"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". (Romanos 1:16)

mayo 26, 2004

Oídos sordos, como piedras

Si hay algo que tengo en claro que las personas no debemos hacer, es rechazar a Dios. El Señor continuamente nos busca: "he aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20). Lo único que debemos hacer, como este versículo explica, es recibirlo.

Sin embargo, la reacción natural del hombre es no aceptar la gracia de Dios. Los principales motivos son el orgullo y la autosuficiencia. Creemos que podemos estar bien sin Dios. Creemos que no lo necesitamos. Como mucho, lo relegamos a una parte superficial de nuestras vidas, pero nunca nos entregamos completamente a Él.

Hay un problema con esto, y es que corremos un gran riesgo: agotar la paciencia de Dios.

La misericordia del Señor hace que sea capaz de soportar mil cosas de nosotros; pero a su vez, su justicia hace que esta paciencia llegue a un fin.

"Dios tiene misericordia de quien Él quiere tenerla, y endurece a quien Él quiere endurecer" (Romanos 9:18).

Una vez que el Señor endureció nuestro corazón, no hay forma de que tengamos fe. Ya no podemos sentir, porque somos como una piedra.

Los personas que le dieron su corazón a Jesús, pero no su vida -es decir, que aceptaron la gracia pero no se comprometieron a vivir por Aquel que se las otorgó-, de a poco van perdiendo sensibilidad. Dios va a hacerles llamados de atención constantemente: "hasta cuando vas a esperar", susurrará al oído. Llegará hasta gritarlo, hasta sacudir la vida de estas personas para ser escuchado. Si eso no ocurre, ellas dejarán gradualmente de escuchar la voz de Dios. Luego irán perdiendo de a poco los frutos del espíritu, principalmente el gozo y la paz. Finalmente, dejarán de tener conciencia de pecado. Pasaran de una vida de luz a una monótona apatía. Serán muertos en vida.

Es nuestro deber orar por aquellos que amamos y que rechazan la voz de Dios. No hace mucho tiempo yo mismo lo hacía, y gracias a la oración de una persona que se comprometió a no dejarme caer, hoy puedo estar más firme de lo que jamás había estado (y cuidando de no caerme). "La oración eficaz del justo puede mucho", dice Santiago 5:16. Doy fe de que lo hizo en mi vida.

"Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados" (Santiago 5:19-20).

No dejemos nunca de orar por quienes no conocen al Señor, ni por quienes se apartaron de su camino, ni por quienes -como yo mucho tiempo lo hice- viven una vida espiritual mediocre.

Dios es testigo de que en mi vida la oración eficaz de una persona me salvó de alejarme de Él. Dios es testigo de que la oración eficaz de esa persona evitó que mi corazón terminara de endurecerse a Su palabra.

Por favor, no nos olvidemos de orar.