"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

julio 20, 2005

Ser libre (parte I)

Cuando comencé esta página tomé un versículo como lema: "Y conocerás la verdad, y la verdad te hará libre". Éstas son palabras de Jesús relatadas en el evangelio según Juan, capítulo 8, versículo 32. Hoy quiero explicarte lo que significa ser libre en Cristo. La semana que viene te hablaré acerca de algunas condiciones que esta libertad tiene, pero hoy me limitaré a aclararte en qué consiste.

"Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en Él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en Él fueron circuncidados, no por mano humana sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con Él en el bautismo. En Él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos.
Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz".
(Colosenses 2:9-14)

Primero quiero hacer una aclaración: "el bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios" (1º Pedro 3:21). Es decir, lo que te limpia no es el agua sino la determinación de comprometerte con Cristo, de "vivir de una manera digna del llamamiento que recibiste" (Efesios 4:1).

Terminada la aclaración, seguimos. Cristo, a través de su sacrificio, nos liberó de la naturaleza pecaminosa (la tendencia a pecar) y nos regaló la resurrección de los muertos a través del perdón de pecados. Al "anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley" de Moisés, nos libró de su cumplimiento.

El libro de Romanos, del 5:12 al 8:4 (te recomiendo leerlo), dice básicamente lo siguiente: Antes de la ley de Moisés no estaba delimitado qué era pecado. "Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: 'No codicies'" (Romanos 7:7b). En consecuencia, la función de la ley fue señalar el pecado. La ley, como tal, no era mala en sí misma, "pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto. En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí" (Romanos 7:8-9). Sin embargo, "por medio de Cristo la ley del Espíritu de vida me libró de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo librarme porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu" (Romanos 8:1-4). Es decir, Cristo pagó las exigencias de la ley por nosotros, por lo que nosotros ya no estamos bajo la ley de Moisés, sino bajo la "ley del Espíritu". Y esta ley me da libertad, "porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2º Corintios 3:17).

Ahora bien, voy a sincerarme. Decidí escribir acerca de la libertad porque me encontré con una realidad que me entristeció mucho. Hace unas semanas visité la página de una iglesia en Chile. La sección donde detallaban su doctrina se dividía en dos partes: una donde intentan explicar la identidad de Dios (algunos puntos cuestionables, pero nada grave) y otra que habla de la santidad, en esta última es donde hallé el problema. El pastor que escribe la sección dice: "El testimonio externo, que se inicia en lo interno, es básicamente lo que atrae a las almas hacia el Señor Jesucristo". Ahora bien, haciendo la aclaración de que no es el testimonio personal sino la acción del Espíritu lo que atrae a alguien a Dios, no estaría del todo mal. Lo terrible es que el pastor no se está refiriendo al comportamiento, sino que a continuación comienza a detallar cómo debe ser la apariencia externa de un creyente (cabello, tinturas, tatuajes, vestimenta, bijouterie, maquillaje, depilación). Si no fuera trágico, sería cómico. ¿Por qué?

Te daré un ejemplo: comienza diciendo "'no cortaréis en redondo/no haréis tonsura (peladura en forma de coronilla) en vuestras cabezas' (Levítico 19:27). No son nada nuevo muchos de los cortes de cabello que están de moda hoy. Extraños, delirantes, agresivos, etc. Ya existían en los días antiguos, eran propios de ciertas prácticas paganas o inmorales. Muchos de los cortes que identifican a la juventud son promovidos por entidades homosexuales o sectas peligrosas, por eso Dios advierte a su pueblo instándoles a mostrarse diferentes". En este sentido, adoctrinan acerca de cómo no debe llevarse el cabello, pero (y esto es increíble) ni siquiera citan el versículo entero, que dice "no se corten el cabello en redondo ni se despunten la barba". ¿Qué significa? Que no debes rasurarte la barba. Sin embargo, desde el pastor hasta los ministros de alabanza presentan una afeitada perfecta. Esto es hipocresía.

Quiero aclarar que no pretendo ensañarme con esta iglesia en particular. No critico a sus pastores o a sus miembros, sino a su doctrina, a su pensamiento.

Santiago 2:10-13 dice:
"El que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. Pues el que dijo: 'No cometas adulterio', también dijo: 'No mates'. Si no cometes adulterio, pero matas, ya has violado la ley.
Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad, porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio!".


De nada te sirve cumplir parte de la ley, si no la cumples toda, porque al infringirla en un punto, ya eres culpable de todos. La tradición, y no la enseñanza de Cristo, lleva a respetar algunos puntos y no otros, porque parecen viejos o desactualizados. Sin embargo, esto es como mínimo ingenuo: o respetas todos, como si estuvieras bajo la ley de Moisés, o no sigues ninguno sólo porque sí, sino porque la ley del Espíritu te lo indica (ya te explicaré qué significa eso).

"Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes en la libertad con la que Cristo nos libertó y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.
Escuchen bien: yo, Pablo, les digo que si se hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada. De nuevo declaro que todo el que se hace circuncidar está obligado a practicar toda la ley. Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia. Nosotros, en cambio, por obra del Espíritu y mediante la fe, aguardamos con ansias la justicia que es nuestra esperanza. En Cristo Jesús de nada vale estar o no estar circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor"
. (Gálatas 5:1-6)

La circuncisión era sólo un punto de la ley, como el no cortar en redondo el cabello. La doctrina de esta iglesia chilena fue sólo un ejemplo. De nada sirve querer cumplir la ley, sencillamente porque significa "romper con Cristo, caer de la gracia".

