"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

abril 26, 2005

La manifestación de la fe

La verdad es que esta semana tenía pensado escribir sobre otra cosa, pero lo dejaré para más adelante. El motivo es que hoy tuve la oportunidad de reunirme con uno de mis líderes de la iglesia. La charla que tuvimos me hizo pensar en algo que quiero compartir contigo (gracias Damián). Lo más llamativo de todo esto, es que hoy mismo me había llamado la atención un versículo que hablaba de lo mismo. Después de esa conversación, no me quedaron dudas.

Éste fue el versículo que hoy por la mañana leí en mi devocional, son palabras del apóstol Pablo:
“A todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras”. (Hechos 26:20)

¿De qué quiero hablarte hoy? De las obras, pues.

Por si ya te empezaste a incomodar, puedes quedarte tranquilo, porque no tengo pensado cuestionar si puede alcanzarse la salvación por medio de obras. Tengo claro que “nadie es justificado por las obras que reclama la ley, sino por la fe en Jesucristo”, como dice Gálatas 2:16, porque “por gracia fuimos salvados mediante la fe; y esto no procede de nosotros, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9). Sí, me enteré de la reforma realizada por Martín Lutero en 1517 y de la declaración de Augsburgo, un acuerdo realizado en 1999 entre luteranos y católicos en donde se estableció que "sólo por la gracia y la fe en la acción salvadora de Cristo, y no en base a nuestros méritos, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos habilita y llama a cumplir con las obras de bien".

Así que puedes despreocuparte, no pretendo cuestionar la gracia. Sin embargo, no puedo dejar de decirte la verdad:

“Hermanos míos, ¿de qué le sirve a alguno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: ‘Que les vaya bien, abríguense y coman hasta saciarse’, pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por si sola, si no tiene obras, está muerta. Sin embargo, alguien dirá: ‘Tú tienes fe, y yo tengo obras’. Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. La fe y las obras actúan conjuntamente, por lo que, como resultado de las obras, la fe es perfeccionada. Así, pues, como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta”. (Santiago 2:14-18, 22, 26)

Quizás te preguntes a dónde voy con todo esto, créeme que yo me lo pregunté varias veces. Lutero mismo pretendió extraer el libro de Santiago de la Biblia sólo por este pasaje. Gracias a Dios que no pudo.

Aquí es a donde apunto (perdona que dé tantas vueltas, pero no quiero ser malinterpretado): no considero que las obras jueguen un papel antes de la conversión, ya que es por fe. Sin embargo, sí creo que lo hacen después. Es decir, para obtener la salvación es imprescindible la fe, al punto que las obras -por más buenas, o malas, que sean- carecen de importancia. Pero, luego, es a través de las obras que la fe se manifiesta.

Santiago dice: "muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras". Pablo explica que predicaba a la gente para que se arrepintiera, de modo tal que "demostrara su arrepentimiento con sus buenas obras”.

¿Por qué digo que las obras son la demostración empírica (práctica, tangible) de la fe? Porque “¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: ‘Lo conozco’, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente (se perfecciona) en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a Él: el que afirma que permanece en Él, debe vivir como Él vivió” (1º Juan 1:3-6). Es decir, ¿cómo sabemos -y cómo demostramos- que creímos en Dios? A través del cumplimiento de sus mandamientos, es decir, de las (buenas) obras.

La cuestión pasa por aquí: Mediante la fe alcanzas la salvación ¿no? Sí, pero entonces, ¿qué pasa después? La historia no se acaba allí. ¿Para qué crees que Pablo dice: "ocúpate de tu salvación con temor y temblor" (Filipenses 2:12)? ¿Qué crees que eso significa? ¡Simplemente que hagas algo con aquello que te fue dado! ¡que no te lo guardes para ti sólo! ¿Qué cosas puedes hacer? Predica el evangelio -“creí, y por eso hablé” (2º Corintios 4:13)-, o como Jesús mismo dijo: "sana a los enfermos, resucita a los muertos, limpia de sus enfermedad a los que tienen lepra, expulsa a los demonios. Lo que has recibido gratis, dalo gratuitamente (de gracia recibiste, da de gracia)" (Mateo 10:8).

