"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

mayo 18, 2004

El fundamento

Comencé a escribir este blog con una idea en la cabeza: crear un ambiente virtual de mutua edificación. Un punto de encuentro que nos acerque en medio de la semana sin la necesidad de movernos de nuestras casas o lugares de trabajo.

El tema: Dios. Diariamente el Señor nos sorprende, nos enseña nuevas cosas, nos habla. El objetivo, entonces, es plasmar en esta página aquello que Él en su gracia y misericordia nos da, para compartirlo, y así ayudarnos mutuamente a crecer. La posibilidad de dejar comentarios abre la puerta a agregar Palabra o pensamientos sobre el disparador que esté escrito, para que entre todos demos un paso más hacia la meta, que es parecernos más a Cristo.

Este versículo lo resume:
"Para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a ustedes y a mí". (Romanos 1:12)

La epístola de Pablo a los Romanos también dice en su primer capítulo, versículo 16: "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree".
Increíble texto que nos anima a predicar, sin pudor ni temor. Sin embargo, el pasaje no termina ahí, sino que Pablo luego agrega en el versículo 18: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad".
Es nuestra obligación predicar. Primero, porque es la Gran Comisión (Mateo 28:20), pero también porque como cristianos el Espíritu Santo que habita dentro nuestro hace que sintamos la obligación de compartir aquello que nos llena de vida y esperanza. "Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Corintios 9:16).
Me duele reconocer que muchas veces soy uno de "los hombres que detienen con injusticia la verdad". Quedarme las buenas nuevas para mí, y no compartirlas con quienes me rodean para que puedan pasar de muerte a vida, para que regresen al Padre como el hijo pródigo, es injusto. La verdad, es que Jesucristo murió en la cruz por todos, no sólo por mí. Por ende, detener la verdad es robarle a mi prójimo su porción de la gracia, es tener en poco la muerte del Hijo de Dios, que no murió sólo por mí, sino por todos. Es mi obligación (la de todos nosotros) llevar esa Verdad a quienes nos rodean.

Los animo, y me exhorto a mí mismo, a no volver a detener la Verdad nunca más, porque tengo la certeza de que si "conocen la verdad, la verdad los hará libres", como dice Juan 8:32.

Señor, gracias por tu Palabra. Dejo este ministerio en tus manos, que sea para tu gloria y la extensión de tu reino. En el nombre de Jesús, amén.