"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

junio 08, 2005

A los pies de la cruz

Hoy quiero hablarte de una de las actitudes más comunes en el hombre: la autosuficiencia.

"Jesús iba caminando en medio de una gran multitud. Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues en vez de mejorar, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. Pensaba: 'Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana'. Al instante cesó su hemorragia, y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción". (Marcos 5:24-29)

Hay algo que llama mi atención en este pasaje, y es que la mujer busca a Cristo sólo después de "haber sufrido a manos de varios médicos y de haberse gastado todo lo que tenía, para nada". No antes. No durante. Sólo después. Únicamente luego de hacer todo lo humanamente posible, buscó a Dios. ¿Por qué? ¿Por qué, una y otra vez, nosotros hacemos lo mismo? ¿Por qué no aprendemos a llevar de entrada nuestros problemas y preocupaciones a los pies de la cruz? ¿Por qué lo hacemos solamente cuando no parece quedar otra opción? "¿Es que todavía no entendemos?" (Marcos 8:17) "¿Es que todavía no tenemos fe?" (Marcos 4:40) ¿Por qué?

Dios nos promete que "siempre nos acompañará, que nunca nos dejará ni nos abandonará" (Deuteronomio 31:6). Diariamente nos da pruebas de eso. Sin embargo, confiamos en nosotros mismos antes que en Él. ¿Qué ganamos con ello? "Sufrir mucho a manos de otros". No hay necesidad de que esto sea así. "Él sabe los planes que tiene para nosotros, planes para nuestro bienestar y no para nuestro mal, a fin de darnos un futuro lleno de esperanza" (Jeremías 29:11). Confiemos, entonces, en Él.

Es mucho más sencillo acudir a Cristo cuando algo malo nos pasa y dejar todo en sus manos, que querer solucionarlo nosotros mismos. Lo más seguro es que terminemos complicándolo más, que no logremos arreglar nada y acabemos lastimándonos a nosotros o a quienes amamos en el intento. Es más importante fijar los ojos en Cristo que en el viento, para que no nos hundamos (Mateo 14:22-33).

Con esto no pretendo decir que no nos hagamos cargo de nuestras vidas, ya que creo firmemente que debemos "orar como si todo dependiera de Dios, pero hacer como si todo dependiera de nosotros". Quizás allí se encuentra el desafío: en tener la capacidad de hacer ambas cosas. ¿Te animas? ¿Te atreves a intentarlo conmigo? Dios bendiga tu vida.

Gracias, Señor, por tu Palabra. Enséñame a buscarte siempre. Quiero depender siempre de ti. En el nombre de Jesús, amén.