Pablo decía: "Por gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue en vano para conmigo, antes bien trabajé más que todos los demás apóstoles; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo" (1º Corintios 15:10). Las obras de Pablo prosiguieron a su fe, confirmándola, estableciéndola. Él mismo recomendaba: "Te ruego que vivas de una manera digna del llamamiento que has recibido" (Efesios 4:1), "compórtate de una manera digna del evangelio de Cristo" (Filipenses 1:27), "vive de manera digna del Señor" (Colosenses 1:10). Esto es porque entendía que la vida abundante a la que Cristo hace referencia en Juan 10:10 no se limita sólo a creer en la Palabra, sino a ser un artífice de ella.

Por ejemplo, conjuntamente con la salvación vienen los dones espirituales. ¿Nunca te pregustaste, sencillamente, para qué? "A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás" (1º Corintios 12:7), "por eso tú, que tanto ambicionas los dones espirituales, procura que estos abunden para la edificación de la iglesia" (1º Corintios 14:12). "Cada uno, según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios" (1º Pedro 4:10). Nunca que Dios te regale algo será para que te lo quedes para ti sólo, sino para que lo compartas con los demás (al margen, es por eso que en esta página tienes un lugar para dejar comentarios, para crear esa "mutua edificación" de la que Pablo habla en Romanos 1:12).

Quiero cerrar con un pasaje más, uno de mis favoritos de la Biblia: “Esfuérzate por añadir a tu fe, virtud; a tu virtud, entendimiento (conocimiento); al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia (perseverancia); a la constancia, devoción a Dios (piedad): a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en ti, y abundan, no te dejarán estar ocioso ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2º Pedro 1:5-8). Wow. Si a tu convicción de la existencia de Dios y tu certeza de la salvación (fe, según Hebreos 11:1) le agregas integridad en tu manera de vivir (virtud), y a ella le añades la compresión de aquello a lo que Dios te mandó (entendimiento), y a esto le sumas la capacidad de controlarte cuando parece que todo sale mal (dominio propio), si logras ser persistente en tus propósitos (constancia), ubicándote deliberadamente bajo el poder de Dios (devoción a Dios), si puedes llegar a ver a todos cuantos te rodean como tus hermanos (afecto fraternal), y si -por sobre todas las cosas- consigues "amar a los otros como Cristo te amó" (Juan 13:34) (amor), entonces no podrás estar sin hacer nada, ni sin crecer en la relación con Aquel que hizo posible tu salvación (Hebreos 2:11).

La fe es imprescindible, pero sin obras "está muerta", de nada sirve. Si de verdad crees, haz algo por los demás, entonces. Agustín de Hipona, uno de los pilares del cristianismo, escribió: "Si te falta tiempo para estudiar página por página todas las de la Escritura, o para quitar todos los velos que cubren sus palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, practica la caridad, que lo comprende todo. Así poseerás lo que has aprendido y lo que no has alcanzado a descifrar. En efecto, si tienes la caridad, sabes ya un principio que en sí contiene aquello que quizá no entiendes. En los pasajes de la Escritura abiertos a tu inteligencia la caridad se manifiesta, y en los ocultos la caridad se esconde. Si pones en práctica esta virtud en tus costumbres, posees todos los divinos oráculos, los entiendas o no" (Elogio de la caridad).

Para resumir: pongamos nuestra fe en práctica.

Señor, gracias por tu Palabra. Gracias por instarme a superarme siempre. Enséñame a hacer algo con mi fe. No quiero sólo quedarme sentado. Muéstrame cómo ser de bendición para los demás. Gracias por tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.