"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

junio 21, 2005

Un futuro lleno de esperanza

En este momento estoy escuchando una canción que me encanta. Por sobre todo, repite decenas de veces la frase: "No voy a volver atrás". Se llama Jesús, mi fiel amigo; es de Marco Barrientos. ¿Por qué te lo cuento? Porque quiero hablarte precisamente de eso: de mirar sólo hacia adelante.

Si te dispones a leer la Biblia, descubrirás que constantemente Cristo te desafía a seguirlo. Una y otra vez leerás ese verbo. A veces, casi como una orden; otras, como un reto; algunas, como una súplica. La Palabra de Dios muestra una y otra vez el acto divino de acercamiento hacia el hombre. Su punto culminante es la muerte de Jesús en la cruz para perdón de tus pecados. Ese es su más humilde, sincero y amoroso llamamiento. Es como si Dios mismo acercara sus labios a tus oídos, y susurrara "acércate a Mí".

Deberás responder a este llamado, no tienes opción. Con el tiempo, el murmullo se convertirá en una ensordecedora catarata. No podrás permanecer indiferente. Es por eso que pretendo mostrarte algunas de las formas en que podrás resolver esta cuestión.

Tomemos tres ejemplos bíblicos:

"Un hombre llegó corriendo hasta donde estaba Jesús, se postró delante de Él y le preguntó:
-Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
-Ya sabes los mandamientos: 'No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre'.
-Maestro -dijo el hombre-, todo eso lo he cumplido desde que era joven.
Jesús lo miró con amor y añadió:
-Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas.
(Marcos 10:17-22)

Parece duro, ¿verdad? Sin embargo, no puedo dejar de notar que Jesús no miró con desprecio o con un doble interés al hombre, sino que "lo miró con amor". Cristo no pretendía confundirlo o alejarlo de la verdad. Al contrario, buscaba que se aventure plenamente a ella. La enseñanza (pese a lo que muchas veces se explica al respecto) no es "el dinero es malo, debes deshacerte de él porque Dios está con los pobres". Las riquezas sólo son un problema si ocupan el lugar que le corresponde a Dios en tu vida, no si las buscas o utilizas para la proclamación de su nombre hasta lo último de la tierra. Para este hombre era más importante lo que tenía, que lo que él -o Dios mismo- era. Por eso, Jesús le dice que regale todo lo que tiene, a fin buscar a Dios sin estar atado a nada en el mundo (a lo largo de la historia, muchos grupos religiosos -como los valdenses, los franciscanos y muchos otros más- tomaron este pasaje al pie de la letra, lo que no es malo en sí mismo, mientras se pretenda seguir a Cristo de corazón, pero sí si se toma como un requisito imprescindible, porque ciertamente no lo es). Finalmente, el hombre decide no hacerlo, tú también tienes esta opción.

Veamos el segundo:
"Jesús iba por el camino hacia Jerusalén cuando alguien le dijo:
-Te seguiré a dondequiera que vayas.
-Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos -le respondió Jesús-, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
A otro le dijo:
-Sígueme.
-Señor -le contestó-, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
-Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios -le replicó Jesús-.
Otro afirmó:
-Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia.
Jesús le respondió:
-Nadie que mire hacia atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios".
(Lucas 9:57-62)

