condiciones que esta libertad presenta. Después no podrás decir que nadie te avisó. Dios te bendiga.

Para resumirte muy brevemente el escrito anterior: "El creyente es libre en cuanto que en Cristo ha recibido el poder de vivir ya en la intimidad del Padre, sin verse impedido por (ser esclavo de) los lazos del pecado, de la muerte y de la ley (de Moisés)" (León Roy, Vocabulario de teología bíblica, Ed. Herder).


Primero, cabe aclarar que tu libertad (así como tus derechos) acaba donde comienza la de tu prójimo. ¿Cómo es esto?

Dejaré que sea el apóstol Pablo quien te lo explique (hay veces en que, queriendo aclarar, sólo oscurecemos). Él habla sólo de la comida y el día de reposo, pero -a conciencia- puede extenderse a cualquier cosa:
"Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay quienes son débiles en la fe, y sólo comen verduras. El que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo no debe condenar al que lo hace, pues Dios lo ha aceptado.
Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios.
Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al hermano. Yo, de mi parte, estoy plenamente convencido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo. Si algo es impuro, lo es solamente para quien así lo considera. Ahora bien, si tu hermano se angustia por causa de lo que comes, ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió. En una palabra, no den lugar a que se hable mal del bien que ustedes practican, porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. El que de esta manera sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por sus semejantes.
Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todo alimento es puro; lo malo es hacer tropezar a otros por lo que uno come. Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano.
Así que la convicción que tengas tú al respecto, mantenla como algo entre Dios y tú. Dichoso aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado".
(Romanos 14:1-3,5-6,12-23)

El texto habla por sí mismo, saca tus propias conclusiones.


Segundo, puedes hacer lo que quieras, nadie te lo impedirá, pero sé inteligente: elige sólo lo mejor.

"Todo está permitido", pero no todo es provechoso. "Todo está permitido", pero no todo es constructivo". (1º Corintios 10:23)

En Cristo, "todo te está permitido". Sin embargo, esto no significa que todo te convenga, que todo te edifique; porque no es así. Por ejemplo, puedes pasarte la vida pensando cómo vengarte de aquel que te lastimó, o cómo estafar a alguien, o cómo tener relaciones sexuales con cuanta persona se te cruce; o, como Pablo recomienda, puedes pensar en "todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; todo lo que tiene alguna virtud, todo lo que es digno de alabanza" (Filipenses 4:8). De esa manera, puedes elegir (hacer ejercicio de tu libertad) "amoldarte al mundo actual, o ser transformado mediante la renovación de tu mente. De esta manera, podrás comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta" (Romanos 12:2). Tienes la libertad de escoger.

"Todas las cosas me están permitidas", pero no todas son para mi bien. "Todas las cosas me están permitidas", pero no dejaré que nada me domine". (1º Corintios 6:12)

En Cristo, "todas las cosas te están permitidas". Sin embargo, estas cosas nunca deben dejar de eso: cosas. En el momento en que un medio se transforme para ti en un fin en sí mismo, estás perdido. Del mismo modo en que ocurre con la ley ("el día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo" (Marcos 2:27), ocurre con la creación divina: Dios hizo las cosas para que el hombre disfrutara de ellas, no para que viva para ellas. En el instante en que la cosa tome el lugar de Dios en tu vida, te ha dominado. Dios es Señor, no tu pareja, no tu trabajo, no tu estudio, no tu familia, no tus cosas, no tu pecado. Sólo Dios es Dios: "Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos" (Romanos 14:7-8). Tú decides, que para eso eres libre.

Ahora bien, ¿qué pasa si eliges mal?
"Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelves a enredarte en ella y eres vencido, terminas en peores condiciones que al principio. Más te hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que abandonarlo después de haber conocido el santo mandamiento que se te dio. En ese caso sucedería lo que acertadamente afirman estos proverbios: "El perro vuelve a su vómito", y "la puerca lavada, a revolcarse en el lodo". (2º Pedro 2:20-22)

¿Y si eliges bien?
"Ésta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos. Eso es actuar como personas libres que no utilizan su libertad como pretexto para hacer el mal, sino que viven como siervos de Dios". (1º Pedro 2:15-16)


Tercero, utiliza tu libertad con responsabilidad. Este punto está relacionado con el último versículo. Libertad no es sinónimo de libertinaje.

"Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.
Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren. Pero si los guía el Espíritu, no están bajo la ley.
Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida
-y libertad-, andemos guiados por el Espíritu". (Gálatas 5:13-26)


Al principio te dije que ya no podrías decir que nadie te había avisado. Por si no te quedó claro:
"Dice el Señor: Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes.
Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a Él, porque de Él depende tu vida, y por Él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob".
(Deuteronomio 30:19-20)

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a no valerme de mi libertad para hacer el mal, para no lastimar a los demás al ejercerla, para elegir siempre lo mejor. Sé que soy responsable de las veces que escogí bien, y de las que escogí mal. Confío en tu amor y misericordia para cubrir mis errores con tu gracia, y en tu justicia para premiar mis aciertos. Líbrame del mal, muéstrame la senda del bien. Gracias. En el nombre de Jesús, amén.