"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

mayo 31, 2004

La naturaleza de las cosas

Antes que nada, quiero aclarar que lo que voy a escribir a continuación es pura interpretación. Pueden estar de acuerdo, como no. El pasaje (voy a transcribirlo entero) hace referencia a dos cosas solamente, yo voy a extender su alcance más allá de esas dos cuestiones. Por este motivo es la aclaración.

"Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. A algunos su fe les permite comer de todo, pero hay quienes son débiles en la fe, y sólo comen verduras. El que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo no debe condenar al que lo hace, pues Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo.
Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da importancia a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Para esto mismo Cristo murió, y volvió a vivir, para ser Señor de los que han muerto como de los que aún viven. Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que compadecer ante el tribunal de Dios! Está escrito: 'Tan cierto como que yo vivo -dice el Señor-, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios'.
Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios.
Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al hermano. Yo, de mi parte, estoy plenamente convencido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo. Si algo es impuro, lo es solamente para el que así lo considera. Ahora bien, si tu hermano se angustia por causa de lo que comes, ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió. En una palabra, no den lugar a que se hable mal del bien que ustedes practican, porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. El que de esta manera sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por sus semejantes.
Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todo alimento es puro; lo malo es hacer tropezar a otros por lo que uno come. Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano.
Así que la convicción que tengas tú al respecto, mantenla como algo entre Dios y tú. Dichoso aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado"
. (Romanos capítulo 14)

El pasaje habla de la comida y de la diferencia entre un día y otro.
Antes de la venida de Cristo, los judíos tenían prohibido comer de todos los animales que no fuesen rumiantes y tuviesen las pezuñas partidas en dos, como la liebre y el cerdo, así como también de los peces que no tuvieran aletas ni escamas, de varios tipos de aves y de casi todos los insectos, excepto los de la familia de las langostas (Levítico 11).
Lo mismo ocurre con la diferencia entre un día y otro. En la antigüedad, el pueblo de Dios debía guardar el día de reposo (hoy equivale al sábado), durante el cual no podía realizar ningún tipo de trabajo.
Con la venida de Cristo, estas cosas cambiaron. Hoy los cristianos tenemos permitido comer de todo y no tenemos la obligación de guardar el día de reposo, aunque sí debemos separar un día para consagrarlo al Señor en alabanza, adoración y oración (es costumbre hacerlo el domingo).

Pablo escribe este mensaje a los Romanos porque entre ellos había muchos judíos que seguían cumpliendo la antigua ley y condenaban a los que no lo hacían, de la misma manera que estos los criticaban a ellos por hacerlo.

"El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios".

Mi propósito es extender esta idea a otras áreas. Hay muchas cuestiones que no son claras en la Biblia, o que sencillamente no figuran. Seamos concientes de que el propósito de la Palabra es que los creyentes tengan en claro algunas cosas de la revelación de Dios, para poder acercarse a Él, pero no es un manual de comportamiento donde se especifica cómo debe ser cada acción de alguien que cree. Sobre todo, porque la era de la ley terminó, y hoy estamos bajo la gracia.

Hay cosas que para una persona pueden considerarse pecado, y para otras no. Pablo dice: "yo, de mi parte, estoy plenamente convencido en el Señor Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo". El acto en sí puede considerarse pecado o no, según la percepción que el cristiano -guiado por el discernimiento que el Espíritu Santo da, y no por conclusiones personales- tenga de él.

El método de comprobación más sencillo para saber si algo es pecado o no, es determinar si esa acción o actitud perjudica nuestra relación con Dios (teniendo en cuenta que un creyente que vive la vida abundante está lleno de los frutos del Espíritu Santo, como la paz y el gozo).

Lo importante es que la convicción que cada uno tenga sobre un acto en sí, no perjudique a ningún hermano. Es decir, si para uno -por ejemplo- tomar cerveza no es pecado, pero a su hermano que tiene un problema de alcoholismo le hace mal que lo haga en su presencia, entonces no lo haga delante de él.
Por otro lado, si uno tiene dudas en cuanto a si algo determinado es pecado, entonces no debe hacerlo, porque no lo hace con sinceridad.

"Así que la convicción que tengas tú al respecto, mantenla como algo entre Dios y tú. Dichoso aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado".

El Espíritu Santo nos hará saber si estamos, o no, en pecado. Confiemos en su fidelidad para mantenernos en santidad. Sobre todo, escuchémoslo.