"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

agosto 31, 2004

Abre mis ojos, Señor

Ayer empecé a leer el Antiguo Testamento de corrido, algo que hace un tiempo tenía ganas de hacer, pero que nunca me disponía a hacerlo.
Si bien en muchas cosas no es muy claro, y hasta parece que faltasen partes para poder comprender cabalmente lo que realmente sucedió, encontré varias cosas que llamaron poderosamente mi atención. Aquí voy a compartirles sólo una de ellas.

En Génesis capítulo 21 se relata cómo Abraham debió echar a Agar e Ismael de su campamento. Si volvemos a los capítulos 12 y 15 de este mismo libro, descubriremos que Dios había prometido a Abraham (Abram en ese momento) que él iba a ser padre de una gran nación. El problema era que él ya era anciano, y que su esposa, Saray (luego llamada Sara), ya había perdido la menstruación, por lo que era fisiológicamente imposible que esto sucediera. Entonces, como da cuenta el capítulo 16, Sara le propone a su esposo que tenga relaciones con una de sus criadas, llamada Agar, para que así pueda tener un hijo. Él lo hace, y de esa unión luego nacería Ismael (padre del pueblo musulmán). Se empiezan a dar fricciones entre Sara y Agar, debido a envidia de la primera y burlas de la segunda, por lo que la esclava escapa del campamento. Dios se le aparece a Agar y le pide que vuelva, prometiéndole que iba a tener a ese hijo (Génesis 16:11-12). Ella lo hace. Cinco capítulos después, en el 21, se da cuenta del nacimiento del hijo de la promesa, Isaac, que surge de la unión de Abraham y Sara (Dios nunca se tarda, es sólo que a veces no sabemos esperar). Ahora el problema empieza entre Isaac e Ismael, por lo que Abraham -presionado por Sara- se ve obligado a echarlo a él y a su madre del campamento. Y esto es lo que ocurre:

"Agar partió y anduvo errante por el desierto de Beerseba. Cuando se acabó el agua que llevaba, puso al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: 'No quiero ver morir al niño'. En cuando ella se sentó, el niño comenzó a llorar desconsoladamente. Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: '¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación'. En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero, habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia". (Génesis 21:14-21)

¿Qué es lo más llamativo de esto? ¿Qué enseñanza puede dejarnos? Además de que nos demuestra que Dios nunca nos desampara, lo que más me llama la atención es lo siguiente: En el momento más crítico que Agar estaba viviendo, Dios ya le tenía preparada una salida, sólo que ella no la veía. Dios ve su dolor, y el del niño; ve el sufrimiento de sus corazones, la agonía de sus almas; y se compadece. Entonces, Dios "abre sus ojos" para que pueda ver algo que siempre había tenido delante de ella, pero no había podido percibir.

Lo mismo le sucede a Abraham cuando Dios le pide que sacrifique al hijo de la promesa, es decir, a Isaac (capítulo 22). Habían pasado tres días desde esa horrible petición, cuando el patriarca llega con el muchacho al monte, construye el altar, ata a su hijo y toma el cuchillo, presto al sacrificio. En ese momento, un ángel de Dios aparece y le dice lo siguiente: "No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme tu único hijo". Entonces, "Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio a un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó al carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo" (Génesis 22:12-13).

Lo mismo me sorprende: ¿cómo es que Abraham no vio antes al carnero, si lo tenía enfrente? ¿cómo es que no escuchó el ruido que hacía al querer safarse del matorral donde estaba enredado? ¿cómo no oyó sus balidos? Sin embargo, Dios, en su misericordia, abrió sus ojos.

¿Qué es lo que esto me indica? Muchas veces sentimos que las circunstancias nos sobrepasan. Muchas veces creemos que no hay salida del problema en el que estamos inmersos. Sin embargo, Dios ya tiene preparada una solución para nosotros. Sólo espera que no podamos más, para que reconozcamos que lo necesitamos, y entonces "abra nuestros ojos".

Señor, gracias por hacer esto por nosotros. Gracias por abrir nuestros ojos. Perdón por las veces que nos desesperamos, olvidando que vos estás por sobre todas las circunstancias, velando por nosotros. Gloria tu nombre. Amén.