"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

septiembre 28, 2004

Después del milagro, ¿qué?

En mi iglesia nos regalaron una copia del evangelio según San Juan en la traducción en Lenguaje Actual, para que lo leamos de corrido y luego podamos regalárselo a alguien que no conozca a Cristo. Para ser sincero, voy por la mitad. No tuve tiempo de leerlo entero. Sin embargo, hay una cosa que me llamó la atención en uno de los milagros que Cristo realizó en Jerusalén que no había notado antes. No es que haya descubierto América, ni nada por el estilo, pero me pareció lo suficientemente bueno como para transmitírselo a ustedes. Es breve.

San Juan 5:2-11:
"En Jerusalén, cerca de la entrada llamada 'Portón de las Ovejas', había un estanque con cinco entradas que en hebreo se llamaba Betzatá -o Betsaida-. Allí se encontraban muchos enfermos acostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos. (Algunas versiones incluyen el siguiente versículo:"De cuando en cuando un ángel del Señor bajaba al estanque y agitaba en agua. El primero que entraba en el estanque después de cada agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera"). "Entre ellos había un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tenía de estar enfermo, le preguntó: '¿Quieres que Dios te sane?' El enfermo contestó: 'Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se remueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero'. Jesús le dijo: 'Levántate, alza tu camilla y camina'. En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.
Esto sucedió un sábado, el día de descanso obligatorio para los judíos. Por eso, unos jefes de los judíos le dijeron al hombre que había sido sanado: 'Hoy es sábado, y está prohibido que andes cargando tu camilla. Pero él les contestó: 'El que me sanó me dijo: 'Levántate, alza tu camilla y camina''".


Jesús estaba volviendo a Jerusalén desde Galilea cuando se encuentra con la escena descripta en el pasaje citado. Apenas atraviesa una de las puertas de la ciudad, ve un estanque rodeado de personas enfermas esperando la posibilidad de un milagro. Sin embargo, se detiene sólo en una de ellas. ¿Por qué? Creo que es por lo siguiente: este hombre inválido había probado su fe más que ningún otro. Fíjense que Jesús se acercó a él sólo después de enterarse cuánto hacía que padecía su enfermedad. Luego de treinta y ocho años, esta persona seguía aguardando el milagro. Su "convicción en lo esperado y su certeza en aquello que no veía" (Hebreos 11:1), es decir, su fe, le impedía resignarse. Eso fue lo que Jesús vio que hizo que se acercara a él.

Una vez a su lado, le pregunta si quería que Dios lo sanase (es que debemos reconocerle a Dios que lo necesitamos para que obre en nuestras vidas). Me causa gracia la respuesta del hombre. Es como si le dijera a Jesús: "Señor, ¿me estás cargando?, estoy acostado acá hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo desde cuándo. Cada vez que el Cielo se abre y se presenta la posibilidad del milagro, alguien se me adelanta, porque no tengo quien me ayude. Sin embargo, todavía estoy acá. Entonces, ¿te parece que no voy a querer que me sanes?". Imagino que Jesús sonrió en ese momento, alegrándose por la valentía y fe de ese hombre que nada tenía. (De cualquier forma, notemos que el enfermo reconoció a Jesús como Señor, aunque todavía no sabía quién era).

Esta vez el Cielo se abrió para él. Jesús le dijo: "Ok, vas a ser sano", y comenzó a reírse. En ese momento el tan esperado milagro ocurrió. El hombre se paró -luego de treinta y ocho años de no hacerlo- y comenzó a caminar (cuando Dios hace un milagro lo hace completo, no necesita que hagamos esfuerzo nosotros, como rehabilitación de músculos que ya no pueden sostener un cuerpo o recordarle a unas piernas cómo es que se adelanta una antes que al otra para poder caminar).

Acá viene lo que llamó mi atención. En el mismo momento de sanarlo, Jesús le pidió algo: "alza tu camilla y camina". ¿Qué significa esto? "¡Predicá, no se te ocurra quedarte para vos el milagro, compartilo!".

Si el inválido se iba como si nada para su casa, sólo quienes lo conocían profundamente iban a enterarse de lo que había sucedido, pero al alzar su camilla y cargarla por toda la ciudad, todo el que lo viera iba a recordar que era el que hacía tanto tiempo estaba esperando el milagro al lado del estanque. Ésta era su oportunidad para decir "¡hay un hombre caminando por Jerusalén que cambió mi vida!".

En Apocalipsis 2:5 el Señor le dice a la iglesia de Éfeso -que había perdido la pasión que tenía para seguir a Cristo-: "¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio". Esto mismo es lo que Jesús le dijo al enfermo: "Llevá la camilla para que no te olvides de lo que hice por vos".

Irremediablemente, con la decisión de obedecer al Señor aparecen los problemas. Los fanáticos religiosos -que nada entendían de la implicancia de creer en Dios, ya que sólo se limitaban a la observación y repetición de ritos, sin preocuparse por cuál era el significado detrás de la liturgia- van corriendo a decirle: "¿Qué pensás que estás haciendo? ¿No ves que no entendés nada? No es así como se hacen las cosas". Ellos se preocupaban más por las formas que por el fondo, el contenido.

Creo que me imagino la cara de estupefacción del hombre que había sido sanado. En su lugar, yo no podría entender la incredulidad y estupidez de esos hombres. Sin embargo, en su humildad, él les respondió: "La verdad que no comprendo qué es lo que me están preguntando. Hasta me parece ridículo. De cualquier forma, y por si lo quieren saber, estoy haciendo esto porque quien tuvo el poder y la misericordia suficientes para sanarme, me dijo que lo hiciera, y ¿cómo no iba a obedecerlo?'. El hombre había entendido.

Al final, el texto se hizo un poco más largo de lo que creí en un principio. Pasa que muchas veces nos olvidamos de dónde nos sacó el Señor y caminamos como si nada, olvidándonos de "cargar nuestra cruz y seguirlo", como dijo Jesús en Mateo 16:24.

Señor, gracias por tu Palabra. Mil veces me sorprendés con ella. Hablame, hablame. No permitas que "olvide de dónde caí". Sé que todos tenemos una camilla para cargar y decirle al mundo "es gracias a Jesús que ya no la necesito". Gracias, otra vez, por tu gracia. Amén.