"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

agosto 18, 2004

El provecho de la gracia

La verdad es que me fue complicado escribir algo sobre este capítulo, el número 15 de 1º Corintios. Me gustaría realmente que aquellos que les interese, y puedan, me escribieran lo que piensan al respecto.

El apóstol Pablo les dice a los corintios en el versículo diez de este capítulo:
"Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos los demás apóstoles; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo".

Me choca leer esta declaración porque me obliga a confrontarme. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir que podemos justificar con nuestros hechos la gracia de Dios para con nosotros?. Esto no implica que lleguemos a merecerla, porque nunca lo podríamos hacerlo (de ser así, no sería gracia), sino que apunta a qué es lo que estamos haciendo con ella. Por ejemplo: "a cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás" (1º Corintios 12:7), ¿qué es lo que hacemos con ese don de Dios? Porque muchas veces lo usamos para nuestra propia bendición, cuando debiera ser para el beneficio de otros. "Por eso ustedes, ya que tanto ambicionan los dones espirituales, procuren que estos abunden para edificación de la iglesia" (1º Corintios 14:12). Dios va a preguntarnos qué es lo que hicimos con el aceite (unción) que nos dio. "Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios" (1º Pedro 4:10).

Santiago 2:14-18 y 26, dice:
"Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y uno de ustedes les dice: 'Que les vaya bien, abríguense y coman hasta saciarse', pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. Sin embargo, alguien dirá: 'Tú tienes fe, y yo tengo obras'. Pues bien, muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta".

La gracia de Dios es para con nosotros para que la compartamos, no para que nos la quedemos para nosotros mismos. Nuestra fe en Jesús, nuestra esperanza en la salvación, nuestro amor por el Padre (que es nuestro vínculo, nuestra comunión con Él), son para que los llevemos donde vayamos. "Te he puesto como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra" (Isaías 49:6).

Tomemos el ejemplo de los tesalonicenses: "Los recordamos constantemente delante de nuestro Dios y Padre a causa de la obra realizada por su fe, el trabajo motivado por su amor, y la constancia sostenida por su esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1º Tesalonicenses 1:3).

"Por nuestros frutos nos conocerán" (Mateo 7:16). Que la gracia de Dios no sea en vano para con nosotros. "¡Recordemos, entonces, de dónde hemos caído!" (Apocalipsis 2:5), y hagamos algo por los Mefiboset que siguen tirados, tullidos en el alma, en Lo Debar (el lugar de no comunicación), de donde nosotros venimos. Levantémoslos del pozo donde están y traigámoslos ante la cruz.

Solamente recordemos que no somos nosotros, sino "la gracia de Dios que está con nosotros".

Jesús, enseñame a ser un buen administrador de tu gracia, para que no sea en vano para conmigo. Que nunca olvide que no soy yo, sino tu gracia a través mío. Amén.