"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

abril 05, 2005

El poder de la oración

Hace unos días, una amiga me envió por mail una imagen que me impactó mucho. En el momento en que la vi, muchas ideas cruzaron mi mente. Ideas que hoy intentaré explayar. Debo confesar que les di muchas vueltas en mi cabeza antes de decidirme a transcribirlas, pero confío en que es la voluntad de Dios que lo haga.

Esta es la imagen:


Es extraño, porque el nombre de la obra es "Word", es decir, "Palabra", cuando a mí lo que me hace pensar es "Oración". La oración (las manos unidas), a través del Espíritu Santo (la paloma) desencadena el poder de Dios (el relámpago) para salvación (el evangelio).

Felicito verdaderamente al autor de esta imagen (no sé quién es) porque creo que verdaderamente captó la esencia del mensaje.

La cuestión es que esto me hizo ponerme a pensar acerca del significado de la oración. Al respecto, el versículo más común que viene a nuestra mente es Santiago 5:16: "La oración eficaz del justo puede mucho". Sin embargo, me parece que este texto no es demasiado claro: ¿qué quiere decir eficaz? ¿qué significa "mucho", hasta dónde llega "mucho"?

Entonces, recordé uno de los dichos cristianos más populares: "La oración es lo que mueve la mano de Dios". Cuando me puse a pensar en la implicación de esta reconocida expresión, me di cuenta de cuán errada era. Me parece una estupidez (pido perdón por la expresión) limitar el poder de Dios al cumplimiento de nuestros deseos. Creer esa afirmación implica aceptar que Dios no tiene voluntad propia, por lo que sus manos (como si fuera una marioneta) se mueven a nuestro antojo.

Por otro lado, sé que hay quienes creen que es necesario pedirle a Dios lo que queremos, para que Él nos lo otorgue, como si Él tuviera un stock de bendiciones reservadas para nosotros pero aguardara a que se las pidiéramos para dárnoslas. Me parece que creer eso es pensar que tenemos un Dios egoísta, caprichoso. Los que creen esto se basan en que la mayoría de las veces en que Jesús hizo un milagro, preguntó antes de hacerlo al destinatario de la acción si verdaderamente quería ser bendecido (por ejemplo, en Juan capítulo 5 se relata cómo el Señor sana a un paralítico, y antes de hacerlo pregunta: "¿quieres ser sano?"). Sin embargo, muchas otras veces, Dios hace cosas por nosotros sin que se las pidamos (por ejemplo, en Hechos capítulo 9 se cuenta cómo fue la conversión de Saulo/Pablo, en donde Jesús se le aparece y le enseña la verdad que lo haría libre, sin que él se lo pidiera).

En cuestión, creo que "la mano de Dios" se mueve por su propia voluntad, y no por nuestros deseos.

Luego, me posicioné en el otro extremo del espectro, y pensé que la oración era sólo la confirmación de la voluntad de Dios en nuestras vidas. 1º Juan 5:14-15 dice: "Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido". Por supuesto, no voy a decir que esto es falso, porque sería desvalorizar la Palabra de Dios (esté lejos de mí hacer eso). Sí voy a decir, en cambio, que me parece que la oración no es sólo eso. Lo siguiente es más que claro: si estamos cerca de Dios, teniendo una relación de intimidad con Él (que se evidencia a través de los frutos del Espíritu -Gálatas 5:22-23), tendremos un mismo sentir que Él, por lo que seguramente querremos para nosotros lo mismo que Él quiere. La conclusión obvia, entonces, es que nos dará aquello que queremos, porque es lo mismo que Él quiere. ¿Me siguen?
Ahora, no puedo creer que la oración sea solamente eso, porque entonces no sería más que la reafirmación de otra voluntad, y ¿qué poder hay en eso? ¿no es que "la oración eficaz del justo puede mucho"?







La siguiente es la conclusión a la que llegué luego de pelearme conmigo mismo por varios días. Creo sinceramente que esto es así, pero sé que muchos pensarán distinto. Para mí, el poder de la oración se basa en que Dios puede llegar a decidir cambiar su voluntad como respuesta a esta.

El primer problema que esta afirmación posee, es lo que el apóstol Pablo estableció en Romanos 12:2: que la voluntad de Dios es "agradable y perfecta". Se presupone que un conflicto no puede tener dos resoluciones distintas y perfectas a la vez. El diccionario define la perfección como "el mayor grado posible de todas las cualidades en esa línea". Si es el mayor, por lógica no puede haber otro más mayor, u otro igualmente mayor. Entonces, te preguntarás ¿cómo puedo afirmar que puede cambiarse la voluntad de Dios? Sencillamente, porque creo que Él se maneja con una lógica diferente a la nuestra, una en la que cualquier cosa que haga es perfecta, porque Él mismo es perfecto. Quizás te suene simplista que lo que explique de esta manera. Te daré algunos ejemplos:

Isaías 38:1-6:
"En aquellos días Ezequías enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: 'Así dice el Señor: Ordena tu casa, porque vas a morir; no te recuperarás'. Entonces, Ezequías volvió su rostro hacia la pared y le rogó al Señor: 'Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de Ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos'. Y Ezequías lloró amargamente. Entonces la palabra del Señor vino a Isaías: 'Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida. Y te libraré a ti y a esta ciudad de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad".