Colosenses 2:20-23 dice:
"Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como: 'No tomes en tus manos, no pruebes, no toques'? Estos preceptos, basados en reglas y enseñanzas humanas, se refieren a cosas que van a desaparecer con el uso. Tienen sin duda apariencia de sabiduría, con su afectada piedad, falsa humildad y severo trato del cuerpo, pero de nada sirven frente a los apetitos de la naturaleza pecaminosa".

El apóstol Pablo afirma en su carta a los colosenses que los preceptos del tipo cultural pasan con el tiempo ("desaparecen con el uso"). ¿Por qué entonces se pretende cumplir con una ley que fue dada a una cultura distinta hace miles de años? Puede parecer sabio, sacrificial, pero no sirve de nada. ¿Por qué? Porque una ley escrita no sirve de nada, es la ley del corazón la que determina.

Jeremías 31:33 dice: "Éste es el pacto que haré con el pueblo de Israel, afirma el Señor: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo".

¿Por qué pondrá Dios la ley dentro del hombre y no fuera de Él? Porque es la única forma de que la cumpla verdaderamente. La ley del Espíritu no se impone desde afuera, sino desde adentro. De nada sirve que un papel establezca "esto está mal" si internamente el hombre no entiende -no cree- que en efecto esté mal, porque entonces no lo cumplirá. Será como los fariseos o los maestros de la ley, a los que Jesús les dijo:
"Ustedes los fariseos limpian el vaso y el plato por fuera, pero por dentro están llenos de codicia y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera no hizo también lo de adentro? Den más bien a los pobres de lo que está dentro, y así todo quedará limpio para ustedes.
¡Ay de ustedes, fariseos!, que dan la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero descuidan la justicia y el amor de Dios. Debían haber practicado esto, sin dejar de hacer aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos!, que se mueren por los primeros puestos en las sinagogas y los saludos en las plazas.
¡Ay de ustedes!, que son como tumbas sin lápida, sobre las que anda la gente sin darse cuenta.
Uno de los expertos en la ley le respondió: 'Maestro, al hablar así nos insultas también a nosotros'.
Contestó Jesús: '¡Ay de ustedes también, expertos en la ley! Abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos'"
. (Lucas 11:39-46)

¿Cuál es, entonces, la ley que vale, la ley del Espíritu? Jesús lo explicó así: "En todo trata a los demás tal y como quieres que ellos los traten a ti. De hecho, esto es la ley y los profetas" (Mateo 7:12). Y: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas" (Mateo 22:37-40). Además, hay un tercero: "Dijo Jesús: este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros" (Juan 13:34-35).

Luego, el apóstol Pablo se encargó de explicar estos mandamientos en sus cartas. Sin embargo, no debe olvidarse que cada una de ellas fue escrita para una comunidad determinada, en un tiempo determinado, con una serie de problemas determinados. Es por esto que se encuentran algunas diferencias entre sus distintas cartas. Esto debe tomarse en consideración a la hora de interpretar sus escritos.

El apóstol Pedro también dirá: "Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación" (1º Pedro 2:12).

Eres libre en Cristo. Tu vida debe estar regida por esas tres leyes del Espíritu, aquellas que Cristo gravó a fuego en tu corazón. Cualquier otra cosa que intente obligarte coercitivamente (por la fuerza) a respetar determinados preceptos, no viene de Dios. Nadie puede juzgarte a ti por su conciencia. Pablo dice: "¿Por qué se ha de juzgar mi libertad de acuerdo a la conciencia ajena? Si con gratitud participo de la comida, ¿me van a condenar por comer algo por lo cual doy gracias a Dios? En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios" (1º Corintios 10:29-31). El apóstol aclarará esta idea en otra de sus cartas: "Así que la convicción que tengas al respecto, mantenla como algo entre Dios y tú. Dichoso aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que hace, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado" (Romanos 14:22-23).

Con esta libertad, viene la responsabilidad. Jean Paul Sartre, el mayor representante del existencialismo francés, Premio Nóvel de Literatura, afirmó: "El hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo y sin embargo es libre. Porque una vez que ha sido arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace" (El existencialismo es un humanismo).
La libertad implica responsabilidad por las decisiones tomadas (de eso te hablaré la semana que viene).

Para cerrar, te dejo con una frase de José Luis Sicre, un teólogo español: "Formar a un discípulo no es cuestión de enseñarle ideas abstractas, ni normas de conducta. Lo importante no es que renuncie al dinero, aprenda a perdonar, o valore a la gente más sencilla. Todo esto puede entrarle por un oído y salirle por el otro. Pero si el discípulo tiene siempre delante la imagen de Jesús, que se entrega hasta la muerte, que renuncia por completo a sí mismo, y termina triunfando, entonces consigue fuerzas para poner en práctica todo lo que le pida, por mucho que le cueste" (El cuadrante).

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias porque la verdad me hace libre. No permitas que nunca coarte la libertad de otro. Gracias por tu Espíritu, que me guía a la verdad. En el nombre de Jesús, amén.