"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

junio 30, 2005

La actitud frente al pecado

Perdón la tardanza, tuve una semana realmente ajetreada. Hoy quiero compartirte acerca de la actitud que podemos tener frente al pecado. La metodología que usaré será la misma que en el último escrito: Citaré dos ejemplos de la Biblia. Será, otra vez, tu decisión seguir uno o el otro.

“Al anochecer, llegó Jesús con los doce discípulos. Mientras estaban sentados a la mesa comiendo, dijo:
-Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar.
Ellos se pusieron tristes, y uno tras otro empezaron a preguntarle:
-¿Acaso seré yo?”
(Marcos 14:17-19)

Me llama la atención que "todos" se pregunten "¿acaso seré yo?", porque me indica dos cosas: primero, que ninguno veía imposible el hecho de traicionar a su maestro; y segundo, que todavía no se habían daba cuenta de que todos lo harían (de que todos lo hacemos).

Veamos el primer ejemplo:
“Cuando Judas vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata que le habían dado los ancianos y los jefes de los sacerdotes por traicionar a Jesús.
-He pecado –les dijo-, porque he entregado sangre inocente.
-¿Y eso a nosotros qué nos importa? –respondieron-. Allá tú.
Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó”
. (Mateo 27:1-2)

Judas, "incitado por el diablo" (Juan 13:2), fue quien efectivamente vendió a Jesús. No hay dudas, en este caso, de que lo traicionó. Para cuando se da cuenta de lo que había hecho, se arrepintió y fue corriendo a devolver las treinta monedas que le habían pagado por entregar a Jesús. Inicialmente, la actitud de Judas no fue mala: el problema fue que, en vez de acudir a la cruz a buscar el perdón, "fue y se ahorcó". Es decir, el diablo destruyó primero su alma, engañándolo, influyendo a hacer algo horrible; y luego destruyó su cuerpo, dejando atrás toda oportunidad de redención a través de la sangre de Cristo.

Veamos ahora el segundo:
“Habían arrestado a Jesús, y Pedro estaba sentado afuera, en el patio, cuando una criada se le acercó.
-Tú también estabas con Jesús de Galilea –le dijo.
Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
-No sé de qué estás hablando.
Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:
-Éste estaba con Jesús de Nazaret.
Él lo volvió a negar, jurándoles:
-¡A ese hombre ni lo conozco!
Poco después, se le acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
-Seguro que tú eres uno de ellos, se te nota por tu acento galileo.
Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró:
-¡A ese hombre ni lo conozco!
En ese instante, cantó un gallo. (El Señor se volvió y miró a Pedro.) Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho luego de la cena, cuando había anunciado que lo traicionarían: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’. Y saliendo de allí, lloró amargamente”
. (Mateo 26:69-75)

Si bien no fue Pedro quien entregó a Jesús, ¿podemos afirmar que no lo traicionó? Yo creo que no. El hecho de negarlo tres veces, luego de haber sido advertido al respecto, lo hace tan culpable como Judas. Ése era el momento para demostrar su fe, su entrega; ése era el momento para luchar por lo que quería, para seguir hasta el final, hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, tuvo miedo. Haber defendido a Cristo en esas circunstancias hubiese implicado la muerte. La actitud de Pedro es tan humana. Sé que muy probablemente yo hubiera hecho lo mismo, quizás (piénsalo) tú también.
Ahora bien, hay algo que separa la actitud de Pedro de la de Judas: él nunca creyó que era demasiado tarde. Conocía lo suficiente a su maestro como para dudar de su misericordia. Sabía que por más que dudase, Él lo sostendría siempre (Mateo 14:22-33). Pedro "lloró amargamente", se arrepintió y volvió a Cristo.

Lo común en ambos casos es el arrepentimiento, la tristeza. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que "la tristeza que proviene de Dios produce arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte" (2º Corintios 7:10). La tristeza que Judas sintió fue culpa, que lo llevó a la muerte; mientras que la tristeza que Pedro sintió fue conciencia de pecado, que lo llevó a la salvación.

Te dije que iba a hablarte de la actitud frente al pecado. Todos pecamos (Romanos 3:23), por ende, todos traicionamos a Cristo. Es imposible que no lo hagamos, por eso es que Él murió por nosotros. Ahora bien, la actitud frente al pecado es lo que nos hará santos, o suicidas (espiritualmente). Estoy convencido de que la santidad no pasa por la ausencia de pecado (ya que ésta es imposible), sino por la actitud frente al mismo. Creo que pasa por la actitud de enfrentarlo (o huir de él) siempre, por arrepentirse cuando caemos, por quererlo lejos de nuestra vida y hacer todo lo que humanamente podemos para evitarlo; pero, por sobre todo, creo que pasa por confiar en la gracia de Dios, en la sangre de Cristo que nos limpia de todo mal.

¿Cuál es la diferencia? La culpa nos destruye, la conciencia de pecado nos salva a través de Cristo.

Quiero contarte el final de la historia:
“Luego de haber resucitado, Jesús se apareció a sus discípulos junto al lago Tiberíades. Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
-Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
-Sí, Señor, tú sabes que te quiero –contestó Pedro.
-Apacienta mis corderos –le dijo Jesús.
Y volvió a preguntarle:
-Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
-Cuida de mis ovejas.
Por tercera vez Jesús le preguntó:
-Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: ‘¿Me quieres?’. Así que le dijo:
-Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.
-Apacienta mis ovejas –le dijo Jesús-. Después añadió:
-¡Sígueme!”.
(Juan 21:15-19)

Jesús finalmente restituye a Pedro. Además, le otorga la responsabilidad de velar por la iglesia. Cristo no le dio la espalda (ni nunca te la dará a ti). Pedro confió en Él, y el obró.

Te dejo con la decisión...

Señor, gracias por tu Palabra. Obra con poder en la vida de las personas, en mi vida. En el nombre de Jesús, amén.