La voluntad de Dios era que Ezequías muriese. Sin embargo, por su petición, le otorga quince años más de vida. ¿Cuál de las dos voluntades de Dios fue la perfecta? No puede afirmarse que solamente la primera, porque la voluntad de Dios siempre se cumple; pero tampoco sólo la segunda, porque sería aceptar que Dios se había equivocado y necesitaba de la ayuda de Ezequías. ¿Entonces? La única conclusión posible es que Dios tiene el poder de hacer que ambas sean perfectas. (Al margen, Dios le da a Ezequías más de lo que había pedido al prometerle que protegería la ciudad: Dios en su misericordia siempre hace eso con nosotros).

Jonás 1:1-2 y 3:3-10:
"La palabra del Señor vino a Jonás hijo de Amitay:, diciendo: 'Levántate y ve a la gran ciudad Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia' (...) Y se levantó Jonás y fue a Nínive conforme al mandato del Señor. Ahora bien, Nínive era una ciudad grande y de mucha importancia. Jonás se fue internando en la ciudad, y la recorrió todo en un día, mientras proclamaba: '¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!'. Y los hombres de Nínive le creyeron a Dios, proclamaron ayuno y se vistieron de luto desde el mayor hasta el menor de ellos en señal de arrepentimiento.
Cuando el rey de Nínive se enteró del mensaje, se levantó de su trono, se quitó su manto real, hizo duelo y se cubrió de ceniza. Luego, mandó que se pregonara en Nínive: 'Por decreto del rey y de su corte: Ninguna persona o animal probará alimento alguno. Al contrario, el rey ordena que toda persona, junto con sus animales, haga duelo y clame a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos. ¡Quién sabe! Tal vez se arrepienta Dios y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos.
Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que se había convertido de su mal camino, se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo"
.

Otra vez, la voluntad de Dios era destruir Nínive. Sin embargo, por la oración de los ninivitas, no lo hace. Acá cabe aclarar que la esencia de la oración es el reconocimiento humano de la soberanía y supremacía de Dios, es decir, que el hombre no puede por sí mismo y necesita de alguien superior a él.

Hay una frase que llama muchísimo mi atención en este pasaje: "Tal vez se arrepienta Dios". Parece casi una herejía eso. ¿Cómo puede Dios arrepentirse? La Nueva Versión Internacional traduce "arrepentirse" como "cambiar de parecer". Creo que ahí está la clave. No es esta la única oportunidad en que se afirma que Dios puede "cambiar de parecer", veamos algunas más:

Jeremías 26:1-3:
"Al comienzo del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino a Jeremías esta palabra del Señor Jehová: 'Así dice el Señor: Párate en el atrio de la casa del Señor, y di todas las palabras que yo te ordene a todas las ciudades de Judá que vienen para adorar en la casa del Señor. Tal vez te hagan caso y se conviertan de su mal camino. Si lo hacen, me arrepentiré del mal que pensaba hacerles por causa de la maldad de sus obras".

Joel 2:12-14:
"'Ahora bien -dice el Señor-, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos'. Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga. Tal vez Dios reconsidere y se arrepienta/cambie de parecer, y deje tras de sí una bendición".

En Génesis capítulo 18 tenemos otro ejemplo de cómo Dios cambia su voluntad por la petición de un hombre:
Entonces el Señor le dijo a Abraham: 'El clamor contra Sodoma y Gomorra resulta ya insoportable, y su pecado se ha agravado en extremo. Por eso descenderé ahora, a ver si realmente sus acciones son tan malas como el clamor contra ellas me lo indica; y si no, he de saberlo.
Entonces se acercó Abraham al Señor y le dijo: '¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿exterminarás a todos, y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que ahí hay? ¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?
El Señor le respondió: 'Si encuentro cincuenta justos en Sodoma, por ellos perdonaré a toda la ciudad.
Abraham le dijo: 'Reconozco que he sido muy atrevido al dirigirme a mi Señor, yo, que apenas soy polvo y ceniza. Pero tal vez falten cinco justos para completar los cincuenta. ¿Destruirás a toda la ciudad si faltan esos cinco? 'Si encuentro cuarenta y cinco justos, no la destruiré', dijo el Señor.
Pero Abraham insistió: 'Tal vez se encuentren sólo cuarenta'. Y el Señor respondió: 'Por esos cuarenta justos no destruiré la ciudad'.
Abraham volvió a insistir: 'No se enoje mi Señor, pero permítame seguir hablando. Tal vez se encuentren sólo treinta'. Y el Señor respondió: 'No lo haré si encuentro allí a esos treinta'.
Abraham siguió insistiendo: 'Sé que he sido muy atrevido al hablarle a mi Señor, pero tal vez se encuentren sólo veinte'. 'Por esos veinte no la destruiré', respondió el Señor.
Abraham volvió a decir: 'No se enoje mi Señor, pero permítame hablar una vez más. Tal vez se encuentren sólo diez...
'Aún por esos diez no la destruiré', respondió el Señor por última vez"
.