Un texto un tanto complicado, ¿verdad? Las tres personas que hablan con Jesús en el camino representan otra de las actitudes que podemos tener frente al llamado de Cristo.
El primero de los hombres parece estar dispuesto a todo por seguir a Cristo, por esto es que Jesús le dice: "Ten en cuenta el costo antes de afirmar que me seguirías a donde sea". Muchas veces la vida cristiana no es fácil. Implica, por ejemplo, decir "no" cuando todos dicen "sí". Incluye, simplemente por amor a Dios, hacer cosas que no tenemos ganas de hacer o que no nos gustan, y dejar de hacer cosas que sí nos atraen. Dios no pretende engañar al hombre, no busca venderle una cosa por otra. "Jesús es la verdad" (Juan 14:6), por lo tanto jamás mentirá. No te dirá parte de la verdad, sino que te golpeará con ella en su totalidad. Solamente cuando seas plenamente consciente de ella podrás determinar si quieres seguirlo, o no.
El segundo caso parece un poco más complicado. Las palabras de Jesús suenan indiferentes, incluso crueles. Sin embargo, esto es así sólo si se malinterpreta lo que dice el hombre. Puede ser que el padre del hombre verdaderamente estaba muerto, como que no. En ese caso, el hombre sólo estaba diciendo: "quiero quedarme con mi padre hasta que él muera, entonces te seguiré". O sea, "déjame hacer un poco mi vida, que ya tendré tiempo de seguirte después". Pero Cristo simplemente dice "sígueme". El apóstol Pablo le escribió a los Corintios: "Éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!" (2º Corintios 6:2b). Ahora es cuándo, no mañana, no después, ahora. La decisión es tuya.
El tercero plantea otra cuestión: "quiero seguirte, pero sin perder nada mientras lo hago. Quiero estar contigo, pero seguir viviendo como lo hacía". Jesús sólo dice: "sígueme". No puedes hacer un surco derecho en la tierra si no miras hacia adelante. Pablo dijo: "Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está adelante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13-14). Seguir a Cristo implica fijar los ojos en Él, el autor de nuestra salvación, y dejar atrás el pasado. No seas como la mujer de Lot (Génesis 19:1-29), no tengas en mayor estima lo que debes dejar que aquello que puedes alcanzar por hacerlo. Tú decides.

Veamos, ahora, el tercero:
"Pasando por la orilla del lago de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. 'Vengan, síganme -les dijo Jesús-, y los haré pescadores de hombres'. Al momento dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Jacobo y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca remendando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con Jesús".
(Marcos 1:16-20)

Este ejemplo es aún más impactante que los otros dos. Jesús simplemente dice -otra vez- "sígueme" y estos cuatro hombres lo hacen al instante. No se detienen a cuestionar nada. No miden costos y beneficios. No piensan en lo que dejan atrás. Simplemente deciden acompañar a Cristo. A ellos Jesús les dirá un tiempo después: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron" (Lucas 9:23-24). También tienes tú esta opción.

"Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión.
Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el río Jordán.
Hoy pongo el cielo y la tierra de testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a Él, porque de Él depende tu vida, y por Él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob".
(Deuteronomio 30:15-20)

La decisión está ahí, ante ti. "Elige, pues, la vida".

Sin embargo, había prometido que te hablaría acerca de cómo mirar sólo hacia adelante. Tengo algo que decir al respecto. Una de las personas que más quiero en el mundo siempre me recuerda lo siguiente (gracias Flor): "Para vivir de 'gloria en gloria' (2º Corintios 1:18) es imprescindible soltar -dejar ir- la gloria pasada, esto es, para poder abrazar la nueva" (esto no significa olvidar, que implica la negación del haber sido, sino simplemente no tener el pasado -o el presente- como algo a lo que aferrarse). Creo que no podría ser más cierto.

Dios siempre quiere llevarte a nuevos horizontes: "Si cumples con lo que te mando -tú sabes qué es lo que te manda a ti-, a la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras del Señor, porque será cosa tremenda la que Yo haré contigo" (Éxodo 34:10-11). Dios quiere verte crecer, llenarte de sabiduría, ungirte con su Santo Espíritu. No se lo impidas. Aquello que tanto amas, que crees que tanto te costó y que no quieres dejar por nada en el mundo, te lo dio Él. Si te pide que se lo entregues, es porque tiene algo mejor para ti, no dudes en hacerlo. Tienes el ejemplo de Abraham, de Job, de Pablo y de tantas personas que te rodean y que decidieron comprometerse con Cristo de corazón.

Te dejo solo ahora, es tiempo de que tomes una decisión. No la retrases, tarde o temprano deberás responder. Sólo espero que escojas bien.
No puedo evitar ser subjetivo en este punto, porque en realidad -parafraseando un poco al evangelista- "te escribo para que creas" (Lucas 1:4). Ten en cuenta lo siguiente: "Yo sé los planes que tengo para ti -dice el Señor-, planes para tu bienestar y no para tu mal, a fin de darte un futuro lleno de esperanza. Me hallarás cuando me busques, si me buscas de corazón" (Jeremías 29:11,13). Adiós, amigo/a. Hasta la próxima.

Gracias, Señor, por tu Palabra. Te pido que obre con poder en quien la lea, como lo hizo en mí. En tu nombre, amén.