"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

agosto 23, 2005

Aquello que Dios ve, cuando nosotros vemos otra cosa

Hace unos días, un chico me escribió un mail que decía lo siguiente:
"Hola, hermano. Mira, mi viejo murió de cáncer el 30 de abril pasado, a los 68 años de edad. Era un gran ser humano, todos lo querían y era tan tierno que le tenía lástima a todo el mundo. Él quería vivir al menos dos años más, pero el cáncer se lo llevó de la manera más sanguinaria y cruel en sólo 20 días. Era un ser humano espectacular. Yo te pregunto una cosa: ¿Por qué Dios hizo eso?".

Por supuesto, no tuve ni tengo la respuesta a esa pregunta. No soy Dios, ni pretendo serlo. Apenas lo conozco un poco, y no entiendo la mayoría de las cosas que la Biblia dice acerca de Él. Dios es infinitamente más grande, poderoso y sabio que yo. Aunque lo intentara toda mi vida, jamás podría comprender por qué hace o permite las cosas que hace y permite. Sólo sé que Él ve desde una perspectiva incalculablemente más grande que yo. Por eso dice la Escritura: “Los pensamientos de Dios no son mis pensamientos, ni sus caminos mis caminos. Así como el cielo es más alto que la tierra, sus caminos son más altos que mis caminos, y sus pensamientos más que mis pensamientos” (Isaías 55:8-9).

Quiero hablarte de este tema hoy: La enorme diferencia que entre lo que nosotros vemos y lo que Dios ve.

Te daré un ejemplo que escuché de un gran maestro (¡gracias Vilmar!), una de las personas más sabias que conozco (no porque tenga mucho conocimiento -que de hecho lo tiene-, sino porque es la que conozco que más veces se atreve a decir "no sé"):

"En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por ambos lados y sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: '¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?'. Pero ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, hubo nadie capaz de abrirlo ni de examinar su contenido. Y lloraba yo mucho porque no se había encontrado a nadie que fuera digno de abrir el rollo ni de examinar su contenido. Uno de los ancianos me dijo: '¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos'.
Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Se acercó y recibió el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban este nuevo cántico: 'Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra'"
(Apocalipsis 5:1-10).

No pretendo explicar el texto en sí. El género, como su nombre bien lo indica, es apocalíptico, por ende, está plagado de simbolismos. Sin embargo, sí quiero dirigir tu atención hacia un punto:
El ángel pregunta quién tendrá el suficiente poder para romper los sellos y abrir el rollo. El apóstol Juan, quien tuvo la visión y escribió este libro, dice que no había absolutamente nadie capaz de hacerlo. Entonces, uno de los ancianos (para el caso, no importa a quiénes representan) afirma: "el León de Judá podrá abrirlo". Aquí viene la parte increíble: A Juan le hablan de un animal fuerte, feroz, del "rey de la selva", por lo que busca encontrarse con algo semejante. Sin embargo, él sólo ve un cordero sacrificado. Dudo que la imagen del animal todo ensangrentado haya sido muy agradable.

¿Qué quiero decirte? Donde el hombre sólo ve muerte, destrucción, fracaso; Dios ve vida, salvación, victoria. El hombre mira a Cristo clavado en la cruz y piensa: "pobre tipo, murió ahí sólo. Al final, después de todos esos milagros y enseñanzas, terminó fracasando". Dios, en cambio, ve a la muerte devorada por la victoria, ve a Jesús resucitando, triunfando frente a lo imposible (1º Corintios 15:54-57).

Muchas veces el hombre mira el mundo, o a su vida, y no entiende, sencillamente no entiende. Sé que a mí me pasa, y no creo ser el único. ¡Si tan sólo pudiésemos alcanzar a percibir por un momento cómo ve Dios todo lo que ocurre! , quizás... No, creo que sería aún peor, no seríamos capaces de enfrentar la realidad tan crudamente.

Quienes apedrearon a Esteban, pensaron que estaban destruyéndolo a él y a aquello que él creía. Sin embargo, en ese mismo momento Dios le estaba mostrando su gloria: "Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios: -¡Veo el cielo abierto -exclamó-, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!" (Hechos 7:55-56). Cualquiera que lo hubiese visto caer bajo la fuerza de las piedras cubiertas de odio, habría pensado que había fracasado, que era sólo otro soñador más que moría sin sentido. Sin embargo, Dios le mostró a Esteban que en realidad su vida no se estaba acabando en ese momento, y que ya nadie podría arrebatarle la victoria.

Como te dije: cuando Dios mira, no ve lo mismo que nosotros vemos. Pregúntale a Job. No tenemos forma de explicar o entender todo lo que ocurre en el mundo, pero sí podemos confiar en que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28).

Señor, gracias por tu Palabra. Ayúdame a entender que las cosas no son siempre como yo quiero, o como creo que deberían ser. Sé que Tú ves todo el bosque, mientras que yo sólo puedo ver una pequeña gota en una hoja de un árbol. Enséñame a aceptar tu voluntad como lo mejor para mí, aunque no lo comprenda o no me parezca así. Sé que eso es lo que quieres de mí, sólo que me cuesta mucho. En el nombre de Jesús, amén.