Más allá del "chantajeo" de Abraham (de lo que se puede decir mucho), en el pasaje se ve claramente cómo Dios por amor va cediendo en el cumplimiento de su voluntad a la petición de su siervo, quien fue llamado "el amigo de Dios" (Santiago 2:23).

Un último ejemplo, Josué 10-12-14:
"El día en que el Señor entregó a los amorreos en mano de los israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo: 'Sol, detente en Gabaón; luna, párate en el valle de Aýalón'. Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios. Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en efecto, el sol se detuvo en medio del cielo y no se movió de allí por casi un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquel; fue el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano. ¡No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel!".

A ver si esto queda claro: Génesis 1:3-5 relata el primer día de la creación. Allí Dios dice: "¡Que exista la luz! Y la luz llegó a existir. Dios consideró que la luz era buena y la separó de las tinieblas. A la luz llamó "día" y a las tinieblas, "noche". Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el primer día". Desde el principio de los tiempos esto fue así, porque era la voluntad de Dios, "agradable/buena y perfecta", que así fuera. Sin embargo, por la petición de una persona, esto cambió por unas horas.

En la Biblia figuran unos cuantos ejemplos más, pero creo que ya es suficiente, la idea se entiende (perdón si se tornó medio molesta la ejemplificación, pero en un tema así creo que es necesario).

Ahora bien, es imprescindible aclarar en este punto que las cosas no siempre se dan de este modo. Dios sencillamente no hace lo que le pidamos simplemente porque se lo pidamos. Entendamos que por sobre todas las cosas, Dios es soberano. Él entiende por qué nos pasan las cosas que nos pasan, o nos dejan de pasar las que nos dejan de pasar. Debemos entender que "a aquellos que amamos a Dios, todas las cosas nos ayudan a bien" (Romanos 8:28).

Voy a darte un ejemplo sólo de esto, 2º Samuel 12:7-18:
"El Señor envió a Natán para que hablara con David. Entonces le dijo: 'Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo te ungí como rey sobre Israel, y te libré del poder de Saúl. Te di el palacio de tu amo, y puse sus mujeres en tus brazos. También te permití gobernar a Israel y a Judá. Y por si esto hubiera sido poco, te habría dado mucho más. ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del Señor, haciendo lo que me desagrada? ¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa!, ¡lo mataste con la espada de los amonitas! Por eso la espada jamás se apartará de tu familia, pues me menospreciaste al tomar la mujer de Urías el hitita para hacerla tu mujer. Yo haré que el desastre que mereces surja de tu propia familia, y ante tus propios ojos tomaré a tus mujeres y se las daré a otro, el cual se acostará con ellas en pleno día. Lo que tú hiciste en secreto, yo lo haré a plena luz, a la vista de todo Israel. Entonces dijo David a Natán: '¡He pecado contra el Señor!'. Y Natán contestó: 'El Señor ha perdonado ya tu pecado, y no morirás. Sin embargo, tu hijo sí morirá, pues con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos del Señor'.
Dicho esto, Natán volvió a su casa. Y el Señor hirió al hijo que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente. Entonces, David se pudo a rogar a Dios por él; ayunaba y pasaba las noches tirado en el suelo. Los ancianos de su corte iban a verlo y le rogaban que se levantara, pero él se resistía, y aún se negaba a comer con ellos. Sin embargo, siete días después el niño murió"
.

Por más duro que parezca, Dios es soberano, y tiene sus razones para todo lo que hace o permite (al margen, el Señor no le permitió a David tener el hijo que concibió en adulterio con Betsabé, pero sí uno que tuvo después, Salomón, quien fue el heredero del trono de Israel).







La Biblia nos manda a "orar sin cesar" (1º Tesalonicenses 5:17), a ser "constantes en la oración" (Romanos 12:11), "perseverando en ella" (Colosenses 4:2) para "evitar caer en tentación" (Lucas 22:46). Filipenses 4:6-7 dice: "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús".

La oración es uno de los regalos más hermosos que Dios nos dio. Nos da la oportunidad de comunicarnos con Él, reconociendo nuestra necesidad de Él. Nos habilita a hablarle a nuestro Padre acerca de los deseos de nuestro corazón, sabiendo que "todo lo que pidamos en oración, creyendo, lo recibiremos" a su tiempo. Nos permite "depositar en Dios toda nuestra ansiedad, porque Él cuida de nosotros" (1º Pedro 5:7). Y lo mejor de todo es que en algunos casos -sólo en algunos casos- nos otorga el derecho de pedirle a Dios que cambie su voluntad, y Él en su misericordia lo hace.

Señor, gracias por tu infinito amor. Gracias por ser capaz de "cambiar de parecer" por nosotros. Gracias porque tu misericordia a veces incluye adaptarte a nuestras necesidades y peticiones. Gracias también porque no es así siempre: nuestra vida sería un desastre si nos dieras todo lo que te pedimos. Gloria a Tu nombre por ser soberano. Amén.