"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

septiembre 22, 2005

Una humanidad perfecta (parte I)

Nuestra vida nunca puede ser igual luego de conocer a Cristo. Una vez que tomamos la decisión de seguirlo, de ser sus discípulos, nuestra forma de vida debe cambiar. Debemos comenzar a "vivir de una manera digna del llamamiento que hemos recibido" (Efesios 4:1). ¿Cómo? "Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esforzándonos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz" (Efesios 4:2-3). ¿Por qué? Porque "hay un sólo cuerpo y un sólo Espíritu, así como también fuimos llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por sobre todos y por medio de todos y en todos" (Efesios 4:4-6). ¿Para qué? Para que "lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo" (Efesios 4:13), porque "al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como Él" (Efesios 4:15).

El apóstol Pedro lo expresó de la siguiente manera:
"Baste ya el tiempo pasado para hacer lo que agrada a los incrédulos" (1º Pedro 4:3). "No se conformen a los deseos que antes tenían cuando estaban en la ignorancia; sino, como aquel que los llamó es santo, sean también ustedes santos en toda su manera de vivir" (1º Pedro 1:14-15).

Al respecto, Pablo también dice: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta" (Romanos 12:2).

¿Por qué te digo que tu vida debe imperiosamente cambiar? Porque "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2º Corintios 5:17).

Si todo en tu vida es hecho nuevo, entonces, no puede ser igual. ¿Para qué destruir una casa y volver a construirla exactamente igual? ¿No sería infinitamente mejor corregir sus errores, mejorarla?

Cristo no vino al mundo sólo a ofrecerte eternidad a través de Él, también vino a cambiar tu vida. Esto es tan así, que una cosa no puede darse sin la otra.

Al respecto pueden decirse mil cosas y citarse cientos de textos de la Biblia. En esta ocasión, me limitaré a utilizar el libro de Efesios, que en una forma magistral resume toda la cuestión en una oración:

"Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad". (Efesios 4:22-24)

Wow. Ahora bien, ¿qué significa eso? Varias cosas. Veamos algunas que Pablo presenta a continuación (la semana que viene veremos otras más):

"Dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo" (Efesios 4:25).

¿Entiendes la razón? Imagina que tus ojos le mintieran a tu cerebro cuando cruzas la calle, diciéndole que no se acerca ningún auto, sólo para que un camión te atropelle en el mismo momento en que des un paso adelante. Ambos son parte del mismo cuerpo, no pueden engañarse entre sí, porque entonces se dañarían -se destruirían- a sí mismos. Nunca la verdad, así como tampoco la misericordia, deben apartarse de ti. "El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño" (Salmos 34:12-13).

"'Si se enojan, no pequen'. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados" (Efesios 4:26).

No está mal que te enojes. Jesús se enojó muchas veces ante la incredulidad y la religiosidad. Sin embargo, no puedes aprovecharte de tu temperamento como una oportunidad para justificar el pecado. Las cosas que haces y dices enojado, por más que no sean tu intención, producen consecuencias en ti y en los demás. Si no quieres lastimar a las personas que amas, ni a ti mismo, cuando te enojes, no peques. Tampoco permanezcas en tu enojo mucho tiempo, sólo te volverás amargado e irritable. Aprende a perdonar, a dejar ir. Por más que tengas razón, por más que el otro no lo merezca, ni lo pida, debes perdonar. El enojo y la falta de perdón sólo te perjudican a ti. En la medida en que el perdón comience a formar una parte cotidiana de tu vida, te volverás más alegre, serás menos rencoroso y podrás confiar más en las personas, incluso en aquellas que te lastimaron. Piensa que Dios no nos perdonó porque lo mereciéramos (nadie lo merece), sino sólo porque nos amó. A eso precisamente estás llamado como discípulo de Cristo, a "amar a los demás como Él te amó a ti" (Juan 14:34), hasta dar su vida por ti.

"No des cabida al diablo" (Efesios 4:27).

El diablo es inteligente. Desde el principio, supo cómo engañar al hombre. Logró que Eva le creyera a él, tomando a Dios por mentiroso, y que lo convenciera a Adán (Génesis 3). En cuanto le das lugar al diablo, él hace aquello que sabe: "robar, matar y destruir" (Juan 10:10). Por eso, no le des cabida, no escuches sus mentiras. Más bien, utiliza tu fe como un escudo contra sus ataques (Efesios 6:16). Sé humilde: "sométete a Dios, resiste al diablo, y él huirá de ti" (Santiago 4:7). Cada centímetro que le das al diablo en tu vida, se lo quitas a Dios. No hagas eso, sólo te hará mal. Recuerda que el nombre de Cristo es sobre todo nombre. Acude a Él cuando sientas que no puedes más. "Por cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (Hebreos 2:18). Tan sólo busca a Dios.

"El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados" (Efesios 4:28).

Es importante que entiendas el valor que tiene el trabajo, porque otorga dignidad y confianza. Debes ganarte el dinero que te sustenta, pero debes hacerlo honradamente. No está bien que tomes coercitivamente (por la fuerza) lo que otro ganó con su esfuerzo. Pablo le dijo a los efesios: "Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: 'Hay más dicha en dar que en recibir'" (Hechos 20:34-35). Es importante señalar el objetivo del trabajo según el apóstol: no es para satisfacer las propias necesidades o gustos (como se hace hoy en día), sino para ayudar a los necesitados. Debes trabajar, no sólo para mantenerte a ti mismo, sino también para tener con qué ayudar a aquellos que no pueden hacerlo.

Dejémoslo aquí por ahora, la semana que viene veremos algunos más. Lo complicado de estudiar la Palabra de Dios, es que una vez que ya sabes, no tienes excusa, y es tan difícil llevar a la práctica aquello que se aprende (para los judíos de la época de Jesús, conocer y llevar a la práctica eran el mismo concepto, es decir, todavía no se sabe aquello que no se ha llevado a la práctica).

Señor, gracias por tu Palabra. Confío en tu gracia para ayudarme a aplicar a mi vida cada una de estas enseñanzas de Pablo. Sé que es difícil y me cuesta mucho, pero sé que en Ti todo lo puedo. Ayúdame a crecer en este camino, hasta "llegar a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo". En el nombre de Jesús, amén.